Entra en Netflix y mira el catálogo de películas. ¿Ves una que se titula Las niñas de cristal? ¿Sí? Pues su director es Jota Linares. Cuarenta años, natural de Algodonales (Cádiz) y cineasta. Bueno, ahora también novelista.
Jota creció viendo películas. Las que proyectaban en el cine de verano de su pueblo y las que alquilaba en el videoclub. Su sueño era hacer magia a través del cine, contar historias, cautivar al espectador. Y persiguiendo ese sueño abandonó su pueblo, se marchó a la capital, y probó suerte. Empezó con los cortos y posteriormente dio el salto al largo. No tuvo un buen arranque, pero tampoco tiró la toalla. Hizo un segundo intento que funcionó mejor. Y ahora un tercero. Lo que ha conseguido lo ha batallado, incluso en esos momentos en los que anímicamente uno no está para nada. En 2018, a punto de estrenar su segunda película, y con la incertidumbre pisándole los talones, tuvo que enfrentarse a la muerte de Cati, su madre. Un cáncer se la llevó con solo cincuenta y cuatro años. Lejos de ella durante los momentos más complicados, Jota regresó a Algodonales para velar y enterrar a su madre. Allí le entregaron los diarios que ella había escrito de adolescente. La muerte de su madre y esos diarios fueron el impulso necesario para, entre rodajes, sentarse a escribir El último verano antes de todo. Esta novela, con tintes autobiográficos, es un homenaje a Cati, y también a su juventud, a su pandilla de amigos, a su pueblo, y a todos esos sueños que los personajes fueron tejiendo a medida que iban creciendo.
El protagonista principal es Ismael, un director de cine frustrado, que regresa a su pueblo, Laguna, después de una ausencia de dieciocho años. El viaje tiene como meta enterrar a su madre, pero también servirá como reencuentro con su pasado, con sus amigos, con Natalia, con Raúl, con Zapata. Esos días en Laguna abrirán nuevas heridas y sacará a la luz la identidad del asesino de Jerónimo Bodega, el vecino homosexual que un día es encontrado desnudo, flotando en un lago. Pero El último verano antes de todo es mucho más que un thriller. Es una búsqueda de la identidad y del perdón.
Marisa G.- Jota, un placer conocerte y tenerte en Sevilla
Jota L.- Igualmente
M.G.- Por empezar la entrevista, el mundo literario a veces es una jungla. Hay mucha competitividad entre los autores. No sé si en el mundo del cine es igual. ¿Hay también rencillas entre directores y entre actores?
J.L.- Te hablo desde el conocimiento. Creo que es mucho peor. También es verdad que yo soy un recién llegado a este mundo de los libros y estoy empezando a ver lo que pasa a mi alrededor. Observo mucho y no veo tanta competitividad como en el cine. En el cine todo es más inmediato, el feedback te llega mucho más rápido. Con los libros, lo veo todo como mucho más calmado. Hay otro tempo.
M.G.- Llevas varios cortos, has dirigido tres largos. ¿Qué te empuja a escribir este libro?
J.L.- Fue la necesidad de contar. Todo parte de un hecho muy peliculero pero muy real. Mi madre falleció muy joven, con solo cincuenta y cuatro años de edad, de un cáncer muy agresivo. Fue madre adolescente. A mí me tuvo con solo diecisiete años, después de que su novio la abandonara. En su velatorio, mis tíos me regalaron unos libros. Eran sus diarios de adolescente, que abarcaban desde los catorce a los diecisiete años. La última página que escribió fue el día que el médico le dijo que yo iba a ser un niño. En aquellos diarios vi que había una historia. Me encontré con una joven que tenía muchos sueños que tuvo que abandonar para sacar adelante a sus hijos.
Estaba en un momento de mucha presión porque venía del fracaso de mi primera película y estaba a punto de estrenar la segunda. Me daba mucho miedo porque no sabía qué iba a hacer si volvía a fracasar. Por suerte, fue un bombazo a nivel de público, pero me sentía muy paralizado. No tenía nada claro qué hacer con mi vida, me tenía que enfrentar a la muerte de mi madre, y fue justo cuando llegó la propuesta editorial. Contactaron conmigo, habían visto mi película, me dijeron que escribía muy bien los diálogos y me plantearon escribir un libro. Les comenté que tenía aquellos diarios. Recuerdo una frase que me dijeron en aquel café que me cambió totalmente la vida. Me dijeron que, para mi primera novela, tenía que escribir de lo que sabía. Y ahí fue donde me decidí.
