Pocos son los libros sobre feminismo que he leído y que están escritos por hombres. Sería interesante contabilizar cuántos varones han dado el paso. A mí me parece importantísimo que sea un voz masculina la que visibilice el pozo oscuro del machismo. Me asomo a las tertulias, leo artículos, busco publicaciones. En la mayoría, somos nosotras las que estamos ahí detrás, como si fuéramos un bando. No es así. Quiero escuchar a los hombres hablar de violencia de género, a muchos hombres. Quiero que me cuenten cómo lo ven ellos, cómo lo perciben, qué sensaciones tienen. Quiero que otros hombres me cuenten si han sido testigos de tal o cual comportamiento o si, en algún momento, ellos también ha caído en esa red maldita. Por eso, cada vez que un hombre publica un libro sobre feminismo aplaudo atronadoramente y me asomo con avidez a unas páginas que no me van a contar nada que ya no sepa pero que, al menos, lo que van a contar, será con la voz de un hombre.
Javirroyo, diseñador gráfico e ilustrador, acaba de publicar Laborachismo, un libro ilustrado -con lo que me gustan-, que nos muestra escena a escena, todos los capítulos de una historia, la del machismo, que debería haber quedado erradicada, enterrada y olvidada hace mucho, mucho tiempo.
Javirroyo.- Sí, lo soy a ratos, como todo el mundo, pero por lo menos lo intento. Es lo único que te mueve, que te empuja a existir. Tengo que confesarte que eso lo he escrito yo (risas), pero es que me parecía muy bonito reivindicar ese objetivo del ser humano, y dejar de hacernos el tristón y el interesante. Yo no soy un autor torturado. A mí me define mucho mejor eso de ser un tipo feliz.
M.G.- Laborachismo es tu nuevo libro. Un título que encierra un juego de palabras. Todos sabemos que el machismo campa a sus anchas, pero ¿es el ámbito laboral donde más presencia tiene?
J.- Sí, es donde más se ve. Creo que el trabajo en sí está hecho por y para el hombre.
Mira, hay un estudio que ha hecho Laura Sagnier, lleno de datos sobre la igualdad. Estuve conversando con ella para que me contara cosas. Ella afirma que las mujeres entienden su vida y su trabajo de manera conjunta. Hablo de forma generalizada. Es decir, cuando una mujer entra en su trabajo, entra con toda su vida al completo. La mujer no concibe ningún tipo de división entre la vida y trabajo. Sin embargo, el hombre, y de nuevo te hablo de forma generalizada, si sale de casa para ir a trabajar, su vida se queda atrás, y se centra en el trabajo.
En realidad, esto que hace el hombre debería ser así para todos pero claro, llega el covid, y nos mandan a teletrabajar. ¿Qué ocurre? Pues que ambos ámbitos se mezclan. ¿Y quién se hace cargo del noventa por ciento de todo a la vez? Pues las mujeres, también. ¿Por qué? Pues porque para ellas, ese ha sido siempre su planteamiento. Por esto te digo que hay muchos aspectos del mundo laboral que están únicamente orientados al hombre. Siempre decimos que la tecnología y el trabajo evolucionan muy rápido, pero los derechos sociales y la igualdad van siempre por detrás. Y lo hemos visto claramente durante el confinamiento.
M.G.- Te tengo que confesar que a mí tu libro me ha provocado rabia, tristeza, opresión, angustia,... Es más, a veces me han entrado ganas hasta de llorar. Tus dibujos reflejan escenas que es la cruda realidad. ¿Y sabes lo peor? Que entiendes que vives situaciones de las que no eres consciente.
J.- Ya. Eso da mucha rabia. Pero te diré algo. Esto que te pasa a ti, también le ha pasado a amigos míos. Algunos me han dicho que, si no han sido ellos los que han provocado alguna situación como las que se ven en el libro, sí han sido testigos, han estado presentes y se han callado. Y ese silencio, también es una forma de participar en situaciones machistas.
M.G.- ¿Se habla de estos temas entre nosotras?
J.- Se habla poco porque aún perdura ese miedo a que la víctima acabe siendo juzgada. Y los hombres, o no nos enteramos, o no nos queremos enterar. Este ejercicio de preguntar a mujeres y de intentar empatizar con ellas tampoco es tan complicado. Nos habrán educado de tal o cual modo pero hay que intentar romper esta educación machista.
M.G.- Sobre este tema, pocos hombres se atreven a escribir. Hay mucha literatura sobre feminismo y machismo escrita por mujeres, pero sois pocos los que habéis dado el paso adelante.
J.- Sí. Haría mucho bien que fueran muchos más hombres los que dieran ese paso. Los hombres deberíamos cambiar mucho para que, al final del camino, pudiéramos colocarnos al lado de la mujer y luchar junto a ella. El feminismo es un movimiento liderado por mujeres y en el que las protagonistas son las mujeres, pero la lucha es de todos. Tenemos que ayudar para que se borre cualquier tipo de desigualdad.
Mira, cuando un hombre escribe de estas cosas, no falta a su lado esa gente conservadora que te da caña y te dicen de todo. Me han llegado a decir cosas tan divertidas como «mangina», es decir, hombre vagina. Lo dicen como un insulto pero a mí me da igual. Si lo comento es porque me parece hasta gracioso. Y aparte, también te topas con otro sector, con feministas que no están muy de acuerdo en que los hombres emitamos opiniones sobre el feminismo.
M.G.- ¿Cómo?
J.- Sí, sí. No pasa nada. Todas las opiniones son discutibles y está muy bien que haya opiniones diferentes. Obviamente, no estoy de acuerdo con esas afirmaciones. Creo que no tenemos que ser protagonistas de nada, pero tenemos que dar ese paso, y cuantos más hombres lo den, mucho mejor. Es más, los hombres tendrían que hablar de este tema con otros hombres. ¿Por qué no pueden los hombres hablar de feminismo? Es igual que si tú, mujer blanca, hablaras de racismo. Siempre digo que este es un libro escrito por un hombre blanco, heterosexual, con privilegios, pero eso no me impide actuar, hacer algo contra el machismo. Y no digo que me tenga que poner a lanzar dogmas y a decir lo que hay que hacer, sino simplemente trato de mostrar situaciones reales y ponerlas encima de la mesa. Ser honesto.
M.G.- ¿Tú has conseguido erradicar actitudes machistas?
J.- Mira, intento pensar de forma igualitaria pero, mientras más aprendo de este tema, más cuenta me doy que tengo todavía mucho trabajo por hacer. Por ejemplo, se me escapa utilizar la palabra «coñazo», pero son cosas arraigadas que hay que erradicar con el tiempo.
M.G.- Pero Javi, si yo entiendo que es lo que hemos mamado desde pequeños. Si yo, como mujer, adopto actitudes machistas, el famoso micromachismo, y no me doy cuenta. Tengo 51 años y me han dado esta educación. Y a mi marido, que se ha criado entre mujeres y se lleva muchos años con sus hermanas, le pasa igual. Es que es lo que hemos mamado. Es como un tatuaje que para borrarlo, tienes que usar láser. Y hay que hacerlo, sí, pero cuesta.
J.- Lo tenemos integrado, sí. Y no se trata de hombres o de mujeres. La cultura en la que nos han criado nos ha calado a todos por igual. Desactivar este tipo de actitudes no es fácil. En ciertos entornos de hombres es muy difícil erradicar todo esto. Yo me he tenido que salir de algún grupo de Whatsapp, de amigos de toda la vida. Estaba cansado de determinados comentarios hacia la mujer. Y no te hablo de cosas de humor, sino de comentarios denigrantes. Pero a los hombres nos cuesta mucho significarnos ante otros hombres. El verdadero escollo está en cómo nos han educado y en que nos han dicho cómo tenemos que comportarnos frente a otros hombres. Nos han dicho que un hombre no puede decir que está triste o que tiene depresión, o que ha llorado con una película.
M.G.- Ya. El hombre tiene que ser un tipo duro. Y otra cosa que me preocupa enormemente. Yo ya tengo una edad y me crié como me crié pero, ¿y las chicas jóvenes? Se escucha cada cosa que me dejan de piedra.
J.- Sí. Hay ejemplos muy claros en ciertos programas de televisión como, por ejemplo, La isla de las tentaciones, o cualquier otro reality sobre relaciones. Roy Galán ha estado muy pendiente de este programa y ha sido capaz de convertirlo en material para hablar de las relaciones, la igualdad y el feminismo. Pero la sociedad es tan compleja hoy día que no es lo mismo ser feminista con dinero que serlo sin dinero. Quiero decir que existen también los privilegios de clase. Es algo que no se puede negar. Hay chavales y chavalas que no tienen incorporado este chip de feminismo, esta forma de pensar más igualitaria, sino que se basan más en estereotipos más tradicionales. Pero no se puede generalizar ni en un sentido ni en otro. Sé que hay una parte más retrógrada, con la que parece que vamos hacia atrás, donde la mujer sigue siendo un icono sexual, donde ese rol perdura en el tiempo pero, también hay otra parte de la juventud con una mentalidad muy abierta, que hablan de sus tendencias sexuales desde bien jóvenes.
M.G.- En el libro introduces testimonios reales, que se alternan con las ilustraciones de escenas. He flipado con todos ellos.
J.- Sí, son historias completamente reales que me han ido contando. Lo único que he hecho es cambiar los nombres para que sean anónimas. Creo que todas las que aparecen en el libro son muy interesantes, como el caso de la chica que trabaja en un laboratorio, con una mujer como jefa, pero que también sufre machismo. Porque también hay machismo entre las mujeres.
M.G.- Tus ilustraciones son de líneas simples. ¿Marca de la casa?
J.- Es mi estilo. El hecho de contar las cosas de manera simple, me ayuda a conectar con más gente. Trabajar con formas muy universales, donde ni los personajes tienen cara, permite empatizar más. Son dibujos rápidos que no implican mucho trabajo técnico.
M.G.- De acuerdo. Gracias, Javi, por el libro y por la charla.
J.- Gracias a ti.
Sinopsis: Hace mucho tiempo, en una época muy, muy lejana llamada Paleolítico, las mujeres y los hombres del planeta Tierra pudieron estar en pie de igualdad. Pero el Homo machus, un ser que se creyó superior, institucionalizó la violencia y la dominación sobre la mujer e instauró el perverso Imperio Patriarcal, que dirige desde una estación acorazada con potencia suficiente para impedir cualquier perspectiva de progreso femenino. Desde entonces, algunas tropas rebeldes han logrado pequeñas victorias, pero, tras varios milenios, ha llegado la hora urgente de la deconstrucción del LABORACHISMO.