Autora
Bárbara Montes es licenciada en Psicología y diplomada en Turismo. Trabajó como responsable de marketing y comunicación hasta que decidió dar el salto a la psicología, especializándose en niños y adolescentes. Ha publicado cuatro novelas infantiles (serie Rexcatadores, B de Block) y Julia está bien es su primera novela dirigida a un público adulto. En la actualidad vive en Madrid.
Sinopsis
Esta es una novela que nos habla de fracasos generacionales, valentías como ya no quedan y amores de verdad. Una historia sobre dos mujeres que, en el momento más inesperado, compartirán su pasado y su presente, buscando la una en la otra su tabla de salvación.
Sofía es una treintañera que no atraviesa su mejor momento. Recién divorciada y en el paro, decide mudarse a casa de su abuela Julia para cuidarla y, de paso, ahorrarse el alquiler que no puede pagar. Lo que al principio es una solución desesperada se convierte pronto en una especial relación de convivencia entre una anciana cada vez más enferma, que desea narrar su vida antes de que se le acabe el tiempo, y una nieta que, página tras página, irá dándose cuenta de cómo necesita escuchar ese relato.
Las extraordinarias vivencias de la abuela durante la Guerra Civil, cuando arriesgó su vida como parte de un grupo de resistencia mientras el hombre al que amaba estaba preso, se unen en esta novela al reflejo -lleno de ternura y tristeza, pero también de humor- de la rutina de estas dos mujeres que comparten unos días que saben que serán los últimos. Basándose en la historia de su propia familia, la autora trenza una novela que salta una y otra vez de la actualidad al pasado, para contarnos dos historias que tal vez hayan sido siempre una sola.
[Información tomada directamente del ejemplar]
Muchas son las cosas que hemos aprendido durante esta pandemia. Bueno, muchas son las cosas que deberíamos haber aprendido durante esta pandemia. Una de ellas, a valorar a las personas mayores, escucharlas y dedicarles tiempo, porque ellos fueron los que abrieron nuestro camino. Lo comentaba el otro día en Facebook, cuando publiqué la entrevista con Bárbara Montes (puedes leerla aquí), que me arrepentía de no haberme sentado con mis abuelos, para que me contaran cómo habían sido sus vidas y cómo vivieron la guerra civil. Una amiga respondió: «Piensas que van a estar siempre y que ya tendrás tiempo. Cuando te das cuenta ni tienes el tiempo ni los tienes a ellos». Así es.
Por suerte, Bárbara Montes fue mucho más inteligente que yo. Ella sí se sentó con su abuela. Ella sí compartió parte de su tiempo con Juliana. Ella sí la escuchó. Prueba de ello es la novela que la autora de las novelas infanto-juveniles, protagonizadas por Amanda Black, y escritas junto a Juan Gómez-Jurado, ha publicado recientemente. Hoy os hablo de Julia está bien.
Sofía tiene treinta y nueve años. Está separada y en paro. El combo perfecto. La vida le ha caído encima como un jarro de agua fría y se ha encerrado en sí misma. En tales circunstancias, Sofía tendería a recurrir al apoyo de su madre pero «ella nunca ha sido de esas madres que te dicen lo que quieres oír y te proporcionan consuelo y amor. Ella te dice lo que le da la gana, sigue con su vida y allá tú con tus emociones». Como no tiene otra cosa mejor que hacer, a Sofía le encargan la tarea de cuidar de su abuela Julia. Con ello, todos salen ganando. Ella ganará un dinerillo y tendrá un lugar donde vivir, mientras que la abuela estará acompañada por la nieta. El negocio no le hace mucha gracia. Aunque Sofía adora a su abuela, una ancianita de noventa y seis años, con la que siempre se ha llevado bien, la situación no es más que el reflejo de una vida llena de fracasos.
De perdidos al río, que dice el refrán. Ya que la joven no tiene más remedio que irse a vivir con su abuela, al menos tratará de conocerla mejor. Es la última oportunidad que tiene y apuesta por aprovecharla. Sofía le pide a Julia que le cuenta cosas de su vida, cómo fue su infancia en el pueblo, o cómo conoció al abuelo. Así se inicia el relato de la abuela, que nos llevará de vuelta al año 1934, a San Pedro de Mérida, un pueblecito de Extremadura, donde Julia vivía con sus padres, Pedro y Benita, y sus hermanos Ana, Mercedes, Antonia, Eugenia, Mª Luisa y Fulgencio, y donde pasó la guerra civil.
