Autor
José Antonio Ramírez Lozano (Nogales, Badajoz 1950) es licenciado en Filología y profesor jubilado de Secundaria. Autor de más de 90 obras, premiadas las más de ellas con galardones significativos, como el Juan Ramón Jiménez, Claudio Rodríguez, José Hierro, Blas de Otero, Ateneo de Valladolid, Azorín, Felipe Trigo y Emilio Alarcos Llorach de novela, entre otros. También tiene en su haber el Lazarillo de literatura juvenil. En 2010 obtuvo el Premio de la Crítica Andaluza por la novela Las manzanas de Erasmo.
Sinopsis
Lo de aprobar el curso estaba aún por ver. Lo digo por el calor. Acostumbrado al frío de Castilla y con un cuerpo como el mío, que es mantecoso y blanco como el de mi madre, lo de los cuarenta grados resultaba una crueldad. Hay que tener en cuenta que cuando llegamos en septiembre a Sevilla, en Valladolid estaba ya el invierno y, en cambio, aquí hacía un calor pegajoso. Un calor pegajoso y dulce, de esos de uva fermentada, que engorda las moscas, las pone borrachas y acaban siguiéndote a todos sitios. Pesadas y torpes las moscas, igual que el día aquel que les dio por venirse conmigo al instituto.
[Información tomada directamente del ejemplar]
Ya están los niños de vacaciones. Contadme, ¿cómo os estáis organizando? Cuando llegan las vacaciones escolares, los padres de mi alrededor que todavía tienen niños pequeños se quiebran la cabeza pensando qué hacer con sus hijos cuando ellos tienen todavía que acudir a un trabajo. Las alternativas son las que son. Si ya son pre-adolescentes se quedan solos en casa, a riesgo de que te monten un desaguisado, o también están los campamentos de verano que esquilman el bolsillo de los padres. Pero, de toda la vida, la solución más económica y tranquilizadora era dejarlos con los abuelos. Claro, eso era antes del Covid. Ahora no sé si hay muchos nietos que pasan este tiempo con sus mayores. En cualquier caso, ¿qué hacen tus hijos durante las vacaciones?¿Se pasan el día pegados al móvil? ¿Ven la tele? ¿Juegan con las consolas? Decidme si vuestros hijos leen cada día porque no siempre se cumple el «si tú lees, ellos leen». Hoy en día hay un montón de libros infanto-juveniles para leer especialmente en verano. Vas a una librería y la oferta es generosa. Son libros llenos de aventuras y color, que te proponen unas cuantas horas de entretenimiento, en los que los protagonistas son los mismos niños. Así que, aprovechando que estamos en las fechas que estamos y que hay que incitar a leer a los más pequeños, hoy vengo a hablaros de Maldita lechuza de José Antonio Ramírez Lozano.
Siempre lo digo. Soy la tonta de las cubiertas y esta me pareció tan bonita y simpática. Maldita lechuza cuenta la historia de Tinoco, un joven cuya familia se traslada desde Valladolid a Sevilla. Su padre es militar y cuando lo nombran comandante se tienen que mudar a la ciudad de la Giralda. Así que Tinoco tiene que partir de cero. Adaptarse a una nueva ciudad, ir a un nuevo instituto y hacer nuevos amigos. No es cosa fácil. Al principio ocurre lo normal, que todo el mundo lo ignora.
Los compañeros de clase piensan que «el nuevo» es demasiado fino en el habla. Pronuncia absolutamente todas las letras con una claridad prístina, cuando resulta que todos ellos acostumbran al ceceo tan típico en Sevilla. Así que, solo por su forma de hablar, Tinoco no es acogido de buen grado. No obstante, cuando el joven propone crear un periódico escolar parece que termina por captar la atención de sus compañeros. Tinoco formará equipo con dos alumnos -Casado y Marina- y juntos tratarán de hacer un periódico de calidad, con noticias absolutamente actuales, tanto, tanto que.... Bueno, este detalle no os lo cuento. Lo que sí os puedo decir es que comenzarán a producirse hechos insólitos y mágicos. Se meterán en algunos líos y tendrán que huir porque los acusan de brujos y hechiceros, siendo perseguidos por un personaje con tintes siniestros.
