Hermana. (Placer). Este es el título de la última novela de María Folguera, escritora y gestora cultural, al frente del Teatro Circo Price de Madrid. Este título, llamativo de por sí, encierra la esencia de una novela que se vertebra en dos ramas. Por un lado, la amistad de la narradora con una mujer, a la que la une una relación de complementariedad. Por otro, el proyecto de escribir una enciclopedia que recoja momentos felices en la vida de un buen ramillete de autoras españolas, como Elena Fortún, Matilde Ras, Carmen Laforet, o Carmen Martín Gaite,... Perseguidas por la sombra del infortunio, la narradora de esta novela pretende ofrecer de todas ellas una imagen mucho más luminosa.
Marisa G.- María, me gusta mucho tu trayectoria profesional. Dramaturga y gestora cultural, el coronavirus ha hecho trizas el sector. No sé si sentís que está ya resurgiendo.
María F.- La cultura siempre ha sido un ámbito muy frágil y quebradizo, que se ve alterado por cualquier crisis y la pandemia, obviamente, no ha sido una excepción. Actualmente soy la directora artística del Circo Price y como tal he vivido el cierre, pero también he tenido el privilegio de poder reabrir con aforo limitado y todas las medidas de seguridad. Ha sido una temporada dura pero también ha sido bonito ver cómo le público ha ido respondiendo y cómo se ha comportado de forma responsable. Como gestora, he recordado la importancia de seguir haciendo teatro incluso en tiempos difíciles.
M.G.- Se agradece. Y centrándonos en tu novela, hay que reconocer que tiene un título llamativo. Su disposición casi que ya nos da a una pista sobre lo que podemos encontrar en su interior.
M.F.- Es un título raro que resulta más fácil leerlo que decirlo en voz alta. Le dimos muchas vueltas pero veía que era importante reflejar la dualidad de la trama entre las dos amigas, con la palabra «Hermana», y la trama de la investigación de la enciclopedia, que correspondería a la palabra «Placer». Quería construir una especie de conflicto entre las dos palabras. Me parece que la extrañeza que genera es muy adecuada para una novela como esta, que no es nada convencional, porque tiene dentro una enciclopedia.
M.G.- En una de las tramas, la que responde a la palabra «Placer», te centras en dibujar los mejores momentos de ciertas escritoras muy reconocidas. ¿Hay un intento de desdramatizar la vida de estas mujeres, de romper con esa imagen gris y triste que siempre las ha perseguido? En algún momento tuvieron que ser felices, ¿no?
M.F.- Sí. Venimos de una educación en el que el placer ha estado asociado al pecado, a la pérdida de tiempo, o al egoísmo. Eso se refleja en la dificultad que hay para encontrar testimonios en los que estas escritoras hablen de momentos de placer personal. Dejan pruebas escondidas en cartas, en diarios,... Siempre en materiales privados o secundarios, pero no en sus obras principales o en sus entrevistas, como escritoras de prestigio.
La protagonista de esta novela, con la que me identifico, necesita ampliar esta imagen del canon porque el que conocemos es un poco castrante. Siempre se nos ha estado diciendo que las modelos que admiramos vivieron una existencia sacrificada, en la que tenían que elegir entre la literatura y la vida. Todas esas leyendas que giran alrededor de estas mujeres no te dan jamás un referente positivo. Son mujeres a las que admiras y que acabaron muy mal. Pero lo interesante es que, a pesar de que algunas de ellas se suicidaron, si te acercas a sus vidas, te das cuenta de que también tuvieron momentos de disfrute, de risas, de logros.
M.G.- ¿Y esto es algo que se solo se produce en las escritoras? Quiero decir, ¿hay casos similares con los hombres?
M.F.- Creo que se ha contado de forma distinta. Cuando se habla del canon de escritores se les tiende a retratar de una forma heroica, mientras que en el que caso de las mujeres es más como un martirio. Es mucho más nutrido y poblado el canon masculino y nunca se ha explicado sus vidas en esa clave de fracaso o martirologio.
M.G.- Y estamos hablando en todo momento de escritoras pero, hasta la misma narradora, se plantea que esta idea es extrapolable a otros ámbitos, a las actrices, a las cantantes. Hay un áurea de dolor que flota sobre las mujeres creativas.
