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REYES MONFORTE: 'María Mandel fue la responsable de más de medio millón de asesinatos en Auschwitz'

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No sabría decir cuántas novelas he leído sobre Auschwitz y el Holocausto. Ese negro episodio de la Historia siempre ha despertado mi curiosidad, a la vez que me ha provocado una absoluta repulsa. Mientras más leo sobre aquellos hechos, menos lo entiendo. La impunidad con la que se perpetró el asesinato de tantos hombres, mujeres y niños no me entrará jamás en la cabeza y, por mucho que lo intente, soy incapaz de imaginarme el horror que aquellos prisioneros tuvieron que soportar. ¿Cómo es posible que alguien consiguiera sobrevivir? ¿De qué pasta estaban hechos para poder superar aquellas aberraciones y torturas? Leo, leo y leo. Y con cada nueva lectura aprendo algo nuevo. No solo descubro nuevas vidas, tan interesantes, tan tristes, tan vitales, tan intensas. Sino que, cada novela me permite asomarme a aquellos campos de exterminio, para enseñarme un nuevo rincón del horror. 

Reyes Monforte acaba de publicar lo que es su octava novela, Postales del Este, "una historia basada en hechos reales, un emocionante relato sobre la memoria, el amor y la esperanza en medio del horror de Auschwitz". En esta novela, la autora narra la historia de Ella, una joven francesa que, gracias a la palabra y a su bonita caligrafía, consiguió salvaguardar la memoria de muchos exterminados. Os dejo con la entrevista.


[© Paco  Navarro]
Marisa G.- Reyes, un placer hablar contigo por teléfono, aunque me hubiera gustado que el coronavirus hubiera permitido que nos viéramos.

Reyes M.- Es verdad. Ahora, tendría que estar en Sevilla y aquí estoy, en Madrid, sin poder moverme. Pero bueno, como nosotras nos conocemos de otras ocasiones, nos hacemos a la idea de que no estamos viendo.

M.G.- Eso sí. Bueno, tengo que reconocerte que, aunque he leído mucho sobre Auschwitz y sobre el Holocausto, he aprendido muchas cosas con tu novela, que desconocía por completo. Y es que, en aquel episodio histórico todavía se puede escarbar, y aún hay mucho que contar.

R.M.- Me alegra que me digas eso. Es lo que me están diciendo muchos lectores. Pensamos que sabemos mucho de Auschwitz porque hemos visto muchas películas o libros ambientados en este campo de exterminio, pero realmente, Auschwitz sigue siendo un gran desconocido que todavía hoy, hay que descubrir día a día. No podemos olvidar lo que pasó allí, que es mucho más de lo que sabemos. 

M.G.- ¿Y cómo llegas a esta historia?

R.M.- Pues en una visita a ese campo de exterminio. Lo he visitado unas diez o doce veces. Y por cierto, recomiendo visitarlo a todo el mundo, por lo menos una vez en la vida. En una de esas visitas, descubrí que habían colocado un panel en una de las paredes, con centenares de fotografías, en las que se veía a los oficiales nazis más poderosos de Auschwitz. Eran todos hombres, con sus uniformes verdes de la SS, menos una mujer, a la que se veía vestida con una blusa blanca. Me acerqué y me fijé en su nombre. María Mandel, ponía. Resulta que fue la mujer más poderosa de Auschwitz, a la que llamaban la Bestia. Y de ahí, empecé a tirar del hilo.

María Mandel era austriaca. Fue jefa del campo en 1942, puesta allí por Hitler. Me parecía sorprendente que, en esos años, en los que el papel de la mujer ya sabemos cuál era, una mujer ocupara aquel cargo tan importante. Además Hitler insistía en que el papel de la mujer siempre debía limitarse a la ecuación de las tres K: Küche, Kinder und Kirche. Es decir, cocina, hijos e iglesia. Incluso en un discurso que dio ante la Asociación de mujeres nacional-socialista, dijo que la mujer debía luchar por la Alemania nazi, pero como mejor podía hacerlo era dando seis o siete hijos al Tercer Reich. Por esto, a mí me resultó llamativo que una mujer, como María Mandel, que ni siquiera tenía treinta años, fuera una de las jefas de Auschwitz.