De este modo, el lector se adentrará en la vida de una muchacha de diecinueve años, residente en un pequeñito pueblo extremeño, de familia numerosa y muy humilde. Por aquellos tiempos y lares, la vida transitaba con cierta calma. No había más que pobreza y todo se reducía al trabajo como sirvienta en casa de la familia más acaudalada del pueblo, pero también había instantes de felicidad. Julia conocerá a Salvador, un joven apasionado por la pintura, del que ella se enamora, aunque a sus padres no les hace gracia. Preferirían que su hija pusiera la vista en otro tipo de muchacho, en alguien que le pueda proporcionar una vida mejor, más confortable, más holgada. Un buen candidato podría ser Ramón, el hijo de los señores en cuya casa sirve la joven, un universitario atractivo, culto y con dinero. ¿Hay mejor partido? Pero donde manda patrón, no manda marinero. Y si tu corazón se enamora de un seguidor de Largo Caballero, tan muerto de hambre como tú, no hay nada más que hacer. Y así, con esta diatriba sentimental, este tira y afloja entre Salvador y Ramón, debería de haber transcurrido la juventud de Julia si no fuera porque estalla la guerra civil, y todo se recrudece. Ya sabemos lo que aquella contienda supuso -bandos, chivatazos, rencillas, ajustes de cuentas, venganzas-. Julia tendrá que madurar a la velocidad de la luz y enfrentarse a unas circunstancias que jamás hubiera imaginado. En algún momento se sentirá entre la espada y la pared, y escocerá en su piel el dolor de la separación o de la muerte.
Al mismo tiempo, y en paralelo al desarrollo de la trama de la abuela, el lector conocerá a Sofía. ¿Cómo una mujer de su talla llega a este punto de desequilibrio? La joven está en ese momento de su vida en el que solo caben dos caminos: dejarse arrollar y caer definitivamente, o levantarse de sus cenizas, cual Ave fénix. Mientras va escuchando a su abuela relatarle partes de su existencia, Sofía se enreda en sus reflexiones y analiza cómo ha sido su vida hasta ahora. ¿Ha sido feliz? ¿Se sentía amada por su marido? Para aclarar sus ideas le servirá de ayuda el relato de las vivencias de su abuela. Ella tuvo que plantar cara a la adversidad y tomar decisiones complicadas. Será un gran ejemplo para la nieta, un auténtico referente.
El amor será uno de los pilares de la novela, ese amor pueril, sin mácula, emergente, que nace de los corazones jóvenes. El lector asistirá al comienzo de una relación sentimental, a los nervios y a las mariposas en el estómago, a los primeros besos y a esos instantes en los que los cuerpos se rozan por primera vez. Es el amor de los años treinta, un amor en blanco y negro, pasional pero sincero,tan distinto al amor de hoy, afiliado y adulterado en ocasiones, tan diferente al amor que vive Sofía. Y junto al amor, otros grandes valores de la vida como el espíritu de sacrificio, el compromiso con los ideales, la lucha, el entusiasmo o la dignidad. Serán elementos y cualidades que veremos en los personajes de esta novela.
Pero estando la guerra civil de por medio, la política ocupará un porcentaje importante en el relato. Aquellos años fueron convulsos en cualquier punto del país y afectaron a todos los ciudadanos por igual. Asistiremos a la huelga general promovida por el PSOE y la UGT y también sentiremos cómo la República comienza a tambalearse. Salvador será el personaje que nos servirá de guía para tomar el pulso del devenir político en Extremadura. Es un revolucionario, un ideólogo, un joven que apuesta por un país basado en la libertad. Sus creencias políticas lo convierten en un joven de mentalidad abierta que sorprende a Julia por su extravagancia:
Sofía es una mujer de su tiempo, con las preocupaciones típicas de nuestra era. Su matrimonio se ha venido abajo tras descubrir la infidelidad de su marido. Eso no solamente ocasiona un tsunami sentimental en su vida, sino que también supone renunciar a un trabajo que le gusta, pues trabajaba para la empresa de Álvaro. Sin embargo, este parece arrepentido y anda detrás de la joven, pidiendo una segunda oportunidad. Insiste e insiste, y a Sofía le entran las dudas.¿Qué debería hacer? ¿Realmente está Álvaro arrepentido y sigue enamorado de Sofía? En ese mar de incertidumbres se debate la joven. Para buscar solución a su caos mental, recurre a sus amigas, pero quien más la ayudará a resolver sus conflictos será la abuela, sin que ni siquiera esta última se percate de ello.