M.F.- Sí, totalmente de acuerdo. Tradicionalmente ha sido así siempre pero, cuando te acercas y miras con detalle la vida de estas mujeres, te das cuenta que han llevado vidas ricas, con dobleces, con pequeños triunfos. Me parecía interesante el ejercicio de acercarme, de renunciar a lo legendario, o al tópico, para probar a mirar desde otras perspectivas y descubrir así en qué te pueden sorprender escritoras como Rosa Chacel o Carmen Laforet, sobre la que pesa una leyenda muy fuerte.
M.G.- De todos modos, esta Enciclopedia de Buenos Ratos de Escritoras que se propone escribir la narradora es ficción pero oye, tampoco es tan mala idea.
M.F.- Sí, no estaría mal. No lo descarto. Para la novela he elegido a muy pocas escritoras pero para una enciclopedia tendría que hacer un trabajo mucho más profundo, de la A a la Z. En esta ocasión, me he dejado fuera muchísimas escritoras como Josefina Aldecoa o Emilia Pardo Bazán que, en esta novela ni se la menciona, pero en la enciclopedia se llevaría unas treinta páginas, porque ella fue una gran vividora.
M.G.- De todas estas mujeres, Elena Fortún es la más importante. Hablas muchísimo de su vida en esta novela pero también la has llevado al teatro. ¿Qué tiene esta mujer que tanto te fascina?
M.F.- Me interesa especialmente porque es una especie de paradigma de escritora infantil muy popular, con un éxito enorme, pero que precisamente por eso ha sido ignorada por el canon o por el relato oficial histórico. A la vez, fue una mujer con una vida riquísima, que han reconstruido sus investigadoras, formando parte de ese movimiento asociativo de los años 30 -el Lyceum Club-, con su faceta como periodista y política, y con la publicación de una serie de novelas para adultos como Oculto sendero, publicado en 2017. Eso nos permitió acceder a un manuscrito increíble sobre el deseo erótico entre mujeres, un secreto que ha permanecido intacto, sin pasar por edición ni censura. Es como si ahora pudiéramos acceder a los secretos de una tatarabuela. El libro nos permite ver que la vida de 1916 se parece a la nuestra en cuanto a los retos que supone la educación sexual o la malas experiencias sexuales, el deseo no pronunciado o no conseguido. Elena Fortún tiene una faceta rica y compleja como escritora pero luego, como mujer, me resulta muy interesante que pasara por distintas décadas de España que fueron tan significativas, como los años 30 y 40. No quería que ella fuera la única figura del libro y eso me ha permitido reencontrarme con Carmen Martín Gaite, de las primeras reivindicadoras de Fortún, y con otras escritoras más.
M.G.- Y te centras principalmente en nombres castellanos, con poquísimas referencias a las anglosajonas.
M.F.- Sí, efectivamente. Al principio, en una primera versión que escribí de esta novela en 2018, había escritoras inglesas también. Pero fue a raíz de los trabajos teatrales que hice de Elena Fortún en 2019, cuando decidí centrarme únicamente en las españolas porque ellas dibujaban un mapa suficientemente rico. Aunque la mayoría de nuestras mitomanías son anglosajonas, al final, lo que nos han enseñado en el cole o lo que veíamos en las ferias del libro son escritoras españolas. Hay algo esa influencia inconsciente.
M.G.- Y al margen de esta enciclopedia con todas estas mujeres, otra parte del libro tiene que ver con la propia narradora. Por poca cosa que sepamos sobre ti, vemos muchos paralelismos entre tu vida y la vida de la narradora. ¿Es un alter ego?
M.F.- Bueno, ella está inspirada en mí pero, ciertamente, no soy yo. Mi faceta como gestora cultural no está recogida en este libro, pero sí aparece esa parte de mí como madre, divorciada, o como investigadora de escritoras. La amiga antagonista está inspirada en mi amiga Julia de Castro, actriz, músico, cantante... Por lo tanto solo hay inspiración pero no existe un compromiso autobiográfico.
M.G.- La novela, entendida también como un alegato en favor de la amistad, se puede considerar como epistolar, aunque no tenga el formato propio del género.
M.F.- Sí, porque empleo una segunda persona. La narradora necesita de la amiga para encontrar su propia voz, necesita de su compañía y de su apoyo. En todo esto hay un juego, hay mucho de literatura compartida, porque no hay libro si no hay con quien compartir lo que escribes. No sé muy bien cómo explicarlo. En muchas ocasiones al escritor se le mitifica y se le dibuja como un ser aislado, puro, que le bajan las ideas del cielo pero, en realidad, todos escribimos para los demás. Sin soporte, sin lectores, sin amigas, sin gente que ha creído en ti, no hay libro. No se puede llegar a puerto sin ayuda de los demás.
M.G.- Es muy llamativo el contraste entre la narradora y las dos amigas. Son dos personalidades muy diferentes.
M.F.- Sí. Yo al principio lo veía como la fábula del rizoma y la mariposa. Una es una raíz y la otra vuela libre. Ese antagonismo me parecía que podía empujar la novela hacia delante. Por un lado está el eje de la enciclopedia y por el otro, está la amistad entre las dos mujeres. Ese contraste es el que hace que la mujer rizoma, la que se parece más a mí, no sepa a veces lo que quiere, ni qué son para ella los buenos ratos. Pero, de repente, aparece la mariposa, esa amiga que la saca de quicio y la provoca, pero que también la anima a salir de su parálisis, de sus miedos. La amiga también encuentra un referente importante en la mujer rizoma, en la que tiene casa, hija y pareja estable. Una y otra se complementan y se enriquecen. Lo importante es entender que ninguna funciona sola.
M.G.- En la esfera íntima de la narradora aparece «el novio». Me ha encantado la forma de definirlo. «El novio» en vez de mi novio, teniendo en cuenta que ella es la voz de esta historia. Es como si se quisiera romper esa tendencia a la posesión.
M.F.- Es interesante esta lectura. Podría ser. Se habla de «el novio», de «el exmarido»,... Mientras que, por otro lado, se insiste mucho en los nombres propios, aunque la narradora no dice nunca su nombre ni tampoco pronuncia el de la amiga. Parece como si, aunque está deconstruyendo la mitología de las escritoras, luego cuenta su vida personal casi con arquetipos.
M.G.- Es la primera novela en la que me enfrento de lleno a la era Covid. He hablado con algunos escritores que han preferido ubicar sus tramas en el antes o en el después. Tú no has querido eludir la pandemia.
M.F.- No. Como te digo, escribí una primera versión en 2018, pero la empecé a reescribir en febrero de 2020, centrándome en estos dos ejes que hablamos. No tenía previsto que apareciera la pandemia en la trama pero, cuando en marzo nos confinan, me tomé unas semanas para pensar qué hacer. Al final, decidí continuar e incorporar la pandemia. Es más, aproveché la catástrofe mundial para poder llevar a las amigas a un nuevo punto, que para ellas fuera como una prueba más de su amistad.
M.G.- Hablas de los placeres de las escritoras pero ¿cuáles son los buenos momentos y los placeres de María Folguera?
M.F.- Me gusta mucho ir descalza y sentir con la planta del pie los diferentes suelos y texturas. También, y ahora que mi hija tiene cinco años, estoy disfrutando mucho de esos momentos en los que ella está jugando por su cuenta y yo estoy leyendo. He tardado cinco años en vivir esta experiencia y me está resultado un placer inmenso.
M.G.- Gracias, María.
M.F.- Gracias a ti.
Sinopsis: Esta es la historia de una amistad de diez años, de los veintiséis a los treinta y seis, pero podría ser la fábula del rizoma y la mariposa: la protagonista se hunde en el arraigo -vive en la casa familiar, tiene una hija, escribe-, mientras su amiga es actriz, cantante, torbellino de photocall y planea irse por enésima vez, huir de Madrid, a Texas quizá. También es la historia de un empeño: la narradora escribe la "Enciclopedia de los Buenos Ratos de las Escritoras", una obra que conseguirá hablar de placer. Se acabó el martirologio, se acabaron los dramas y el sacrificio como única versión disponible. "Hermana. (Placer)" está basado en hechos reales, pero ficciona y fantasea. La autora indaga sobre lo que callaron algunas escritoras que admira: Elena Fortún, Rosa Chacel, Matilde Ras, Carmen Laforet, María Lejárraga, o Teresa de Jesús. Sus textos, escritos desde la represión, la ambigüedad, el menudísimo goce o la duda, la ayudaron en aquella primavera de 2020, cuando su amistad se miró a la luz de una rotura inesperada. María Folguera (Madrid, 1984) es escritora, dramaturga, directora de escena y gestora cultural. Ha recibido distintos premios de narrativa y teatro.