M.G.- La novela tiene que ver con unas cartas y postales. De ahí, el título. 

R.M.- Sí, ese fue otro descubrimiento. Por las noticias, supe que, a los pocos años de la liberación del campo, levantaron la tierra y descubrieron mensajes, fotografías, planos, objetos personajes. Eran cosas que los prisioneros habían enterrado porque estaban convencidos de que no iban a salir con vida, de que los nazis iban a acabar borrando cualquier huella de lo que hubiera pasado allí. No querían que el mundo desconociera lo que ocurrió en aquel lugar, por eso enterraron fotos, papeles, cualquier cosa en la que pudieran escribir un nombre, o contar alguna cosa de Auschwitz. Eran testimonios que estaban escritos en varios idiomas. Fue una forma de enterrar su memoria. 

M.G.- Esa memoria que mencionas es la que recoge Ella, la protagonista de esta novela. Una joven francesa que acaba en Auschwitz.

R.M.- Ella es un personaje real pero hubo muchas como ella en Auschwitz. No quise usar su nombre real. En su lugar, decidí llamarla Ella, que se escribe como el pronombre personal femenino, en un homenaje a todas las mujeres que pasaron por todos los campos de concentración de la Alemania nazi. 

Ella es una chica francesa, que llega al campo de Auschwitz, en septiembre de 1943. Enseguida llamó la atención, tanto de Joseph Menguele como de María Mandel. Era muy bella, hablaba seis idiomas, tenía una caligrafía perfecta. Los alemanes entienden que todo eso les podía venir muy, para traducir las órdenes a todos los prisioneros que venían de distintos países de Europa. Deciden colocarla en los dos bloques más importantes del campo. En el bloque de la música, donde ensayaba la orquesta de mujeres que creó la propia María Mandel, para copiar las partituras. Y en el bloque Kanada, el almacén donde iban a parar los equipajes de los deportados que llegaban al campo. Allí se encontraba de todo, desde medicinas, comidas, bebidas, libros, instrumentos musicales, oro, dinero, joyas,... Todo lo que los judíos se habían llevado de sus casas cuando tuvieron que abandonarlas, acababan en el Kanada. Todo lo de valor quedaba en manos de los nazis para engrosar las arcas del Tercer Reich. Pero dieron órdenes de quemar y destruir todas las fotografías, las cartas, las postales,... todo lo que fuera personal de los judíos y que no tuviera ningún valor económico. Ella decidió hacerse con algunas de esas fotografías, retratos familiares, postales para ir escribiendo en su reverso el nombre de las personas que iban siendo asesinadas en los crematorios y en las cámaras de gas. Ella tenía la convicción de que escribiendo sus nombres los mantendría con vida. No podía salvarlos pero, al menos, podía salvar su memoria, sus nombres, su identidad, su historia. A través de la palabra, Ella consigue sobrevivir en el campo, porque la palabra fue como su pasaporte a la supervivencia, no solo suya, sino también de todos los exterminados en Auschwitz. 

M.G.- Algo tan sencillo como tener buena caligrafía la ayudó mucho dentro del campo.

R.M.-  Y escribir esas palabras, esos nombres. La escritura estaba prohibida. Mandel llegó a matar a una prisionera, a la que sorprendió escribiendo un poema en un billete de diez zloty. Fíjate el miedo que le tenían los nazis a las palabras. Sin embargo a ella, todo eso le daba fuerzas. Pensaba que tenía un motivo para vivir. Algunos de los prisioneros que se sentían próximos a la muerte y sabían lo que estaba haciendo, acudían a ella para pedirles que escribiera su nombre en aquellas postales. Sabían que iban a acabar en las cámaras de gas, aceptaban su destino pero, al menos, querían dejar constancia de su existencia, querían demostrar de algún modo que no eran la basura que los nazis querían hacer de ellos, que tenían un nombre. Y ese nombre, esa dignidad que nos viene con el nombre, es lo primero que los nazis borraban. Lo cambiaban por un número tatuado en el brazo, que no tenía ningún sentido ni significado. En cuanto uno moría, su número se lo tatuaban a otro.

M.G.- Y no sé si es algo que forma parte de la ficción o es real, pero en la novela leemos que le pedían a los prisioneros escribir postales a sus familiares, para decirles que estaban bien, que comían. Era una trampa para averiguar la dirección de otros judíos.

R.M.- Eso es totalmente real. Les daban postales a los prisioneros que llegaban al campo y les pedían que escribieran solo veinticinco palabras, incluyendo destinatario y dirección. En esas postales tenían que escribir que estaban bien, que los estaban cuidando y que les mandaran paquetes con cosas de valor que pudieran utilizar para canjear. De ese modo, localizaron y deportaron a muchos más judíos. Algunos prisioneros descubrieron el engaño y llamaban a aquellas postales, las mentiras con matasellos. Además, les daban una dirección incorrecta. Auschwitz no aparecía con dirección del remitente porque, al principio, nadie sabía qué era Auschwitz, ni donde estaba.




Si te fijas en las guardas del libro, aparecen esas postales reales. Se ven los sellos con el rostro de Hitler, los nombres de las víctimas, los destinatarios. Porque todo lo que se cuenta en Postales del Este es real, ocurrió de verdad. No me he inventado nada, primero por respeto, y segundo porque Auschwitz es uno de los ejemplos más claros, de que la realidad siempre supera la ficción. Lo que he hecho es novelar un relato, pero no hay nada inventado. La orquesta de mujeres, aquellos niños que escribieron sus nombres con sangre en las paredes de un barracón, porque sabían que iban a morir, los mensajes que Ella u otros prisioneros que trabajaron en el Kanada, encontraron en los forros de los abrigos, en las suelas de los zapatos, escondido entre los sujetadores, pidiendo ayuda,... Todo esto pasó así, y lo sabemos porque lo han contado los supervivientes. Así que no me he inventado nada porque me parece que ficcionar sobre Auschwitz es faltar al respeto. 

M.G.- Reyes, ¿y de María Mandel hay mucho escrito? ¿Has encontrado mucha documentación?

R.M.- He encontrado algo y me ha servido bastante. Pero sobre todo he encontrado información sobre el papel de las mujeres en el exterminio judío. Desconocía que hubiera habido tantas mujeres que fueron oficiales de la SS. Estamos acostumbrados a ver películas o a leer libros, en el que las mujeres tienen el papel de víctima, de prisioneras, o como mucho aparecen como esposas o amantes de oficiales de la SS. Y conocemos mucho a Menguele, a Himmler, a Hoss pero no a muchas mujeres empoderadas en su uniforme y siendo incluso más crueles, como es el caso de María Mandel, que los propios varones. Menguele y Hoss se asombraban un poco de ver su crueldad. María Mandel fue la responsable de más de medio millón de asesinatos en Auschwitz, de mujeres y de niños. Te choca por la época y luego porque normalmente no estamos acostumbradas a ver mujeres malas. Por eso, con este libro quiero subrayar que la maldad y la bondad no entienden de género, como tampoco entienden de raza, de nacionalidad o de religión.

Antes de Auschwitz, María Mandel estuvo en el campo de Ravensbrück. Por allí pasaron más de cuatro mil mujeres, aunque las cifras bailan según la fuente, para ser instruidas en el gobierno de los campos de concentración. Allí conoció a Irma Grese, la que fue su pupila y amiga, a la que llamaban la Bella Bestia. Era más bella que Mandel y también tenía un halo de locura superior. Ambas estuvieron luego en Auschwitz.

M.G.- Hay escenas durísimas. A mí me ha provocado especial repulsa saber hasta qué punto aprovechan los cuerpos de los exterminados. Se sabe que hacían jabón con la grasa de los cuerpos pero también, empleaban el cabello.

R.M.- Sí, sí. La esposa de Rudolf Hoss utilizaba las cenizas de los quemados para abonar los jardines de su casa. Incluso les extraían la sangre para hacer transfusiones a los soldados que estaban en el campo de batalla. Prácticamente llevaban a la muerte a los prisioneros porque se trataba de una extracción no controlada. Y no deja de ser paradójico que ellos defendieran la pureza de la sangre, y que luego utilizaran la sangre judía para salvar a los soldados. Era todo un sinsentido porque a la sinrazón nazi no le puedes buscar ninguna lógica. 

Aunque Auschwitz es una de las páginas más negras de nuestra historia, en Postales del Este intento poner algo de luz, sobre todo al final. La esperanza siempre está presente en la novela. Lógicamente, al estar ambientada en un campo de exterminio, no se pueden esconder cosas, ni se pueden contar de otra manera. Pero a mí me gusta hablar de esta novela como una historia sobre el poder sanador y curativo de las palabras.

M.G.- Entre todos los personajes, aparece la sobrina de Gustav Mahler, Alma Rosé, que tiene mucho protagonismo en la novela.

R.M.- Alma Rosé era ya una violinista famosa cuando fue detenida y deportada a Auschwitz por la Gestapo. Ella era medio judía por su abuela. Entró directamente en el bloque 10, donde se hacían los experimentos de Menguele. Estaba condenada a muerte e iba  ser enviada a la cámara de gas, cuando María Mandel, que era una gran amante de la música clásica, se entera de que Alma Rosé estaba allí. La mandó llamar, la salvó de una muerte segura y la puso al frente de su orquesta de mujeres. Con ella al cargo de la orquesta, esta se volvió casi profesional. La orquesta estaba compuesta por cuarenta y siete mujeres, y Rosé salvó a muchas de ellas, o al menos garantizó su supervivencia durante más tiempo. 

M.G.- Esto de la orquesta de mujeres era una de las cosas que yo desconocía. Pero es muy sorprendente ver a los nazis embelesados con la música, mostrando una gran sensibilidad y luego, tan poca empatía con el ser humano.

R.M.- María Mandel era incapaz de sentir empatía por nadie. A los recién nacidos los estrellaba contra la pared de los barracones. No tenía piedad ni mala conciencia porque ella alegaba que estaba cumpliendo órdenes. Incluso llegaba a la excitación sexual observando cómo Menguele llevaba a cabo los experimentos médicos que, en realidad eran sesiones de tortura. ¿Cómo alguien que hacía estas cosas, podía llegar a emocionarse hasta la lágrima con la música clásica? Ella se emocionaba escuchado un aria del Madame Butterfly de Puccini. Y lo mismo le pasaba a Menguele que solía decir que, Schubert le llegaba al corazón, cuando acababa de mandar a la muerte a mil o dos mil personas. Esa contradicción era algo muy habitual en casi todos los oficiales de la SS.

M.G.- La documentación habrá sido apasionante. 

R.M.- Sí, y extensa porque sobre el Holocausto y Auschwitz hay mucha información. He consultado las actas del juicio contra María Mandel, en el Tribunal de Cracovia, porque son públicas. Hay muchas fuentes y puedes acudir a ellas. En cada una, descubres cosas nuevas porque no todo está contado. Ya te he comentado alguna vez que la documentación es la parte que más disfruto. Me gusta indagar y que una cosa me lleve a otra.

M.G.- El grueso de la novela transcurre en Auschwitz, en el pasado, pero el inicio y el final de la historia tiene lugar en un pasado más reciente, en 1980, con la hija de Ella. 

R.M.- Siempre he entendido que la Historia, y sobre todo con momentos como el Holocausto, manda una postal al presente desde el pasado, para advertirnos de ciertas cosas. Este año se conmemora el 75 aniversario de la liberación de Auchwitz, pero aquello que provocó la construcción de aquel campo sigue en nuestro tejido social. Es decir, el odio, la maldad, la intolerancia, el racismo,... Todo eso no nació en Auschwitz, ni tampoco quedó enterrado allí. Por eso, hay que estar ojo avizor porque puede volver a ocurrir. De ahí que haya elegido una frase de Primo Levi para abrir la novela porque es muy reveladora:


"Ocurrió. En consecuencia puede volver a ocurrir. Esto es la esencia de lo que tenemos que decir. Puede ocurrir, y puede ocurrir en cualquier lugar."

Ese es el peligro que corremos porque pensamos que sabemos mucho de Auschwitz. Sin embargo, cuando escucho que el 30% de los europeos no sabe lo que fue aquel campo de exterminio, o que uno de cada tres jóvenes europeos desconoce lo que fue el Holocausto, me preocupo. Y eso es en Europa. Porque en Estados Unidos las cifras aumentan. Lo más grave es que el 36% de los milenials, es decir, esos jóvenes que van a construir el futuro no tienen ni idea de quien fue Hitler. Y no será porque no hay documentación, películas, libros,.. Por todo esto que hablamos quise que la novela empezará con Bella, la hija de Ella, que, a los 37 años, recibe una caja de postales con fotografías de gente que no conoce, pero sí reconoce la caligrafía de su madre. Leyendo esas postales, Bella descubre el gran secreto que le había ocultado su madre, fallecida recientemente por Alzhéimer. Fíjate qué contradicción. Ella se pasó la vida resguardando la memoria de otros y al final termina sufriendo la enfermedad del olvido.

M.G.- Muy triste. Desde luego, Postales del Este es una historia dura pero también preciosa que hay que leer.

R.M.- Sí, es dura porque se cuenta lo que ocurrió en aquel lugar de horror, pero también está escrita con respeto y recogimiento, para que el lector no tenga que cerrar la novela.

M.G.- Creo que todos los lectores que empiecen a leerla van a sentir muchas ganas de conocer lo que ocurrió con Ella, así que no la cerrarán. 

Reyes, no te quiero robar más tiempo. Te agradezco mucho que me hayas atendido y espero verte en persona con la próxima historia.

R.M.- Sí, porque tengo muchas ganas de estar en contacto con los lectores. 

M.G.- Nos vemos con la próxima, entonces. Muchas gracias.

R.M.- Muchas gracias a ti.


Sinopsis: En septiembre de 1943, la joven Ella llega prisionera al campo de concentración de Auschwitz, desde Francia. La jefa del campo de mujeres, la sanguinaria SS María Mandel, apodada la Bestia, descubre que su caligrafía es perfecta y la incorpora como copista en la Orquesta de Mujeres. Gracias a su conocimiento de idiomas, Ella comienza a trabajar en el Bloque Kanadá donde encuentra numerosas postales y fotografías en los equipajes de los deportados, y decide escribir en ellas sus historias para que nadie olvide quiénes fueron. Mientras forma lazos de amistad con las presas, sobrevive a la maldad de sus captores y evita que descubran su particular resistencia hecha a golpe de palabras, una rebelión se gesta entre los presos que amenaza aún más su vida y la del hombre que ama, Joska.

Casi cuarenta años después, la joven Bella recibe una caja llena de postales. «Son postales que tu madre escribió cuando estuvo en el Este. Así las llamó: Postales del Este. Ella quería que las leyeras a su debido tiempo. Y ese tiempo es ahora.»

Combinando ficción con personajes históricos como Josef Mengele, Heinrich Himmler, Irma Grese, Rudolf Hoss, Ana Frank o Alma Rosé, Reyes Monforte regresa al género que le ha consagrado como autora. Ricamente documentada y escrita con pasión y emotividad, ha firmado su obra más ambiciosa: una historia sobre el poder liberador de las palabras, en el 75 aniversario de la liberación del campo de concentración de Auschwitz.





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