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MARTÍ GIRONELL: ❝Mi reto ha sido contar con palabras las fotografías de Valentí Fargnoli❞

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Me encanta la fotografía, aunque reconozco que no tengo ni conocimientos ni arte para inmortalizar paisajes. En cualquier caso, hoy en día tenemos tantos recursos a nuestro alcance que todos, en mayor o menos medida, nos hemos convertidos en fotógrafos. Filtros, ajustes, marcos, recortes, marcas de agua, textos, mosaicos... Las posibilidades son casi infinitas. Sin embargo, hace décadas, las cosas eran bien distintas. Por entonces, hacer una buena fotografía requería de mucha paciencia pero también de mucha pericia. Es lo que tenía Valentí Fargnoli, un fotógrafo de origen italiano, pero residente en Girona, alrededor del cual gira la nueva novela de Martí Gironell, El fabricante de recuerdos.

Valentí Fargnoli «procedía de una familia italiana humilde que se trasladó a Barcelona en busca de una vida mejor, se aficionó al nuevo arte de la fotografía y se convirtió en fotógrafo ambulante. Sus fotografías postales de paisajes, vistas panorámicas de pueblos, monumentos y oficios son valiosísimos documentos históricos del país». Hace unas cuantas semanas tuve la ocasión de conversar telefónicamente con Martí Gironell, hablamos de Fargnoli, de sus viajes en bicicleta, de las fotografías que hizo recorriendo todo el país o de las técnicas de revelado. Todo ello figura en su nueva novela que, además expone ante el lector un misterio y una hipótesis que está relacionada con el atentado que sufrió Alfonso XIII.

Os dejo con nuestra conversación.


[Fuente: web Planeta de libros;
  ©Xulio Ricardo Trigo]

Marisa G.- Martí, antes de nada te tengo que felicitar porque esta novela ha ganado el Premio Bertrana, con el que tú estás muy vinculado.

Martí G.- Sí, son los premios literarios de Girona. Es una gala que he estado presentando, no cada año, pero sí cada dos o tres años. Siempre pensaba que, algún día, cuando encontrara la historia adecuada, me presentaría. Con la historia de Valentí Fargnoli, este fotógrafo ambulante, lo vi muy claro, y por eso me presenté. Tuve la suerte de que el jurado determinase que, de las setenta y tres novelas presentadas, esta merecía el premio. Para mí ha sido como un sueño hecho realidad. Hacía mucho tiempo que iba detrás de la historia de este hombre. Cuando encuentras una serie de informaciones que te permiten hilvanar un relato veraz y verosímil te tiras de cabeza.

M.G.- ¿En qué momento surge la idea de escribir la historia de este fotógrafo?

Martí G.- Valentí era un fotógrafo ambulante que iba con su bicicleta de aquí para allá. Retrató muchas localidades pequeñas, grandes, pueblos, ciudades, tanto de la sierra como del litoral. Es un personaje muy conocido en la provincia de Girona. Te diría que en cualquier bar, ayuntamiento, biblioteca o centro cultural, donde haya fotos antiguas, de 1918 o 1920, son de Valentí Fargnoli. 

He visto fotos de Fargnoli ante las cuales te quedas fascinado, por la luz, por la perspectiva. Y cuando hay personajes, aún más, porque era como si captara su alma. Siempre pensaba que tenía que ser un hombre fascinante, viajando con su bicicleta. Me parece una historia muy épica porque debía de ser muy duro trabajar en aquellas condiciones. Tenía que encontrar las palabras para contar sus imágenes, los retratos que definían una época. Sus fotografías me han ido acompañando durante muchos años y como soy muy curioso, he ido entrevistando a gente que me podía dar información sobre él y su obra. Así fui hilvanando una historia a la que le ves la posibilidad.

M.G.- ¿Y cuánto hay de verdad en el retrato que haces de este fotógrafo?

Martí G.- Aunque es un fotógrafo ambulante, las personas que han estudiado su obra también han podido profundizar bastante en su vida.  He hecho un trabajo de combinar realidad y ficción, como he hecho siempre en la novela histórica, pero siempre procurando que la documentación aporte verosimilitud al relato que pretendo ofrecer al lector.

Soy muy devoto de una frase de Umberto Eco que dice que la ficción es la mejor herramienta para interpretar la realidad, tanto la actual como la pasada.  Es así. Yo procuro pergeñar una ficción bien documentada, presentar un planteamiento, una hipótesis y a partir de ahí, tratar de que sea lo más factible posible.

M.G.- En la novela no solo te centras en la parte más profesional de Valentí, sino que también nos descubres su lado más íntimo y personal. Hablas de su matrimonio, de sus hijos. Hay una parte que me conmovió mucho porque sufrió desgracias familiares importantes.

Martí G.- Sí, sí, todo eso es cierto. Él perdió una hija, Julia. Las personas que conocen bien la vida de Valentí cuentan que ella hubiera sido su fiel discípula, hubiera seguido el trabajo de su padre, y hubiera sido una gran fotógrafa. He intentado retratar en la novela esos momentos en los que Valentí llegaba por la noche y se disponía a revelar, ella se ponía con su padre a ver cómo él, casi como por arte de magia, hacía aparecer de la nada monumentos y personas. En el mismo año, Fargnoli perdió a su padre y a otro hijo, que se llamaba Valentí, como él, con lo cual tuvo una vida bastante complicada. 



[Valentí Fargnoli con su hija Julia. Fuente: Web Pedres de Girona]


También, al trabajar en bicicleta e ir de aquí para allá tuvo bastantes accidentes. De hecho, él muere como consecuencia de una herida mal curada, que arrastra durante mucho tiempo. Y murió muy joven porque todavía no había cumplido los 59 años. Fue una pena porque era un hombre que estaba trabajando para la posteridad. Él era consciente de que estaba fabricando recuerdos e inmortalizando momentos y gente que estaba llamada a desaparecer.

Sabía que todo iba avanzando aunque él no hacía uso de los avances tecnológicos. Él se fiaba mucho más de su olfato que de los artilugios que la tecnología le podía procurar. 

M.G.- Quizá esto que comentas, que prefería guiarse por su instinto en vez de por los avances tecnológicos, es lo que ha conseguido que sus fotografías tengan un halo especial.

Martí G.- Creo que sí porque los expertos en su obra lo han comparado con artistas pictóricos de la escuela flamenca y otros paisajistas muy importantes. Él consigue una luz, una perspectiva, y una mirada del patrimonio histórico y de la gente muy singular. Invito a los lectores a que busquen sus fotografías en Google y se van a encontrar unas instantáneas muy bellas. Cuando las ves a tamaño grande son impresionantes. Son trozos de la vida cotidiana que te cuentan muchas cosas, si te paras a leer la fotografía. 

M.G.- ¿Y no te planteaste en algún momento introducir fotos en la novela?

Martí G.- Tuvimos esta discusión con la editorial pero encartar un álbum de fotos detrás creo que desvirtuaba el relato. Mi reto era, lo que te contaba antes, contar con palabras las fotografías, que fuera una forma de escribir muy gráfico, muy visual. Hacer ese ejercicio para que luego los lectores se encuentren con las fotografías al final del libro pues maldito el esfuerzo. De todos  modos, hay mucha gente que me ha dicho que ha leído el libro con el móvil al lado.

M.G.- Yo también.

Martí G.- Es normal. Es un ejercicio que ahora podemos hacer. Pero también hay gente que ha hecho lo contrario. Se han auto-censurado y han reprimido el instinto de buscar las fotografías hasta no acabar la novela. 

La voluntad era reivindicar el trabajo de los fotógrafos, evocar la fotografía como una gran potencia de recuerdos. Es una reivindicación en una época en la que hemos desnaturalizados la fotografía. Quería decirles a los lectores que no dejemos de fabricar recuerdos pero que valoremos también aquellos recuerdos que fabricaron nuestros antepasados.

M.G.- Hay que señalar que esta novela no es solo una biografía o una biografía novelada de Valentí Fargnoli sino que también tiene su punto de suspense. Hay una especie de misterio que nos va a acompañar a lo largo de toda la lectura.

Martí G.- Exacto. He querido huir de un relato costumbrista y, gracias a la documentación y a las entrevistas, descubrí que había un par de agujeros en su biografía. Fargnoli recibió una distinción especial por parte de Alfonso XIII para que, el 31 de mayo de 1906, fuese a Madrid, a fotografiar las nupcias reales con Victoria Eugenia de Battenberg. Pero esas fotos nunca se han encontrado, nunca se han visto. Además, al cabo de unos días, Fargnoli se larga a Buenos Aires con sus padres durante dos años. Volverá en 1908. ¿Qué pasó con aquellas fotos? Puede ser que Fargnoli tuviera miedo y no quisiera sacar las fotos a la luz. ¿No sería que con esas fotos lo podían vincular con aquel grupo anarquista que lanzó la bomba cuando pasaba la carroza de los futuros reyes? Sabe que ha inmortalizado un momento histórico, por eso no quiere cargarse las fotografías. Y ese es el inicio de la novela, cuando él llega a casa de Sebastià Martí Roura, el que fue su ayudante durante tres años, y le cede una caja con fotos inéditas y comprometidas, de las que nunca ha querido deshacerse ni publicarlas. Esto una hipótesis que surge a raíz de la documentación, la posibilidad de que él hubiera conocido a Mateo Morral, el anarquista que lanza la bomba escondida en un ramo de flores.

M.G.- Sebastià Martí Roura es un personaje que funciona como motor para impulsar a Fargnoli a narrar toda su vida.

Martí G.- Sí, es la persona que le va tirando de la lengua. Pero Fargnoli también tiene ganas de repasar. Sabe que está en los últimos días de su vida, debido a esa lesión que arrastra desde hace años, y por eso le viene bien hablar con su antiguo ayudante, y recordar todo lo que hizo, y lo que vivió, tanto a nivel profesional como a nivel personal. Las fotografías comprometidas jugaron un papel importante. 


[Si prefieres escuchar nuestra conversación, dale al play]


M.G.- Pero con esta novela, y a partir de las fotografías, también vas haciendo un retrato de la época y vas aportando datos curiosos. Me ha parecido muy simpático saber que, por ejemplo, en las farmacias se vendían postales. Nos hablas también de costumbres, como el baile del puro, del manicomio de Salt y de aquellas mujeres que trabajaban en la industria textil catalana, que luchaban por sus derechos. Acercas esos años al lector.

Martí G.- Esa era la intención. A partir de las fotografías, dar al lector la posibilidad de entender e interpretar aquella época. Por ejemplo, las personas que acababan en un manicomio no siempre estaban locas, sino que eran elementos subversivos y los quitaban de en medio metiéndolos en esos sitios. Las mujeres, como Rosa, la mujer de Valentí, eran emprendedoras, también daban el callo y tiraban del carro. He querido acercar a los lectores del siglo XXI a una época, a partir de unas costumbres, de sus gentes y mostrar cómo la gente joven se relacionaba en los bailes, cómo los pescadores vendían su mercancía,... En definitiva, cómo éramos hace cien años. 

M.G.- Y en ese retrato de la época también aparecen personajes reales, muchísimos. ¿Cómo ha sido convertir esas personas reales en personajes de novela?

Martí G.- Un reto al igual que el poner palabras a las imágenes. Si tratas de invitar a los lectores a viajar a través de una época, es normal que aparezcan personajes históricos. A través de la documentación sobre los personajes, he intentado poner en su boca pensamientos y opiniones que emitieron hace muchos años para no desmentirles ni desvirtuarlos.

M.G.- Hablando de documentación, y dado que en la novela es importante la fotografía, no sé si eres aficionado o no, pero sí que haces un estudio muy profundo del sector. Nos explicas cómo se fotografiaba, cómo se revelaba, qué productos se usaban. No sé si has tenido que estudiar bastante.

Martí G.- Lo que he hecho es informarme y rodearme de gente que conoce las técnicas que se utilizaban en aquella época, lo que se necesitaba para revelar. Antes me comentabas que encontrabas curioso que en las farmacias se vendieran postales pero es que acudían allí para comprar muchos de los materiales y de las sustancias que necesitaban para el revelado. Había entre ellos como una joint venture. Los fotógrafos compraban allí los materiales y los farmacéuticos les procuraban sus escaparates para que sus obras de arte fueran expuestas allí y las pudieran vender. En aquella época se ganaban la vida haciendo postales.

Me gusta mucho la fotografía pero no tengo mucha idea. Me parece una obra de arte lo que hacían con solo seis placas de cristal en cada una de las cámaras, con lo cual tenías que tener un arte, un oficio y una pericia increíble. Solo tenían seis oportunidades para fotografiar. Nosotros tenemos infinidad de posibilidades hoy. Pero ello solos tenían seis posibilidades. Para mí es un trabajo épico, heroico, y que tiene todo mi respeto. Ahora que estamos banalizando la fotografía, lo que ellos hacían hay que ponerlo en valor. 

M.G.- Martí, en abril de 2014 hubo una exposición con las fotografías de Fargnoli pero ¿hay alguna fundación? ¿Quién se ha hecho cargo de todas esas fotografías?

Martí G.- El problema está en que su legado está muy repartido. Hay fotografías en los archivos del Ayuntamiento de Girona, en los de la Diputación de Girona, hay una fundación privada en Torroella de Montgrí, que se llama, Fundación Mascort, en la que se conserva una de sus cámaras. La pude ver, la pude tocar. Quiera que no parecía que me transmitía algo. También hay nietos y bisnietos, familiares directos de Fargnoli, que tienen fotografías. Pero no hay un fondo único. 

M.G.- Martí, no te robo más tiempo. Te doy las gracias por atenderme, por escribir esta novela, y por descubrirnos la figura de Valentí Fargnoli, que yo no lo conocía.

Martí G.- A ti por el interés, Marisa.

M.G.- Espero verte pronto. Un saludo desde Sevilla.

Martí G.- Muchas gracias.

Sinopsis: Una historia épica, heroica y delicada hecha de recuerdos y secretos inolvidables.

El doctor Masgrau, director del Centro de Investigación y Difusión de la Imagen de Girona, recibe una visita inesperada que lleva una caja de fotografías inéditas y comprometidas de Valentí Fargnoli. Eran sus grandes secretos.

El fabricante de recuerdos es el fascinante viaje de las peripecias del fotógrafo ambulante Valentí Fargnoli, que en las primeras décadas del siglo xx, con su bicicleta, recorre el país retratando la vida desde la costa hasta la montaña pasando por los pequeños pueblos y las grandes ciudades. Fargnoli, a través de las imágenes, construye una memoria personal y colectiva de gran valor que estaba destinada a desaparecer. Su trayectoria brillante le lleva, incluso, a fotografiar la boda de Alfonso XIII, algo que le cambiará la vida para siempre.

Una historia épica, heroica y delicada hecha de recuerdos y secretos inolvidables.



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