Me dio mucho reparo porque soy muy lector. Siempre estoy leyendo dos libros a la vez, un ensayo y una ficción. Ahora me estoy leyendo Libra de Don DeLillo, una novelización sobre el asesinato de Kennedy, y Los chicos de Hidden Valley Road de Robert Kolker, un ensayo sobre una familia americana con doce hijos, de los cuales, seis sufren esquizofrenia. Lo de escribir me daba reparo pero no quise echarme atrás por miedo. Empecé y salió sola. Bueno, ha sido mucho trabajo, mucho esfuerzo y mucho tiempo. Tres años escribiendo. Pero cuando me ponía a escribir, entre los rodajes, salía sola.
M.G.- Está claro que el lenguaje narrativo y el cinematográfico es distinto. Aunque eres gran lector, no sé si, a la hora de ponerte a escribir, te has encontrado con algún escollo. ¿Has podido contar lo que querías contar como tú lo querías contar?
J.L.- Me estuve formando. Escribir un guion exige un lenguaje completamente diferente. Es solo una herramienta que lee los que van a hacer la peli. La novela, no. Así que me estuve formando para cuidar detalles que un guion no son tan necesarios.
M.G.- Jota, ¿qué les dirías a los lectores para que lean tu libro? ¿Qué van a encontrar en esta novela?
J.L.- Se van a topar de frente con un viaje emocional sobre los recuerdos, la aceptación y la verdad. Esta novela trata de la búsqueda de Ismael tras la verdad sobre quién era su madre y la verdad de lo que ocurrió con un amigo al que mataron en el pantano, a pedradas, en el verano del año 2000. Es un viaje hacia su descubrimiento, un viaje emocional que habla de la familia y de la segunda familia, que son los amigos, y también del perdón y de encontrar tu lugar.
M.G.- Dicen que es una novela autobiográfica. ¿Hasta qué punto?
J.L.- Hasta el corazón, es una novela muy autobiográfica pero, a veces, también muy ficcionada. A pesar de que Ismael es un director de cine como yo, hijo de madre soltera, y es muy fácil reconocerme en él, también soy Raúl, e incluso también puedo ser otro personaje que se oculta en la novela. Los nombres no son los reales. Bueno, Cati, la madre de Ismael, sí. Ella lleva el mismo nombre que mi madre porque es un gran homenaje a ella. Tampoco he usado el nombre real del pueblo, ni de las calles, porque eso me hubiera provocado más pudor a la hora de narrar ciertos hechos muy duros, pero que eran imprescindibles para que los personajes avanzaran. Al ficcionarlos, me permitía contar la verdad.
Lo importante era la verdad y el corazón de los personajes. Que se llamaran de un modo u otro, eso ya me daba igual. La trama que hila los dos tiempos de la novela, el verano del año 2000 y el invierno de 2018, es la verdad sobre un asesinato. Quería que tuviera casi elementos de novela negra, que hubiera un misterio, que los lectores quisieran saber la verdad sobre lo que ocurrió, qué pasó con ese hombre, qué lleva a una persona a matar a otra de una pedrada. Pero esa ficción esconde emociones muy de verdad, de un verano de 2000 o de un invierno en el que regreso al pueblo para despedirme de mi madre.
M.G.- Se habla de que es un thriller. Y es verdad que hay un asesinato. Alguien ha matado a Jerónimo Bodega. A lo largo de toda la trama, nos preguntamos quién ha sido. Pero, bajo mi punto de vista, ese thriller queda muy en segundo plano, en favor de los personajes que están perfilados psicológicamente.
J.L.- Quería que el asesinato se mezclara mucho con la historia de Ismael y su madre porque eso es lo que, para mí, da sentido a la novela. Lo más importante es el encuentro entre madre e hijo y cómo, a veces, tenemos que bucear en el pasado para perdonar a nuestras familias y para encontrarnos de verdad con quien somos realmente.
El thriller me interesaba como elemento de enganche. Todos hemos querido vivir algún tipo de aventura cuando fuimos adolescentes. El asesinato de Jerónimo Bodega está basado en muchos asesinatos reales de la sierra de Cádiz. Son sucesos que se contaban de casa en casa, te iban contando detalles diferentes y contradictorios porque unos tenían una versión y otros, otra distinta.
En Algodonales, el pueblo en el que se basa Laguna, había una casa abandonada en la que un hombre mató a otro con un hacha por tema de lindes. De pequeño, recuerdo estar con mis amigos durante un verano eterno, en los que nunca pasa nada, delante de esa casa, tremendamente obsesionados. Nos quedábamos horas y horas delante de la puerta, pensando qué pasó dentro. Quería regalarle a mi yo pequeño esas ganas de vivir este tipo de misterio.
También quería mezclar muchos géneros. Me gustan mucho las historias que mezclan géneros. De ese modo, el lector nunca sabe si el siguiente capítulo lo va a emocionar, te va a inquietar o te va a divertir. Al final, la vida es una enorme mezcla de géneros.
M.G.- Esta novela no sería igual sin esos personajes que tú has perfilado psicológicamente muy bien. Aunque es una novela muy coral, el epicentro de la historia es Ismael. ¿Qué caracteriza psicológicamente al personaje?
J.L.- A Ismael lo caracterizan los sueños rotos. Renunció a muchas cosas por perseguir ese sueño, esa ballena blanca. No es casualidad que se llame Ismael, como el personaje de Moby Dick. Él está obsesionado con hacer cine. Y, en ese camino, se ha alejado de muchas de las cosas importantes de la vida.
M.G.- Siente un miedo atávico a regresar al pueblo, a reencontrarse con el pasado.
J.L.- Sí, porque sufrió mucho en el pasado. Parte del viaje emocional de Ismael implica dejar de tener miedo. Aceptar que en la vida, se pasa bien y se pasa mal. Evitar el dolor y huir de todo aquello que te pone triste, al final también te priva de cosas buenas. Ismael tiene mucho miedo a enfrentarse a quien era él, en realidad. En el pueblo están todas las respuestas. Es muy difícil engañar a las personas con las que has crecido. Ellos saben quién era, saben qué sueños tenía. Por eso tiene miedo a regresar al pueblo, porque tiene que enfrentarse a su propio yo, y es de eso de lo que está huyendo.
M.G.- Reencontrarse con ese grupo de amigos con los que creció, con Raúl, con Natalia, con Zapata. ¿Cómo los ha tratado la vida?
J.L.- La vida los ha tratado como trata a cualquier otra persona, llevándolos por su propio camino. Cada uno ha vivido un proceso de maduración y de descubrimiento. Unos descubren su propia sexualidad. Otros, como es el caso de Natalia, descubrirá la verdad sobre su propia familia. En el caso del Zapata, la vida lo lleva por sitios terribles, a través de un acto que cambia su vida para siempre. Pero eso es la vida, crecer y enfrentarte a cosas muy diferentes.
Era muy importante que un personaje como Raúl, que en su adolescencia sufrió un bullying terrible por ser homosexual, con un nivel fuerte de daño físico, cuando creciera, se convirtiera en un personaje muy luminoso, que aporta mucha vida y mucha luz a Ismael, que es todo oscuridad. Quería mandar un mensaje a cualquier chaval que se lea el libro y lo esté pasando mal, para decirle que todo pasa. El nivel de angustia que tienen los niños y los adolescentes, porque son diferentes y sufren bullying, eso pasa. Luego te conviertes en otra persona más fuerte. Ojalá no vivieras eso pero bueno, si lo vives, decirle que no es eterno. Por eso me interesaba mucho que Raúl cambiara mucho sus sueños y no tuviera miedo de volver al pueblo para trabajar allí, para ayudar a otras personas que están en la misma situación que estaba él cuando eran adolescentes.
La pandilla lo que hace es crecer y eso, muchas veces, significa sufrir desengaños, enamorarte, que te rompan de nuevo el corazón, volver a enamorarte, y encontrar tu lugar en el mundo.
M.G.- En cuanto a los temas que tratas en la novela, hay bastante violencia, hay miedo, odio, pero también hay amor, amistad y lealtad. Me gusta cuando tocas ese reencuentro con las raíces, con los orígenes, y los sueños truncados.
J.L.- Son temas que me preocupan y que he visto a mi alrededor. Quería trasladar todo esto a la novela con conocimiento de causa. Los sueños truncados los he vivido muy de cerca, en mi generación. Independientemente de que el libro hable de cómo un hijo se reencuentra con su madre, y cómo aprende a perdonarse por no haber estado con ella en los momentos duros.
El otro tema que recorre la novela es esa segunda familia que tú eliges, los amigos. Son personas que están en tu vida porque tú quieres. En el caso de esta pandilla quería explorar diferentes tipos de sueño. En el verano del año 2000, Ismael tiene sueños muy grandes y ambiciosos. Quiere hacer muchas películas y cambiar el mundo. Sin embargo, los sueños de Natalia son mucho más pequeñitos. Ella quiere abrazar a sus padres, porque tuvieron que emigrar para buscarse un trabajo mejor. El sueño de Raúl es ser visible y estar con la persona que quiere sin tener que ocultarse. Y en cuanto al Zapata, su sueño es volar. Quería hablar de una generación que, de repente, el tiempo nos ha enseñado que somos la generación de la crisis. Salimos de la universidad y no teníamos trabajo. Todos nuestros sueños se convirtieron en irrealizables. Si queríamos trabajar de lo que fuera para poder pagar el alquiler, nos decían que estábamos sobre cualificados. Tuvimos que mentir en el curriculum para quitar estudios. Todo era muy loco. Y eso nos desengañó mucho. Lo pasamos muy mal, y mucha gente se quedó en el camino. No consiguieron sus sueños. Conozco a gente con un talento impresionante para escribir y dirigir que han tenido que montar negocios. Han tenido que buscarse la vida de otra manera.
M.G.- Jota, no sé si pensarás como yo pero, las amistades que se forjan en la infancia y en la adolescencia son muy distintas a las que se hacen de adultos, ¿verdad? Podrá pasar mucho tiempo sin ver a una amiga de la infancia pero, cuando la vuelvo a ver, es como si hubiera pasado unos minutos.
J.L.- Es que se detiene el tiempo. Hay una frase preciosa en el cuento El cuerpo de Stephen King que dice que nunca tienes amigos como los que tuviste a los doce años. Y es verdad. Ahí radica el miedo de Ismael de volver al pueblo porque allí no puede disimular ni engañar a sus amigos. Son amistades muy puras.
M.G.- Laguna es un pueblo ficticio pero es muy fácil ubicarlo.
J.L.- Laguna es un pequeño Frankenstein de diferentes pueblos de la zona. Es eminentemente mi pueblo, Algodonales, donde yo crecí pero quería que tuviera un pantano, y lo tomé del pantano de Zahara de la Sierra. Las calles de Algodonales están cambiadas pero cualquiera que conozca el pueblo sabe perfectamente por dónde se mueven los personajes. El hecho de usar un pueblo ficticio me permitía contar las historias reales que ocurrieron en mi pueblo.
M.G.- Dicen que el final de esta novela es muy impactante. ¿Qué me voy a encontrar?
J.L.- El final plantea al lector algo vital para culminar el viaje emocional de la novela. Te hace preguntarte: ¿Qué hubieras hecho tú? Quiero insistir en que es un viaje muy luminoso. A pesar de que habla de la muerte, de asesinato y de sueños truncados, es también una novela que habla de empezar de nuevo.
M.G.- Jota, ¿y la llevarías al cine?
J.L.- Me encantaría. Pero hay que ver primero qué ocurre con la novela. Imagina que no guste. Espero que no.
M.G.- A mí me está gustando. Lo dejamos aquí, Jota. Un placer.
J.L.- Gracias.
Sinopsis: Un pueblo envuelto en secretos. Una pandilla que perdió sus sueños. UN VERANO QUE LO CAMBIÓ TODO
Ismael, un director de cine en horas bajas, regresa a su pueblo en la sierra de Cádiz para acompañar a su madre, que vive sus últimos días. Mientras procesa el dolor junto a su familia y un gato sin dueño, descubre que algo extraño se esconde tras el famoso asesinato del pantano hace dieciocho años.
Siempre hay un verano que lo cambia todo, y aquel fue el de Laguna: el verano del muerto; el mismo que lo separó de sus amigos Natalia, Raúl y el Zapata, una pandilla que perdió sus sueños después de esas vacaciones tormentosas.
Crecer significa sobrevivir entre misterios y desengaños. Ismael iniciará una batalla contra sí mismo para reconstruir ese pasado de luces rotas, que quizás no ocurrió tal como él recuerda. Atrás ha quedado la adolescencia, es el momento de buscar la verdad sobre su madre y la vida a la que ella renunció por amor a sus hijos.
Un pueblo envuelto en secretos. Una pandilla que perdió sus sueños. UN VERANO QUE LO CAMBIÓ TODO