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RAQUEL RIBA ROSSY: ❝Llevar siempre el traje de mujer intelectual, perfecta y excelente es cansadísimo❞

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Amo a Lola Vendetta. Me gusta su humor lleno de ironía y esa forma de impartir justicia que no siempre vemos en la vida real. Me gusta la humanidad del personaje, su naturalidad, su espontaneidad. Siento que tiene una manera de mirar el mundo muy afín a mí y por eso me resulta sencillo empatizar con ella. Creado por Raquel Riba Rossy, el personaje de Lola ya ha protagonizado cuatro libros -Más vale Lola que mal acompañada, ¿Qué pacha, mamá?, Lola Vendetta y los hombres. El último se titula Una habitación propia con wifi, que supone un viaje al interior del que el personaje saldrá totalmente renovado.

Riba Rossy visitó Sevilla hace unas semanas. Sentadas al arrullo de una fuente fuimos desgranando esta nueva experiencia de mi querida Lola.

Marisa G.- Raquel, esto te lo habrán preguntado muchas veces pero como es la primera vez que hablamos, me gustaría saber cómo nace el personaje de Lola Vendetta.

Raquel R.- Nace en Barcelona, en 2014. Por entonces, yo vivía en un piso con cinco estudiantes. Todas mujeres.  Nos llevábamos muy bien y hablábamos mucho de las cosas que nos pasaban únicamente a nosotras, las mujeres, pero no desde una perspectiva feminista. Sencillamente, hablábamos del día a día, a veces desde la indignación, desde aquello que nos hacía sentir incómodas. Fue entonces cuando se me ocurrió crear a Lola Vendetta, como personaje que trata de vengarse, desde el mundo de la fantasía, de los miedos y de las cosas que nos ocurrían en la calle, que no podíamos afrontar porque teníamos una barrera de temor. 

M.G.- Es decir, es un personaje a través del cual haces denuncia de cosas que no te atreves a decir de viva voz.

R.R.- Entonces, sí. Ahora ya soy capaz de decir muchas cosas por mí misma.

M.G.- ¿Te ves reflejada en ella?

R.R.- Sí, aunque la gente tiende mucho a confundir el personaje conmigo. Yo soy mucho más blanda y ella es mucho más beligerante que yo. Quizá, y precisamente por eso, me inventé el personaje.

M.G.- Raquel, hago un inciso. He leído en tu biografía que estás grabando tu primer álbum de música.

R.R.- Sí, era un proyecto pendiente que he tenido aparcado durante mucho tiempo porque me volqué mucho en Lola. Estudié Bellas Artes, me puse a dibujar muy pronto, así que siempre he estado ocupada dibujando. Pero aproveché la circunstancia del confinamiento para lanzarme a la música. Pensé que si el mundo se iba a acabar, tenía que grabar, como mínimo, un disco. 

M.G.- ¿Y con qué estilo musical nos vas a sorprender?

R.R.- Hay un montón de estilos distintos, desde boleros, chacarera, regaee, hasta una cumbia y un vals. Hay un mejunje de estilos que he escuchado durante toda mi vida.

M.G.- Me apetece escucharte. Pero, volvamos al libro. Este volumen empieza con la siguiente frase: «Hace tiempo mi cuerpo y mi mente entraron en guerra». ¿Quién entró en crisis Raquel o Lola?

R.R.- Ambas. Como te digo, siempre he utilizado a este personaje para digerir cosas que me pasan a mí. Siempre pienso que lo que me ocurre a mí, también le ocurre a otra mucha gente. Las circunstancias de cada uno son muy parecidas a las de los demás, y eso nos conduce a sentimientos similares. Por eso hablo desde mí, sabiendo que hay gente que ha vivido algo igual o que se le parece mucho.

M.G.- En las páginas finales comentas que este libro ha supuesto tu resurrección. ¿Has salido renacida?

R.R.- Sí, totalmente. Me enfermé mucho por exceso de estrés, tensión y trabajo. Y puede sonar a tópico pero llegó un momento en que tuve que parar para empezar de cero. Me confiné con una amiga que me ha servido de inspiración para el personaje de Maite, aunque este ya existía. En aquellos días le comentaba que me sentía feliz. Todos los días. Había olvidado lo que era eso. Había dejado de ser yo misma. Pero conseguí volver a sentirme feliz cada día que despertaba y me hacía el propósito de seguir siendo feliz durante todo el día. Fue una sensación muy bonita.

M.G.- Pues, por regla general, nos solemos levantar de mal humor y pensando en la cantidad de obligaciones que tenemos que encarar ese día. Tiene que ser un gusto levantarse feliz.

R.R.- Es que lo raro en mí era estar siempre quejándome de las cosas. Me gusta alegrarle la vida a los demás y encima tengo la gran suerte de trabajar en algo que me apasiona. En realidad, no puedo quejarme de nada pero fue una etapa en la que no me sentía bien.





M.G.- Pues he ido anotando frases de Lola que me parecen muy significativas. Por ejemplo, «Tengo que ser abundante, tengo que ser abundante, tengo que ser abundante». Ella se repite esta frase como un mantra. No hace mucho hablaba con Najat El Hachmi sobre esa tendencia que tenemos las mujeres a exigirnos más de lo que nos exige la propia sociedad.

R.R.- Esto tiene un origen muy sencillo. En la historia de la humanidad, los hombres han tenido representación masculina en todos lados y han tenido referentes de todo tipo, incluso en la mediocridad. Viven a otro nivel de exigencia. Sin embargo, a las mujeres siempre se nos ha explicado que nuestro puesto es uno solo, frente a los muchísimos que pueden ocupar los hombres. Por lo tanto, es normal que caigamos en esta actitud de auto-exigencia, que nos acaba obsesionando. La razón es que todavía no existe igualdad real en ningún ámbito. A eso se añade que las mujeres tenemos terror a envejecer porque es como si caducáramos. Es algo que se ve en el mundo de la cultura. Las mujeres artísticas de más de cincuenta años parecen que han desaparecido en combate.

M.G.- Otra frase y además esta es muy llamativa. Dice Lola: «Estoy cansada de enfadarme con el mundo todos los días, de ser tan luchadora, tan feminista, tan activista o tan empoderada». Me ha encantado.

R.R.- Con esta frase tenía ganas de rescatar algo que nos pasa mucho. Constantemente, queremos demostrarle al mundo que somos mujeres muy empoderadas. Le tenemos mucho miedo a la vulnerabilidad porque en ese atisbo de vulnerabilidad puedes perder la oportunidad de tu vida como mujer.Verbalizar que no quiero ser siempre esa mujer que siempre lo está dando todo, que está constantemente luchando, que tiene que demostrar lo empoderada que es me ayudó mucho. A veces quiero ser una mujer mediocre, sentada en mi mediocre sofá, y viendo una serie muy mediocre que jamás ganará ningún premio porque no vale nada. Quiero estar en una cena con amigos y no tener que estar explicándole a la gente que he visto una serie muy interesante y muy culta. No quiero ser siempre ni la más intelectual, ni la más perfecta, ni la más excelente porque llevar siempre el traje de mujer intelectual, perfecta y excelente es cansadísimo. 

M.G.- No falta la crítica en el libro como la gestión económica de los países desarrollados o la adicción a la tecnología. Pero también hay pasajes muy personales, muy íntimos, como son esas escenas en las que Lola se enfrenta a la muerte de su abuelo.

R.R.- Quería hablar de la muerte porque me parece una gran maestra de muchas cosas. Creo que vivimos de espaldas a la muerte y a veces, cuando te la encuentras de frente, resulta que no es tan traumática. Cuando una persona mayor, que ha vivido mucho, ha amado, ha trabajado tanto se apaga, no tiene  por qué dejar un vacío tan grande. Poder acompañar a esa persona mayor en ese momento y poder mirar de frente a la muerte no siempre es tan dramático. Creo que son instantes en los que incluso puedes llegar a sentir paz. Sé que puede haber gente que se ofenda al decir esto. No se trata de que estés deseando que la otra persona muera, sino de entender que por fin, esa persona que ha trabajado tanto en su vida, ha encontrado un descanso muy merecido.

M.G.- Pero Raquel, tengo una curiosidad. Tú representas a la muerte como un individuo muy bajito y con acento argentino. ¿Por qué?

R.R.- (Ríe) Porque si la dibujaba de manera tradicional, -altísima y siniestra-, iba a dar una impresión que no quería. Quise quitarle esa imagen de maligna y preferí dibujar a un personaje al que le había tocado este rol sin haberlo pedido, lo que le genera una ansiedad brutal. La muerte de mi libro no sabe cómo lidiar con el papel que le ha tocado en suerte. Sabe que tiene una función terrible y se siente fatal porque no siempre toma buenas decisiones, o porque  se lleva a gente antes de tiempo. No aguanta la presión de su trabajo. Está tan estresado que necesitaría una terapeuta. Por eso tiene acento argentino. Además, es un tributo a mis amigas de allí.




M.G.- A Lola le sienta estupendamente bien el confinamiento mientras que al resto le sentó fatal, sin poder salir de las cuatro paredes de su casa.

R.R.-  Sé que mucha gente lo vivió muy mal pero las personas que tuvimos una etapa muy compleja y previa al confinamiento, aquel parón nos sirvió para escucharnos y para tomar algunas decisiones importantes. Evidentemente, en toda esta cuestión del confinamiento entra mucho en juego el tema de la salud mental. Aquel parón tuvo y tiene repercusiones psicológicas. Hay gente que ya no se reconoce como la misma persona y aunque sentimos que durante aquellos meses hubo un vacío enorme, creo que, en realidad, fue un espacio lleno. Al menos, en mi caso.

M.G.- Y a Lola también se la cuestiona. Por poner un ejemplo, con el tema de la maternidad. ¿Por qué la gente tiene la mala costumbre de meterse en la vida de los demás?

R.R.- Los seres humanos tendemos a una necesidad de control que rebosa los límites de la vida personal e invade espacios privados. Por otro lado, a la gente que toma las decisiones aceptadas por la sociedad le provoca mucho vértigo y miedo toda esa otra gente que tiene una vida distinta. Debe de generarles mucho malestar que los demás no sigan el mismo camino que ellos han tomado porque, de otro modo, no harían tantas preguntas. O te encajan en un patrón o despiertas dudas por tu actitud. No se dan cuenta de que existen otras realidades. El mundo está lleno de personas que están tomando decisiones distintas a las que has tomado tú. ¡Supéralo! 

M.G.-  (Risas) Cierto. Me gustan mucho las ilustraciones porque hay mucha diversidad cultural, algo que no siempre encuentro en los libros ilustrados. Te empeñas en mostrar la variedad que hay en el mundo.

R.R.- Sí, sí.  Qué bien que me preguntes esto. Es que cuando me siento en una terraza en Barcelona, con gente a la que acabo de conocer, uno es de Sevilla, el otro de Bogotá, el otro de París,... Esto es algo muy común en las ciudades. Los grupos de amigos y amigas están formados por personas que vienen de distintos lugares. Hace treinta años podías tener un amigo extranjero o, a lo sumo, dos. Pero hoy día, no. No tienes que moverte de tu ciudad para conocer a gente de otras nacionalidades. Se me haría muy extraño hacer un libro donde el único acento fuera el español. Para empezar porque, en mi día a día, hablo en castellano, catalán, francés e inglés con distintas personas de mi entorno.

M.G.- ¿Y qué importancia tiene la paleta cromática en tus ilustraciones?

R.R.- Al principio solo utilizaba boli negro y el rojo para la sangre pero con el tiempo me di cuenta que aquella combinación era muy agresiva para la vista e incluso generaba más haters. Así que decidí añadir gama de rojos y grises. Para la vista es mucho más relajante y permite introducir matices. 

M.G.-Viniendo de una familia donde hay pintores, dibujantes, gente tan creativa, ¿cabía la posibilidad de que te dedicaras a otra cosa que no fuera la ilustración y las Bellas Artes?

R.R.-  Apuntaba maneras desde muy pequeñita. Desde que empecé a hablar ya tenía un lápiz en las manos. Tengo algunos dibujos guardados, de cuanto tenía 5 o 6 años.  Ahora bien, si no me dedicara a la ilustración, creo que hay tantísimas profesiones que me gustaría ejercer que no sabría donde elegir. Me he planteado todas desde veterinaria, enfermería, medicina,... También me encantaría haber sido profesora de peques o haberme dedicado más profundamente a la música. 

M.G.-  De todos modos, quiero pensar que a Lola Vendetta le queda larga vida.

R.R.- Sí. Dibujar es otra manera de hablar para mí. Cuando termino un libro me digo a mí misma que voy a parar porque me siento quemada y la entrega ha sido muy difícil pero luego, a las dos semanas, ya estoy tomando notas para un nuevo libro. No lo puedo evitar.

M.G.- Pues no lo evites que a mí me encanta Lola. Muchas gracias por este ratito, Raquel.

R.R.- Gracias a ti.

Sinopsis: Lola Vendetta se ha volcado con tanta pasión en la defensa de la revolución femenina y la apuesta por una nueva masculinidad que no se dio cuenta de que en su interior se estaba gestando otra revolución. Su cuerpo y su mente, hartos de que los ignore, se han amotinado y amenazan con el colapso. Para colmo, su idea del amor se está resquebrajando. Todo la empuja a tomarse un respiro en el campo, pero ella aún no imagina las consecuencias de tener al fin una habitación propia (con wifi, eso sí): la eclosión de una nueva Lola Vendetta, libre y ecofeminista.




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