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MARTA JIMÉNEZ SERRANO: ❝Escribir y limpiar son tareas que permiten sacar la mierda❞

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Marta Jiménez Serrano (Madrid, 1990). Licenciada en Filología Hispánica por la UCM, cuenta con dos másteres, uno en Estudios Literarios y otro en Letras Modernas. Ha sido profesora de Lengua y Literatura en la Universidad de Lorraine (Francia) y ha publicado dos libros. El primero, La edad ligera, es un poemario, accésit del Premio Adonáis de Poesía en 2020. El segundo, es una novela, Los nombres propios, publicada por Sexto Piso. Sobre esta segunda obra mantuvimos una conversación hace unos días, al todavía bullicioso calor de este veranillo sevillano que se perpetua.

Los nombres propios, que empezó a escribir hace muchos años, narra la vida de Marta, desde que tiene siete años hasta alcanzar los veintinueve. Sus días de infancia, adolescencia e incipiente edad adulta no serán distintos a los de cualquier persona. Familia -padre, madre, abuela, primas-, veranos en la piscina, amores,... Pero, lo que convierte a esta novela en una extraordinaria publicación es su voz narrativa. Belaundia Fu, la amiga imaginaria de la protagonista, será la encargada de transmitir la vida de Marta.

Hablamos con la autora

Marisa G.- Marta, tu primer libro fue poesía y ahora te adentras en la narrativa. ¿Qué te anima a cambiar de género?

Marta J.- En realidad, no lo he vivido como un cambio de género. He ido escribiendo poesía y prosa a la vez. No tiene nada que ver la organización interna del escritor con el orden con el que posteriormente salen las obras publicadas. En mi cabeza siempre han convivido los dos géneros y ha dado la casualidad de que los dos libros han salido publicados en el mismo año.

M.G.- Primera novela con un proceso de escritura larguísimo. Quizá se deba a que, como comentas, has ido combinando los dos géneros y esta novela se ha ido quedando ahí, hasta que has decidido que estaba culminada.

M.J.- Sí. Tardo mucho en gestar. Cuando se me ocurre la primera idea, pienso, anoto,.. pero sin terminar de ponerme a escribir. Y luego también es que he tenido temporadas con mucho trabajo en las que no tenía tiempo para escribir. Pero, principalmente lo que ocurre, es que gesto lentamente los proyectos. Desde que se me ocurre la idea hasta que me pongo a escribirlos, para mí hay un tiempo de rumiar y cultivar que es importante.

M.G.- Imagino que, si una idea surge hace X años, irá evolucionando con el paso del tiempo, ¿no? 

M.J.- Sin duda. Para mí es como ir alimentando o regando la idea, hasta que llega un día en el que crees que está ya lista para trasplantar. Efectivamente, una tiene una idea que luego no es lo que termina siendo el libro, por eso yo necesito ese tiempo, para ver por dónde me lleva la idea.

M.G.- Y en esta primera novela, ¿qué intención hay detrás? No sé si pretendes contar ese paso, no poco traumático, de la infancia a la edad adulta.

M.J.- Sí, es una novela sobre crecer, sobre la búsqueda de la identidad porque crecer es pensar en quiénes somos, qué queremos, qué nos gusta. La motivación inicial era la de retratar la vida de la abuela de Marta, cuyo trabajo no se ha valorado nunca. Parece como si la abuela no hubiera hecho nada en su vida, a los ojos del mundo productivo de hoy. Pero, como digo, esa idea fue evolucionando y al final creo que habla de muchas más cosas.

M.G.- En cualquier caso, ese paso de la infancia a lo adulto, es un tema universal con el que el lector se siente identificado. Todos pasamos por ahí.

M.J.- Claro. Todo lo que se cuenta en esta novela, la relación con la abuela, el desamor, la muerte de alguien querido, o la frustración en la infancia, son temas transversales.

M.G.- La protagonista de esta novela es Marta pero la historia está narrada por una voz peculiar, la de Belaundia Fu, su amiga imaginaria. Redactando esta pregunta el otro día, me surgió una duda. ¿Quién es realmente la protagonista, Marta o Belaundia?

M.J.- Bueno, es una buena pregunta. Creo que el verdadero protagonista es ese diálogo entre Marta y Belaundia, que posteriormente muta en una voz de la conciencia de Marta. Belaundia también tendrá un papel muy protagónico en la novela. 

M.G.- ¿Qué le podrías decir a los lectores sobre esa voz?

M.J.- Belaundia es la amiga invisible que se dirige directamente a Marta, pero que también se dirige directamente al lector porque cuando uno lee el libro, encuentra una voz en segunda persona. Esa voz es un ejercicio de comprensión hacia uno mismo y de compasión. Es una voz que lo sabe todo del futuro que intenta tranquilizar. Ese ejercicio de tener empatía con uno mismo es interesante.

M.G.- Belaundia es el oráculo de la verdad.

M.J.- Ella lo sabe todo. Sabe lo que a ocurrir, saber cómo es todo el mundo, y habla desde el futuro.

M.G.- Es un nombre peculiar. En la novela se dan algunas pistas sobre el origen de ese nombre pero no hay ninguna certeza. Se queda un poco en el aire.

M.J.- Sí, yo quería dar una pincelada para conectar a todos los personajes del libro, pero tampoco quería que sonara demasiado efectista. Simplemente doy  una pista, lo sugiero, y nada más.

M.G.- Estamos hablando de una voz narrativa en segunda persona que sufrirá una transformación cuando el personaje de Marta evolucione.

M.J.- Antes me preguntabas de qué trata el libro y trata de adueñarse una misma de su historia, de encontrar una voz propia, un lugar desde el que hablar. Ese cambio de la voz narradora me servía para mostrar que Marta se ha adueñado de su voz. Ya no tiene que hablar a través, de nadie sino que ella misma se responsabiliza de lo que dice y hace.

M.G.- Los seres queridos, los adultos de esta novela, juegan un papel muy importante. Esa madre, ese padre, esa abuela,... Cada uno de ellos, individualmente, marca a la protagonista y, a su vez, la protagonista los analiza. 

M.J.- Así es.

M.G.- Por ejemplo, el padre es el que se enfada, el que todo lo sabe, es el hombre más importante,... por lo menos en una etapa de la vida de Marta. Pero también es el más ausente.

M.J.- Esa es la paradoja que se da. Cuando somos niños, precisamente porque a papá lo vemos poco, lo admiramos más. No sabemos exactamente qué hace papá a lo largo del día, pero se va fuera de casa para hacer algo importante. Mamá es la que se queda en casa, la que te regaña. Aunque papá es el más ausente, cuando llega a casa es al que más valoramos, al que más queremos. La madre, como la ves todo el día, no la valoras.


[Si prefieres escuchar nuestra conversación, dale al play]

M.G.- Una madre que, a veces, desea que no la llamen mamá. Eso me hizo conectar con la idea de esas mujeres que son madres y que parecen que han dejado de ser mujeres.

M.J.- Totalmente. En parte el libro también va de eso. Crecer es darte cuenta de que mamá no es solo mamá, sino que es una mujer que ha tenido su vida. Papá no es solo papá, sino un hombre que ha tenido su vida. De hecho, hay un momento importante en el libro en el que la protagonista piensa esto mismo de su abuela. Cuando Marta llega a la vida de su abuela, a esta mujer ya le han ocurrido muchas cosas, y no siempre ha sido abuela, sino que ha sido también otras cosas. En las familias nos relacionamos mucho por el peso de los roles familiares pero luego, cada uno tiene su vida.

M.G.- La abuela tiene un peso específico. Es una abuela que no le pregunta tonterías a Marta. ¿Por qué tenemos esa relación con los abuelos, más intensa que con los padres? A Marta le marca algo muy fuerte que le ocurre a la abuela.

M.J.- Los abuelos han cuidado mucho de los nietos en España. La relación con los abuelos es, en cierto modo, más grata. La abuela no tiene que educar, no tiene que regañar. La relación con los padres es más estrecha pero también es más complicada. Tus padres son los que controlan la hora de llegar a casa, con quien sales, mientras que tu abuela es la que te hace de comer aquello que te gusta. Eso que dicen que los abuelos se quedan con lo bueno de los nietos es cierto. Los abuelos son adultos y suponen un referente, pero no se les coge la tirria que a los padres.

M.G.- El amor aparece en la novela porque Marta se enamora y dice algo que me gusta: «El amor es compartir un espacio haciendo cosas distintas». Me parece una reflexión muy adulta. Sin embargo, el concepto del amor va cambiando en la historia, a medida que Marta crece.

M.J.- El amor es otro de los arcos de crecimiento. Cuando nos enamoramos por primera vez en la adolescencia, respondemos a una idealización. Uno de los procesos importantes de crecer es salir de esa idealización. En la novela vemos una relación bastante tóxica con el guay del instituto, durante la adolescencia de Marta. Crecer es que te deje de gustar el guay del instituto y que te guste el chico majo que te trata bien. Este arco, visto desde fuera, es muy evidente, pero no es tan sencillo para el que lo vive. Creo que hay un proceso de discernir entre lo que uno desea y lo que uno necesita. Cuando eres adolescente no piensas en lo que necesitas.

M.G.- Hablamos de Marta, la protagonista, pero también tenemos a Marta, la autora. Es inevitable preguntar si hay mucho de tu vida en este libro.

M.J.- Sí, hay mucho. Este es un libro muy personal. Aunque no tiene ninguna vocación de autobiografía porque la novela tiene sentido y la vida no. Para ordenarla, una se pone a crear capítulos, a crear tramas porque hace falta un conflicto. Hay mucho inventado y también hay muchas personas importantes que no están en el libro, pero sí está mi ambiente, sí hay un personaje de mi edad, nacido en mi año y que se parece mucho a mí. Pero no es literal. Cada acontecimiento del libro no responde necesariamente a algo que me haya ocurrido, pero sí tiene mucha relación con lo que he vivido.

M.G.- Hay un pasaje en el que hablas de escritura y limpieza, colocando ambas actividades al mismo nivel.

M.J.- Ambas son tareas no son remuneradas. A quien no lo ha hecho nunca, le parecerán fáciles pero llevan mucho trabajo. Son tareas no reconocidas socialmente pero hay que hacerlas para hacer el mundo más habitable. Pero no tienen ningún tipo de validación social. Escribir y limpiar son tareas que permiten sacar la mierda. Una saca la suciedad de manera material, y escribir funciona a veces como una purga, un desprenderse de los traumas. Me gustó hacer esa metáfora porque era poner, en relación muy directa, todo lo doméstico que simboliza la abuela con la formación de la nieta.

M.G.- Espacio y tiempo no tienen realmente importancia en la novela. Lo que se narra en estas páginas es universal y atemporal.

M.J.- He escogido temas universales que pueden atraer a cualquiera en cualquier circunstancia. No es una novela ceñida a una época. 

M.G.- Está dividida en cuatro bloques. Cada uno corresponde a una edad de la protagonista. Cuando llegué al final del libro me pregunté ¿y ahora qué? ¿Qué va a pasar con Marta?

M.J.- La novela termina como con un comienzo. Tiene una estructura circular pero no está cerrada. Quise hacerlo así porque en la novela Marta entra en la dinámica de ir aprendiendo. De hecho, se habla de renombrar las cosas, de renombrar el amor, pero es un aprendizaje que continúa y por eso dejé ese final como abierto, con un nuevo comienzo.

M.G.- Hay muchos recuerdos. ¿Podríamos decir que el tono de la novela es como muy sentimental y nostálgico?

M.J.- Creo que es un libro que tiene mucho de memoria y de evocación de la infancia pero no la siento tan nostálgica. La escribí en presente porque en pasado sí me daba la sensación de añoranza. Tiene más que ver con la recreación psicológica del pasado, con esas cosas del pasado que nos han hecho ser lo que somos hoy. Pero si a ti te ha parecido nostálgica, es nostálgica. (Ríe)

M.G.- Para terminar, Belaundia Fu no es un nombre que hayas inventado ex-profeso para la novela, ¿cierto?

M.J.- No, Belaundia Fu fue mi amiga invisible cuando yo tenía dos años. Sé lo mismo de la concepción de su nombre que lo que he contado en el libro. No recuerdo cuándo me lo inventé pero, un buen día, comencé a hablar con Belaundia Fu.

M.G.- Marta, te agradezco mucho que me hayas atendido.

M.J.- Gracias a ti.


Sinopsis:¿Quién es Belaundia Fu? Es la mejor amiga de Marta a los siete años, la amiga invisible que se queda con ella cuando las cosas no salen bien y ni siquiera la abuela es capaz de consolarla. Belaundia Fu es la voz sensata, ideal e infalible que, en la adolescencia de Marta, le dice las verdades a la cara: por ejemplo, que ese chico, Charlie, no le conviene. Pero cuando Marta ya ha cumplido veintidós, cuando ya se ha licenciado, cuando está empezando a tomar las decisiones que van a marcar el resto de su vida, ¿qué hace todavía ahí Belaundia Fu? Ahí sigue porque es quien, desde siempre, le ha narrado a Marta su propia historia. ¿Quién es Belaundia Fu?, nos preguntamos, aunque la pregunta verdaderamente importante es: ¿quién es Marta?

Luminosa y emocionante, Los nombres propios es una indagación sobre la identidad y la relación que establecemos con el mundo que nos rodea. Dominada por una voz narrativa de una madurez excepcional, la primera novela de Marta Jiménez Serrano reflexiona sobre cómo llegamos a convertirnos en quienes somos, sobre el hecho mismo de crecer y la manera en que lo hacemos: aprendiendo a nombrar aquello que nos importa.

«Con hondura y verdad, Marta Jiménez Serrano nos relata el camino de la infancia a la primera juventud. Valiéndose de un inusual punto de vista, penetra en la intimidad de una mente que nos desvela en diferentes edades su descubrimiento del mundo. Precioso».


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