Para mí, la abuela es el personaje estrella de esta novela, el más atractivo. En su juventud, nos encontraremos con una joven noble, algo rebelde -cualidad propia de la edad-, pero de buen corazón. Y, ante todo, valiente. Su cabezonería y testarudez le serán de gran ayuda en los complicados momentos que le tocará vivir, cuando el miedo los paraliza. La abuela se tragó su orgullo siendo joven, arriesgó su vida, y fue víctima de humillaciones y amenazas. Pero ahora, en la vejez, está en esa edad en la que ya todo le importa muy poco. A sus noventa y seis años, dice las cosas como las piensa, sin filtro, y tampoco se esfuerza demasiado en mantener las típicas fórmulas de cortesía ni los convencionalismos sociales a los que siempre estamos encorsetados. Esa falta de inhibición la convierten en un personaje natural, espontáneo, fresco y seductor. Además cuenta con un sexto sentido, un radar interno que le permite saber si algo marcha bien o no a su alrededor. Quizá se deba a que, como es ciega, tiene el resto de los sentidos muy desarrollados y no se le escapa una. Es una mujer divertida que conseguirá enamorarnos.
La relación abuela-nieta no puede ser más entrañable. Es de esas relaciones de algodón, suaves y mullidas. El cariño que Sofía siente por su abuela nos llega a través de las páginas de este libro. La joven entiende que le debe mucho a la abuela, que gracia a ella, y otras tantas mujeres como ella que lo pasaron realmente mal durante la guerra, hoy somos lo que somos. Entiende que le debe mucho a esa mujer, aunque no sepa cómo devolverle todo lo que su abuela ha hecho por ella.
Julia está bien se sustenta sobre una estructura de sesenta y nueve capítulos, precedidos por un prólogo, que nos adelanta alguna escena de la trama, y culminada por un epílogo. Todo ello es de corta extensión, encontrando bastante diálogo. Se añade también que la narración es muy fluida, con ritmo ágil y cuenta además con su puntito de suspense. A eso hay que sumar a una trama en la que se percibe el cariño que ha puesto su autora. La combinación de todos estos elementos consigue que la novela se lea a buen paso, rápido, avanzando por las vidas de Julia y Sofía. Por destacar algo, hay algunas escenas de sexo, de ese sexo lleno de inocencia, juventud e inexperiencia que están narradas con una gran delicadeza. Da la sensación de que la autora ha puesto todo su esfuerzo en narrar ciertos hechos con sumo cuidado.
Por otra parte, la novela cuenta con un desenlace dulce, un broche precioso que supone un sueño cumplido para la abuela y una deuda saldada para la nieta. Sofía no pudo encontrar mejor modo de devolver a su abuela lo que ha significado para ella, de conseguir que esa anciana recupere un trocito de su juventud. Es de esos desenlaces que te van a arrancar un «Ohhh» reconfortante.
Narrada a dos voces y con capítulos que se alternan entre los dos hilos temporales -el que se inicia en 1934 y el que arranca en 2011- Julia está bien no puede tener una dedicatoria diferente a la que tiene. «Para la abuela». Me ha parecido una historia preciosa, tierna, emotiva, hecha con y desde el cariño más absoluto. Aunque no todo lo que ocurre en Julia está bien es autobiográfico, es decir, aunque no todo lo que le ocurre a Julia le ocurrió a Juliana (la abuela de Bárbara Montes) es muy fácil imaginarse a su abuela en aquellos años, viviendo algo muy similar. A Bárbara Montes le ha quedado una novela para el recuerdo. De una sola vez, ha conseguido que el lector se enamore de esta historia, pero también ha logrado algo más importante, que conozcamos a Juliana porque, como ella misma nos explica en el epílogo:
Lo has conseguido, Bárbara.
[Fuente: Imagen de la cubierta tomada de la web de la editorial]
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