Nacionalidad: Reino Unido
Director: Kenneth Branagh
Reparto: Jude Hill, Caitriona Balfe, Jamie Dornan, Judi Dench, Ciarán Hinds, Lewis McAskie, Lara McDonnell, Gerard Horan, Turlough Convery, Sid Sagar, Josie Walker, Chris McCurry, Colin Morgan
Género: Drama
Sinopsis: Drama ambientado en la tumultuosa Irlanda del Norte de finales de los años 60. Sigue al pequeño Buddy mientras crece en un ambiente de lucha obrera, cambios culturales, odio interreligioso y violencia sectaria. Buddy sueña con un futuro que le aleje de los problemas, pero, mientras tanto, encuentra consuelo en su pasión por el cine, en la niña que le gusta de su clase, y en sus carismáticos padres y abuelos.
Una película puede gustarte por muchos motivos. Una buena historia, de las que se quedan para siempre en tu interior; una buena interpretación, que te haga vivir en carne propia todas las emociones del personaje; unas localizaciones espectaculares, que te dejan con ganas de viajar al lugar en cuestión; o una banda sonora, tan conmovedora, que no dejas de tararear el tema principal. No obstante, una película también puede gustarte por una dirección magistral, por ese plano casi imposible, por ese baile de la cámara que te hace sentir dentro de la escena. Y creo que esa es una de las cuestiones que más me han gustando de la película de la que vengo a hablaros hoy.
No puedo negar que Belfast narra una historia interesante. La vieja Irlanda ha estado siempre azotada por la violencia. Belfast es la capital de Irlanda del Norte, donde conviven católicos y protestantes. La acción nos traslada al 15 de agosto de 1969, a un barrio humilde, cuyas calles, a priori, son tranquilas. Están llenas de familias trabajadoras, vecinos que se saludan amablemente por la calle, padres que se afanan en el tajo, para mantener a los suyos, madres que llaman a sus hijos a la hora de comer, y niños que juegan despreocupadamente, haciendo gala de una gran imaginación. Pero esa cara amable del barrio se tiñe de negro cuando un grupo de manifestantes se adentra en su interior y ejerce la violencia. Amparados por su fe protestante, creen tener derecho a librar una batalla que expulse al enemigo de aquel lugar, limpiarlo de protestantes.
A los habitantes del barrio poco les importa si sus vecinos son católicos o protestantes. Pero hay otra sección de la población a la que sí le importa. En los momentos menos esperados se librará una batalla campal en las calles del barrio. Coches que arden, ventanas destrozadas, y familias recluidas en el interior de sus viviendas, muertas de miedo, a la espera de que pase la tormenta. La policía no parece dispuesta a hacer gran cosa, así que serán los propios vecinos -católicos y protestantes-, los que se unan contra una facción que solo quiere sembrar la ciudad de muerte y dolor. No obstante, el conflicto se recrudece tanto que tendrá que intervenir el ejército. El barrio se convierte así en un gueto, protegido por tanques y una alambrada de espino. Los vecinos pueden entrar y salir, pero siempre bajo unas estrictas normas de seguridad.
En estas circunstancias vive Buddy y su familia. Su padre, un ensamblador que trabaja en Londres, pasa largas temporadas fuera de casa. Tiene algunas deudas pendientes porque es un hombre, y de vez en cuando se deja tentar por los vicios (ahí queda eso). La madre es la que queda sola, al frente de un hogar -protestante-, pero en medio de una guerra de la que tendrá que salvar a sus hijos. ¿Cómo vivir de este modo? ¿Deben unirse a los violentos y luchar contra sus vecinos católicos? ¿Se mantienen al margen y quedan de este modo señalados frente al opresor? ¿Y si optan por marcharse de esa ciudad que se ha convertido en un polvorín? En esta encrucijada, el pequeño Buddy irá creciendo y observando un mundo que ha cambiado radicalmente de color. De sus batallas imaginarias contra dragones, a los que vence sin ningún esfuerzo, a una cruda realidad, donde la sangre es auténtica. Lo que ocurra con él y su familia, dejo que lo descubras tú mismo si te animas a ver Belfast.
¿Qué me ha gustado de esta película?
Decía al principio que la historia es interesante. En nombre de Dios y la religión se han librado las batallas más sangrientas a lo largo de la Historia de un mundo, en el que algunos no permiten la convivencia.
Belfast está contada a través de los ojos de un niño y esa inmersión está tan bien conseguida que, sin saber nada al respecto, empecé a pensar que quizás este largometraje escondía parte de la vida personal de su director. No me equivoqué. Si "googleas" un poco encuentras un montón de artículos periodísticos con estos titulares: Kenneth Branagh revive su convulsa infancia en la guerra de Belfast (El País) o Kenneth Branagh vuelve a su infancia (Diario de Sevilla). Esa implicación de Branagh en la historia se percibe desde los primeros minutos.
Pero, al margen de la trama, me quedo con la dirección de la que os hablo un poco más abajo.
¿Qué no me ha gustado?
Lamentablemente, creo que el relato va perdiendo fuelle conforme avanza. Toda la intensidad inicial, esa que nos deja pegados a la butaca, con el corazón en un puño, porque sabemos que los manifestantes van a por todas, se va diluyendo poco a poco. La narración queda atrapada en una espiral que nos hace girar alrededor de la misma cuestión, ¿nos vamos o nos quedamos? Llegó un momento en el que dejé de sentir interés por la problemática que sacudía al barrio, esos enfrentamientos sin sentido que jamás traen nada bueno. En este punto, para mí cobró más importancia un hilo argumental más secundario, el que nos cuenta la relación tan especial que Buddy tiene con sus abuelos. O la misma relación que se ha ido forjando con los años entre la abuela y el abuelo, ese amor que ahora se torna más sólido, cuando la enfermedad aparece. Creo que son las escenas más entrañables del filme.
Buddy tiene nueve años. Su mundo se reduce al colegio, a los juegos infantiles en la calle, y a su familia. Le encanta el cine como una forma de evasión, y se deja atrapar por ese mundo mágico al que Branagh hace su particular homenaje, mostrando imágenes de algunos largometrajes conocidísimos como El hombre que mató a Liberty Valance o Chity Chity Bang Bang.Del personaje, emociona la relación tan extraordinaria que tiene con sus abuelos, y algo menos, su enamoramiento de la bella Kathleen, una niña, de larga cabellera rubia, que sabe distinguir la bondad en el compañero de pupitre más invisible. Ese amor infantil despierta la sonrisa nostálgica del espectador, que acompañará al personaje por esas cuestiones del corazón tan difíciles de sobrellevar a cualquier edad.
Interpretado por Judy Hill, el pequeño aporta espontaneidad y naturaleza a su personaje, pero tampoco su trabajo me ha atrapado. De todo el reparto, me he fijado mucho en Caitriona Balfe, que ejerce el papel de madre, un personaje que retrata muy bien lo que supone ser la matriarca, llevar adelante una familia con pocos medios y estando siempre sola. Por supuesto, me fijo también en Judi Dench y Ciaran Hinds (abuela y abuelo de Buddy). Ellos dos ejercen un importante contrapeso a todo el reparto, aportando las tablas, solidez y años de ejercicio en la profesión.
Técnica
Me gusta mucho lo que hace Kenneth Branagh en esta película. Decía antes que la dirección de esta cinta es una de las cuestiones que más me han gustado y es que llegó un momento en que me centré más en ver desde qué ángulo se me ofrecía una escena que en el relato de los hechos en sí. La cámara baila y cambia de ritmo según el momento. Se agita en las situaciones más convulsas de la historia. Se ralentiza en otros para enfatizar un acto, una mirada, un gesto. Salí del cine con ganas de volverla a ver en plataforma pero solo por el placer de fijarme nuevamente en esa técnica de dirección, en avanzar y retroceder alguna escena, para fijarme en los detalles de los planos y secuencias. A veces pienso que los espectadores no le damos demasiada importancia a estas cuestiones. Sin embargo, los pequeños matices consiguen los mejores efectos.
Rodada principalmente en blanco y negro -por aquello de transportarnos a los años 60-, hay que decir que la película se inicia en color hasta que, en el final de los créditos iniciales, asistimos a una transición al blanco y negro, muy sencilla pero muy efectiva.
Sin duda, el blanco y negro (¿se está abusando del bicolor en los últimos años?) ayuda a crear atmósfera.
Belfast es una historia bonita. El relato tiene la ternura que nos emana cuando recordamos aquella infancia que todos hemos tenido -con sus alegrías y sus amarguras-. Prometía mucho pero en mi caso la narración fue perdiendo fuerza. Por un lado, porque no profundiza en el conflicto. Por otro, porque, al pensar que estaba ante un relato con tintes autobiográficos, creí que la película me conmovería hasta el extremo pero no fue así. Se deja ver y, como os digo, me ha encantado la dirección. Es todo lo que os puedo decir. Ah bueno, y que cuenta con siete nominaciones a los Oscar. Entre ellos, Mejor Película y Mejor Dirección. Me quedaría con la segunda nominación. Ya veremos qué ocurre el próximo 27 de marzo.
Tráiler: