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Presentación DE PONCIO A PILATO de Aurora López Güeto

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Dice el refrán que nunca llueve a gusto de todos. A mí, la lluvia de aquella tarde, que nos pilló a todos por sorpresa, casi desbarata mis planes. Amparada bajo el toldo de un establecimiento, cargada con diversos libros y la cámara de fotos dentro de una bolsa de papel, calzando sandalias de verano y sin un paraguas a mano, estuve sopesando si acudir a la presentación. No parecía que fuera a escampar y si me arriesgaba a desplazarme a la librería donde tendría lugar el acto iba a llegar como una sopa. Pero, ¿cómo no ir a escuchar a Aurora López Güeto? Su nuevo libro, De Poncio a Pilato, prometía una tarde amena, divertida, llena de anécdotas y aprendizaje Así que, me compré un paraguas, una bolsa de rafia enorme para proteger libros y cámara, y corrí hasta la librería. No fui la única que llegó con los pies mojados y medio empapada. Tampoco fui la única que acudió a aquel acto porque allí, a pesar de que la tarde se había puesto «malaje», nos juntamos un buen número de personas.

De Poncio a Pilato, editado por Algaida Editores, se presentó el pasado 29 de septiembre en la Casa del Libro, en Sevilla. 




Acompañando a la autora figuraban su editor, Miguel Ángel Matellanes, y Antonio Puente Mayor, autor también de la misma editorial, que fue el encargado de conducir el acto. Ambos iniciaron un diálogo entorno a la obra que viene a descubrirnos quién fue realmente Poncio Pilato, aquel prefecto que se lavó las manos en el juicio de Jesús de Nazaret.

De Poncio a Pilato es un libro divulgativo, pero no os figuréis que es un ensayo sesudo. López Güeto tiene una extraordinaria habilidad a la hora de transmitir, de tal manera que el lector va aprendiendo casi sin darse cuenta, envuelto en la historia que ella nos ofrece. Con muy poca documentación existente, la autora nos adentra en la figura de aquel romano, magistrado de Judea durante una década, una tierra que lo encumbró hasta nuestros días.

¿Se dice Pilato o Pilatos?

López Güeto aboga por decir Pilato, aunque se le puede llamar de las dos formas. En cualquier caso, la autora recalcó que el nombre de Pilato es realmente un mote.«Pilus, en latín, significa lanza», por lo que Pilato viene a describir a la persona que se le da bien manejar la lanza o una jabalina. 

Los romanos tenían tres nombres pero en el caso del prefecto, solo nos han llegado dos de ellos: Poncio, que es el apellido, y Pilato, que es el alias. «Nos faltaría el nombre de pila». Se desconoce cómo lo llamaban en su casa, aunque afirmó que tampoco había muchos nombres entre los que elegir.«Nombres de pila en Roma había como cinco o seis».

A pesar de que hoy en día la figura de Poncio Pilato es muy importante, Aurora nos comentó que, en su tiempo, fue alguien muy insignificante, tanto que nadie se preocupó por grabar su nombre completo. 


Prefecto

Prefecto y gobernador son palabras muy similares. Se usa una u otra en función del momento histórico.«En los tiempos de Pilato, el prefecto era un delegado del emperador que iba a una provincia para gestionarla». Como competencias tenía la función legislativa, judicial y ejecutiva. «Si había que reprimir a la sociedad, la reprimía». A Pilato le tocó ser el prefecto de Judea, una de las provincias más complicadas.«Aquello fue un regalo envenenado». Nos contó que seguramente Pilato llegó a Judea orgulloso de sí mismo porque ser nombrado prefecto era subir en el escalafón, pero se encontró con una realidad difícil de gobernar.«El pueblo se resistía a los romanos. Y las autoridades judías también estaban enfrentadas entre ellas». Nos habló de los fariseos que tenían su forma de entender el judaísmo, de manera muy apegada a la ley. Tanto así que el propio Jesús los criticó algunas vez por ser demasiado rígidos y poco compasivos con el prójimo. Luego estaban los saduceos, que eran como los aristócratas de la sociedad. Ellos se acercaban mucho a los romanos para que estos les dieran más ámbito de poder. «Los fariseos y los saduceos estaban enfrentados y luego están los celotas, que eran terroristas, unos independentistas». Estos últimos pretendían derrocar a los romanos a través de emboscadas. Los enfrentamientos con los judíos comenzaron nada más llegar Pilato, que además acostumbraba a provocarlos.

Poncio Pilato y Sevilla

La ciudad de Sevilla siempre ha estado muy vinculada a la figura de Poncio Pilato. No solo porque es imagen de algunos de los pasos que procesionan en Semana Santa, sino porque también se cuenta que el nombre de Santiponce, localidad sevillana a pocos kilómetros de la capital hispalense, procede del nombre de Poncio Pilato. Por otra parte, en el mismo casco histórico de esta ciudad tenemos un palacio al que denominamos Casa de Pilatos. ¿Qué hay de verdad en todo esto?

Aurora nos dijo que son solo leyendas. Parece ser que la familia de Poncio era originaria de algún pueblo de Italia. «¿Por qué se dice que Poncio Pilato podía proceder de Hispania, de la Bética, y más concretamente de Hispalis? Pues porque ha habido autores que han querido relacionar a algún militar que hizo campaña en Hispania y que pertenecía a la familia de los Poncio». Pero según ella, concretar más es solo fantasear.

En cuanto al palacio que lleva por nombre la Casa de Pilatos, se trata de un inmueble mandado construir por nobles de la casa Medinaceli. Uno de los miembros de esta familia viajó a Tierra santa y quedó impresionado por el palacio de Pilato. Al regresar a Sevilla, quiso replicar el viacrucis que Jesús hizo desde la casa del prefecto hasta el Gólgota. Por eso, a su palacio le puso el nombre de Casa de Pilatos y allí mismo quedaría colocada la primera estación de penitencia. Ese viacrucis es el origen de la Semana Santa de Sevilla.

Claudia Prócula

El nombre de la esposa de Pilato solo figura en los evangelios apócrifos. «De los cuatro evangelios canónicos, a la mujer de Poncio Pilato solo la menciona el evangelista Mateo». Es este evangelista quien destaca su papel de defensora de Jesús ante Pilato, cuando le dice a su esposo, a través de su criada, que no lo condene, porque ella había soñado con él y sabía que era un hombre justo. «Sorprende que la única persona que lo defendió y trató de evitar la condena fuera una mujer, y encima pagana». Aunque nos aclaró que también existe una teoría que defiende que lo que menciona Mateo no fue verdad, pero que lo incluyó porque los sueños tienen una carga profética importante.

A juicio de López Güeto, Claudia Prócula es un personaje fascinante.«Es mi debilidad pero si existió realmente tampoco lo podemos saber a ciencia cierta».


[Si prefieres ver algunos momentos de la presentación, dale al play]


¿Quién condenó realmente a Jesucristo?

La autora nos explicó que Pilato tomó la decisión que hubiera tomado cualquier magistrado romano, de acuerdo al Derecho Romano. «Esta frase me traerá disgustos», añadió entre risas. Es una frase que podría entenderse como una justificación al comportamiento de Pilato, pero lo que hay que pensar es que él tenía un cargo público y cumplió con lo que se le encargó. «En Derecho Romano, cualquier traición a Roma debe ser castigada con la muerte», nos aclaró. Pero Pilato tuvo dudas porque, aunque se le acusó de traición por proclamarse hijo de Dios, al prefecto le chocó escuchar aquellas palabras en un hombre «solo, educado, con un tono de voz razonable, que hablaba de asuntos casi filosóficos». A Pilato no le cuadraba que ese hombre fuera un peligro para Roma. Pero cuando le preguntaban si era el rey de los judíos, él asentía. Si le preguntaban si era hijo de Dios, él también asentía y además decía que su reino no era de este mundo. Era traición porque se estaba poniendo a nivel del emperador. Pilato no quería perder su sillón, por eso condena a Jesús, para contentar a los judíos y que no fueran luego con quejas a Roma. 

Comentó López Güeto que a Jesús le organizaron dos juicios y le intentaron colgar varios delitos. Uno de los juicios fue el que llevó a cabo las autoridades judías. El otro, el juicio ante Pilato. En el primero lo condenan por blasfemo. El castigo hubiera sido la lapidación. Pero los judíos querían llegar más lejos, infringir un castigo más ejemplar, el que le daban a los maleantes. Querían la crucifixión.«Crucificarte era como si te expulsarán de la religión judía. Querían que Jesús muriera como un apestado». Pero el castigo de la cruz solo lo podían ordenar los romanos. Y por eso lo llevaron ante Poncio Pilato. Fue ahí donde comienza el segundo juicio a Jesús, «el que todos conocemos, el más famoso de la Historia de la humanidad»

Además, la autora está casi segura que fueron los propios judíos los que prendieron a Jesús en el Monte de los Olivos y no los romanos.«Pero quien nos complica la vida es San Juan porque él dice que los judíos fueron acompañados de una cohorte de romanos». Una cohorte son más de cien hombres. ¿Para prender a un solo hombre? Cree la autora que San Juan dice esto en su evangelio para mostrar que todas las fuerzas se confabularon contra Jesús. Romanos habría, pero solo por motivos de orden público y no para detener a Jesús. «En el Monte de los Olivos dormía mucha gente que acudía a la ciudad para asistir a la festividad de la Pascua», y es normal que hubiera soldados romanos patrullando por la zona, para evitar robos y altercados. 


A lo largo de la presentación también se habló de la influencia de Pilato en el mundo de la cultura. Y Aurora López Güeto compartió con nosotros las dificultades que había encontrado a la hora de documentarse, pues existen muy pocas fuentes que hablen sobre el prefecto. Por último, nos contó la anécdota que se esconde tras el título del libro. Nos explicó que su abuela usaba la expresión «de Poncio a Pilato» para referirse a que algo puede ir de mal en peor. Aunque esa expresión no existe y es algo de su familia, a la autora le vino muy bien para explicar la evolución del personaje, para dejar constancia de que aquel hombre llegó a Judea siendo un aristócrata de nivel medio y, sin embargo, ha conseguido eternizarse hasta nuestros días.

Y así transcurrió la presentación de este libro, entre Historia, leyenda, anécdotas y curiosidades. Tras la firma de ejemplares se dio por concluido el acto. Cuando salimos de aquella librería ya había dejado de llover.


Sinopsis: Lo imagino de estatura media, fibroso y un punto brusco al colocarse la toga. De nariz aguileña y ceño permanentemente fruncido. Ojeroso y pálido. Su expresión es atormentada, propia de quien padece migrañas o quien vive asfixiado por las responsabilidades. Es poderoso, pero no resulta aristocrático y, aunque no parece acomplejado, no irradia la seguridad apabullante que se espera de la élite de una potencia mundial. Los historiadores romanos y judíos despacharon su biografía en un par de folios y ningún artista de su tiempo lo inmortalizó. Pero Pilato se hizo leyenda. A partir de la Edad Media, impresionantes obras pictóricas, escultóricas y literarias lo incluyeron como actor secundario de la Pasión de Jesús de Nazaret. El cine, con mayor o menor acierto, le puso rostro y penetró en su mente. Y, cada día, en todos los rincones del mundo, su nombre se pronuncia por millones de creyentes en el Credo católico. Pero, ¿cómo se produjo el tránsito de Poncio, el caballero romano, a Pilato, el mito?




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