Maldita lechuza es una novela breve de aventuras y acción, en la que el mayor protagonismo se lo llevará el joven Tinoco. Pero, junto a él, también veremos a otros personajes como Julio Casado, «un muchacho larguirucho y rubio como un arcángel con hambre», con aspecto de líder nato; Pedrito Rufo, «un tipo grandote, con una narizucha desnortada que le obligaba a mirar de medio lado, como con maldad», con una risa fría que denotada la oscuridad de su alma. Entre los profesores encontramos a don Anselmo, el de Mates, que se caracteriza por una mella en su dentadura, o don Félix, «un tipo listo que sabía valorar a las personas y además no se callaba una». Pero, de todo el grupito de personajes hay dos que son especialmente importantes. Por un lado está doña Lupe, la madre de Marina, una mujer que tiene un curioso problema fisiológico. Esta mujer sufre de repentinos y monstruosos estornudos que la obligan a permanecer en cama. Pero su problema no se queda ahí sino que acarrea ciertas consecuencias. La mujer tiene un don peculiar.
Por otro lado está Mantero, el conserje del instituto, un individuo que vive «agazapado en aquel cuartillo debajo de la escalera, oliendo a tinta y a papel, como un demonio poderoso que no se dejase arrebatar su fragua». Mantero parece, a simple vista, un tipo simple pero esconde un secreto muy oscuro que Tinoco y sus amigos terminarán por descubrir.
Maldita lechuza me ha traído a la mente constantes remembranzas de las obras de Roald Dahl. Esta historia tiene esa ternura de las novelas del autor británico, en las que ocurrían aventuras escolares. He recordado a Matilda, a James o al niño del dedo mágico. Pero siendo una obra con mucha magia, en ocasiones también me ha venido a la mente la figura de Harry Potter, aunque mucho menos sofisticado, eso sí. Creo que el público infantil conectará inmediatamente con Tinoco y sus amigos, y a los adultos, la lectura de esta novela, nos dejará una sonrisa dulce en los labios, al recordar aquellos años de colegio en los que cualquier minúsculo detalle se convertía en una aventura.
Y, aunque sea un libro infanto-juvenil, tiene su porción de crítica. De todos es sabido que en Sevilla el calor aprieta lo suyo. Por estas latitudes sufrimos «un calor pegajoso y dulce, de esos de uva fermentada, que engorda las moscas, las pone borrachas y acaban siguiéndote a todos sitios», por lo que el aire acondicionado se convierte en una necesidad vital, no solo en los hogares, sino también en los centros de trabajo y, por supuesto, en las aulas. Pues nada, aquí los colegios públicos son hornos, una circunstancia que sale a relucir en el texto más de una vez. Pero Maldita lechuza también es una obra que incluye algún tipo de mensaje moralizante que, en edades tempranas, resultan tan necesarios. En algún momento de la narración, se nos enseña que cada uno debe forjar su propia opinión, sin dejarse arrastrar por lo que piensen los demás porque, «lo que la mayoría opina no siempre es lo acertado. Que si los que votan son unos vulgares, saldrá elegida la vulgaridad». Ahí queda eso.
Maldita lechuza está escrita en primera persona, en la voz del propio Tinoco. Cuenta con un total de doce capítulos, de corta extensión, en los que abunda el diálogo pero carece de cualquier tipo de ilustración. Con un guiño hecho a la propia editorial - el instituto de esta historia se llama Algaida-, Maldita lechuza contiene una historia divertida, con su parte de intriga, que genera mucha ternura en el lector a través de unos personajes zalameros y simpáticos, que nos acompañarán por unas horas.
Me parece una lectura ideal para vuestros hijos, -y para vosotros, adultos-, que tendrán que averiguar qué tiene que ver la lechuza que figura en la cubierta con lo que se narra en la historia. ¿Algún personaje siniestro? Venga, a pasadlo bien.
[Fuente: Imagen de la cubierta tomada de la web de la editorial]
Puedes adquirirlo aquí: