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FÀTIMA BELTRAN CURTO: ❝Esta es una novela muy humana y costumbrista, una especie de fábula❞

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Para ser honesta, algo que siempre pretendo ser en este espacio, tendría que decir que no pensaba que Una canción bajo el agua, de Fàtima Beltran Curto, fuera a gustarme tanto. Seguro que también os pasa a vosotros, que os dejáis llevar por alguna errónea impresión, un pálpito infundado, y construís en vuestra cabeza una serie de emociones que en nada tienen que ver con lo que, a posteriori, y tras la lectura, sentís en vuestro interior. En realidad, las bajas expectativas no son tan mala cosa, porque siempre juegan a favor de la novela.¿Cuántas veces hemos esperado lo más grande de una historia y se nos ha quedado corta? Así que, agradezco enormemente haberme lanzado a esta lectura sin esperar mucho porque, lo cierto es que la nueva novela de Fàtima Beltran me lo ha dado todo. 

Una canción bajo el agua traslada al lector al año 1939. Ha terminado la guerra civil. De combatir en el frente regresa Eladio Ferlosio, que emprende camino a su Uldielbo natal.No va solo. Lo acompaña Teodoro, un soldado del bando contrario al que, una bala disparada sin mucha puntería por el propio Eladio, le robó la vida. Sí, habéis leído bien. Teodoro está muerto. Juntos llegarán a ese pueblo perdido en las montañas mineras, para retomar la vida que la guerra interrumpió. La obra de Beltran también retrocede momentáneamente en el tiempo para contarnos quiénes eran y en qué se han convertido los personajes de esta novela. Hasta el momento en el que os cuente mis impresiones con más detalle, solo voy a compartir con vosotros dos de las muchas emociones que me ha provocado esta lectura: diversión y ternura. Hasta entonces, os dejo con la entrevista.  

Marisa G.- Fátima, te tengo que felicitar. Qué novela más bonita. Me ha encantado. No esperaba que me fuera a gustar tanto.

Fátima B.- ¿Y por qué no?

M.G.- No lo sé. Imagino que fue un primer pálpito erróneo. A veces nos dejamos llevar por las primeras impresiones y no siempre son certeras. Me alegro muchísimo de haberla leído.

F.B.- No sabes lo que me alegra escucharte decir eso. Para mí es muy importante.

M.G.- Es justo decirlo. Bueno, empecemos con las preguntas. En primer lugar, y teniendo en cuenta que tu carrera está enfocada al Derecho, me gustaría saber en qué momento nacen estas ganas de escribir.

F.B.- No hay un momento puntual. Las ganas de escribir me han acompañado siempre, desde jovencita. Escribía cuentos horrorosos pero con muy buena intención. Hasta los 7 u 8 años jugaba sola y eso te ejercita la imaginación. Y como mi trabajo es el lado oscuro de la escritura, cuando tengo tiempo libre desboco mi imaginación escribiendo historias.

M.G.- La desbocas en este libro, pero veo que tienes una novela previa, titulada Bienalados, ¿no es así?

F.B.- Sí, aquella es el laboratorio de esta. Se publicó en papel en 2019, con una editorial muy pequeña, y por tanto con una distribución también muy pequeña. Pero las críticas fueron muy buenas y me vine arriba. Por eso me planteé escribir esta otra.

M.G.- Pues te ha salido muy bonita. ¿Y cómo nace la idea de escribir esta historia, en este tiempo, con esos dos personajes tan singulares? Cuéntame un poco el germen de la novela.

F.B.- Bueno, la idea primera me vino un día que iba en metro. Me puse a pensar en un soldado que vuelve a casa después de haber perdido todas las guerras, pero acompañado del fantasma de aquel primer soldado, del bando contrario, al que dio muerte. Ese es el elemento del realismo mágico que tiene la novela pero, metafóricamente, también representa esos fantasmas que todos vamos arrastrando a lo largo de la vida. Con esa idea en la cabeza, empecé a desarrollar el primer capítulo y de ahí, me lancé a escribir de manera obsesiva-compulsiva durante todo el confinamiento.

M.G.- Los dos protagonistas son Eladio Ferlosio y Teodoro Sacristán. Los destinos de ambos se cruzan. Al principio, es un hecho fatal el que los une pero digamos que, con el paso del tiempo, la relación entre ambos va derivando hacia algo más amable.

F.B.- Es la historia de una amistad imposible cosida por una bala. No hay peor punto de partida para una amistad que ese. Son dos perfiles muy contradictorios. Uno es muy mediterráneo, vital, fogoso y el otro es más pausado, más reflexivo, de las montañas. Pero a pesar de esto, logran tejer una relación que, si me apuras, resulta conmovedora.

M.G.- Muy conmovedora. Y es verdad que son muy dispares. Lo vamos a ver por ejemplo, en uno de los temas más universales de la Literatura, el amor. Eladio vive un amor romántico y Teodoro, cuando descubre el sexo, es más tendente al amor carnal.

F.B.- (Risas) A lo mejor es que a Teodoro no le dio tiempo a conocer otro tipo de amor y solo se quedó en el más concupiscente, en el más lascivo. Pero sí, Teodoro conocerá el sexo gracias a la viuda del pueblo. A partir de ahí, comienzan sus aventuras. Por eso, cuando el fantasma de Teodoro se encuentra encadenado a los talones de una figura como Eladio, el del amor romántico, termina amargándose. No solamente está amargado porque lo han matado, sino también porque lo han condenado a vivir bajo la sombra de una persona tan aburrida como es Eladio. Sin embargo, la gracia está en que, a pesar de las diferencias, llegan a encontrar un equilibrio durante los años de convivencia.

M.G.- Te confieso que Teodoro es encantador, me he reído mucho con él, es divertidísimo. Él es la sal de la novela.

F.B.- Me lo han comentado mucho. Todos los personajes de la novela me gustan porque son como mis hijos. A mí, la lealtad, el tesón y la cabezonería de Eladio también me conmueve, pero es verdad que Teodoro es la sal, sin desmerecer a Torcuato Nicanor ese agaporni que, aunque aparece poco, es mi ojito derecho.

M.G.- Y hay muchos otros personajes y todos son una delicia. Incluso hay algún villano. Háblame de alguno más.

F.B.- La novela es muy coral. Jugar con más personajes me permitía poder contar más historias. Los personajes son las voces de las historias que me invento. Como te digo, me gusta mucho Torcuato Nicanor, el pequeño agaporni, tan mediterráneo también. Luego tenemos a Eleonora Cardenal, que es la mala impedida, la que ha sufrido en sus propias carnes los bombardeos de la guerra. Sin embargo, no es un personaje amargado. Más amargada está Úrsula, la hermana de Eladio. Con este personaje me salió un poco la vena feminista. Ella se lamenta de la vida que le ha tocado vivir, por haber nacido mujer, por no haberse casado, y por tener que hacerse cargo de su madre. 

M.G.- Me gusta mucho Agustín, el pastor, tan leal. Y mosén Bonifacio, el cura del pueblo, que sale poco pero, cuando sale, sienta cátedra, con esas homilías anti-republicanas.

F.B.- Sí, además se enfada mucho y escupe a todas las beatas de la primera fila porque sufre con la sialorrea. Los dos sacerdotes están inspirados en personajes reales. Para mosén Bonifacio me he inspirado en un profesor que tuve porque yo, como Teodoro, también estudié en un seminario. Supongo que aquel profesor me traumatizó. Escribiendo, el subconsciente aflora y ahí quedo plasmado, de una forma muy deformada, pero ahí está ese profesor.

M.G.- Y muy deformado es el propio narrador omnisciente que, a veces, aporta un toque de humor. Es muy detente a la exageración.

F.B.- El realismo mágico es un género que invita a la hipérbole. Exagerando dotas a la historia de unas gotas de humor que tanta falta nos hace. La novela la escribí en pleno confinamiento y lo hice pensando en lo que necesitaba en esos momentos, que no era más que esperanza y humor. Dame humor, por favor.

M.G.- Es muy divertida. En cuanto a la acción, esta avanza y retrocede pero sin salirse de los márgenes marcados por febrero de 1935 y noviembre de 1946. Es un periodo de pre-guerra, de guerra y de posguerra, pero no es una novela que aborde los temas bélicos con profundidad.

F.B.- No, no,... Esta novela no es un drama bélico, sino que es una novela muy esperanzadora. La guerra es el marco histórico sobre el que me tuve que documentar también, para darle ese contrapunto a la parte mágica. No es una historia de guerra, ni ahonda en esas cuestiones, al menos de una forma maniquea y partidista. Esta es una novela muy humana y costumbrista, una especie de fábula.

M.G.- Las únicas reflexiones sobre la guerra, muy acertadas, hace referencia a esas circunstancias en las que, a veces, una persona se ve abocada cuando surge un conflicto. El hecho de tener que tomar parte en un bando o en otro, sin comerlo ni beberlo. Es de eso de lo que se quejan estos personajes.

F.B.- Sí, además es una reflexión nada alejada de nuestros días. A veces terminas tomando partido porque te obligan a ello. Y surgen disputas que, en realidad, no existirían de no haber existido las manos que mecen el tarro, ya sea en el año 36, ya sea ahora.

M.G.- Así es. Y estamos hablando en todo momento del humor pero también hay drama. Hay pasajes en los que los personajes pasan por situaciones lastimosas. Sin embargo, llegamos al final, a ese desenlace tan maravilloso que deja una sonrisa dulce en los labios. ¿Tenías claro que la novela terminaría así, desde el principio?

F.B.- Ese final se fue gestando solo, al igual que toda la historia. No me levanté un día habiendo soñado todo lo que pasa en la novela. Como te dije antes, un día iba en metro y se me ocurrió el primer capítulo. A partir de ahí, fui estirando y estirando. Poco a poco fui vislumbrando ese final y el diálogo que se produce entre los dos protagonistas se me ocurrió el propio 10 de mayo, día que terminé la novela. Me emocioné mucho al escribirlo y hasta lloré. Pero también me he reído a carcajadas escribiendo, como una loca. Y creo que todas esas emociones que sentí al escribir esta historia laten en la novela. Estoy segura de que se tienen que notar porque, en aquellos meses en los que estuve escribiendo, mi vida era yo y la novela. Vivía para la novela, sin ningún tipo de interrupción. 

M.G.- Y precisamente, con ese final es cuando cobra sentido el título y la cubierta del libro. Hasta que no llegamos prácticamente al final, no vamos a entender qué es esa canción bajo el agua, ni qué es ese pez que nos mira desde la portada.

F.B.- La portada fue un regalo que se ha marcado Espasa. Es muy chula, con ese brilli-brilli que le han puesto al pescado. La editorial ha tirado la casa por la ventana. 

M.G.- Fàtima, no puedo dejar de preguntarte por los escenarios. Yo estoy en Triana, ¡y mi barrio también sale en esta novela!

F.B.- Es verdad. Sevilla tiene su pedacito en la novela, porque algunas páginas transcurren allí. Pero no te sabría decir por qué. Supongo que porque me gustó. Salen pocos lugares reales. Las ubicaciones son todas inventadas, salvo Sevilla que ahí está, con ese Teodoro convertido en todo un Juan Tenorio. (Risas)

M.G.- Si estaba encantada con la novela, cuando descubro que uno de los personajes llega a Triana y se mueve por aquí, ni te cuento la ilusión que me hizo. Pero ahora que mencionas el resto de escenarios, es verdad que son ficticios, tanto Uldielbo como Catasset.

F.B.- Eso es pero, ¿a que Catasset suena como si existiera realmente?

M.G.- (Risas) Pues sí. Totalmente. Estuve buscando las dos ubicaciones hasta que leí que eran ficticias.

F.B.- Me los inventé porque así ganaba más libertad y amoldaba el lugar a mi gusto. Aunque me he inspirado en los pueblos de la zona, son totalmente inventados porque de otro modo, me sentía más castrada.

M.G.- Antes has comentado algo curioso, que ese último diálogo lo escribes precisamente ese 10 de mayo, día en el que terminas la novela. Y pones el punto y final a una hora muy tempranera, a las 8.28 de la mañana. Te imagino levantada desde muy temprano.

F.B.- Me levanté muy temprano, sí. (Risas) Ardía por dentro y quería ponerle el punto final. La novela, en realidad, salió sola. Fui trabajando cada día, cada día, cada día,... 

M.G.- Imagino que te habrá pasado como a otros escritores que han aprovechado ese confinamiento para centrarse en escribir, un poco para salvaguardar la salud mental.

F.B.- Sí, sí... A ver, yo soy una tía positiva pero piensa que estaba confinada y sola, a lo conde de Montecristo. Así que, o me agarraba a escribir o me compraba un balón, lo pintaba, y lo llamaba Wilson. Por cariño a mí misma, me agarré a  escribir. Me podía haber salido una cosa oscura y siniestra pero, mi naturaleza no es esa. Por otra parte, también invoqué lo que necesitaba. En plena pandemia no me iba a poner a escribir  una distopía terrible, con muertos vivientes. Busqué luz para que también me diera luz a mí misma. 

M.G.- Pues así te ha salido. Es muy luminosa, muy esperanzadora, muy bonita. Reitero mis felicitaciones, Fàtima. Solo espero poder leerte de nuevo.

F.B.- Bueno, a ver si funciona esta y Espasa me vuelve a hacer ojitos. (Risas). Ojalá sea así.

M.G.- Seguro que sí porque la novela se lo merece. Te agradezco mucho que me hayas atendido. 

F.B.- Muchas gracias a ti, Marisa. 

Sinopsis: Un amor mágico, un sueño sin espejos y dos amigos separados por una desafortunada bala.

Una saga familiar repleta de seres de buen corazón en busca de un mundo que se les escapa.

En mayo de 1939 el oficial Eladio Ferlosio regresa a su pequeño pueblo perdido en las montañas mineras con la vana ilusión de que la guerra recién terminada haya respetado a su familia, a sus paisanos y a Eleonora Cardenal, la hija de un médico que llegó al pueblo huyendo de la gripe española, y a la que ama desde que era poco más que un niño. El reclutamiento obligatorio lo había sacado a la fuerza de su tierra cuando entre sus planes lo último que cabía era ser soldado.

En febrero de 1935 Teodoro Sacristán también vuelve a su pueblo tras haber abandonado el seminario. No quiere ser cura, sino pintor, para poder reflejar los colores intensos de la vida. Pero, como Eladio, acabará siendo soldado, como tantos otros que nunca quisieron ser tales.

Las vidas vividas –y no vividas– de Eladio y Teodoro se entrecruzan con maestría en esta novela llena de ese realismo mágico que construye personajes inolvidables, como un pastor de una sola oveja, un fantasma insidioso, un ingeniero cobarde, una amada impedida, una beata y sus treinta y siete santos o un agapornis lujurioso; que se detiene en el color y la alegría con la misma maestría que en el dolor y la muerte para señalar, una vez más, la insensatez de la guerra.


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