Autora
Elvira Mínguez es una de las actrices cinematográficas más reputadas del panorama audiovisual actual. Ha trabajado a las órdenes John Malkovich, Steven Soderbergh y Asghar Farhadi, entre otros. Entre sus trabajos recientes y más exitosos, destaca su papel de Flora en la adaptación de La Trilogía del Baztán, de Dolores Redondo. Mujer de gran cultura e inquietudes intelectuales, La sombra de la tierra es su primera novela.
Sinopsis
La sombra de la tierra es la historia de dos mujeres o, mejor dicho, de la escalada al poder de una de ellas y la pérdida del mismo de la otra.
Estamos en 1896, en Villaveza del Agua, un pueblo de la provincia de Zamora donde el hambre y la pobreza son las circunstancias vitales de sus habitantes, sometidos a la Garibalda, una mujer viuda y enferma que impone sus propias normas a la comunidad entera.
La dictadura de la Garibalda, el control y la explotación a los que tiene sometidos a los hombres y mujeres del pueblo y el temor reverencial que sienten hacia ella ha llevado a los habitantes de Villaveza a buscar una solución, y esta solución (o eso es lo que creen) es Atilana, una mujer tan dura como sus circunstancias que aspira a conseguir el poder que ostenta la caciquesa.
Enfrentadas desde hace muchos años, el odio las mantiene en pie. La lucha de estas dos mujeres egoístas y manipuladoras arrastrará a todo aquel que esté a su lado. Atilana y Garibalda tan absortas una en la otra, incapaces de ver más allá de su enfrentamiento, no serán conscientes de lo que se está gestando a su alrededor hasta que sea demasiado tarde.
Nadie en el pueblo saldrá indemne de este encono, aunque serán sus hijos, principales víctimas de estas mujeres despiadadas, los condenados a soportar la herencia maldita de estos actos.
La actriz Elvira Mínguez se revela en esta historia como una narradora con una energía extraordinaria, capaz de metabolizar todo su talento dramático y un profundo conocimiento de nuestra literatura en unos personajes trágicos e inolvidables. La lectura de esta novela terrible, y aún así traspasada por la misericordia, que es de la autora pero que nos atañe a todos, tiene el poder catártico, transformador, reservado sólo a las grandes historias.
[Información tomada directamente de la web de la editorial]
Lo comenté cuando publiqué la entrevista, que puedes leer aquí. Me gusta muchísimo Elvira Mínguez como actriz. La posibilidad de haber podido conversar con ella en persona me hace entender la labor tan extraordinaria que hace un actor o una actriz para dar vida a sus personajes. Pienso en su último trabajo, en el papel de Flora Salazar, dentro de la Trilogía del Baztán. Pienso en la mujer con la que conversé en enero. Me sorprende ver dos mujeres tan distintas dentro del mismo cuerpo. En esa diferencia tan abismal que yo percibo es donde radica precisamente una buena interpretación.
Conocedora de la trayectoria de Mínguez, me llevé una gran sorpresa cuando supe que la actriz empezaba a adentrarse en el mundo de la literatura. Si lo piensas un poco, y como ella misma me confesó, no hay tanta diferencia entre escribir o interpretar a un personaje. En el fondo, todo se reduce a crear de la nada, a hacer tangible lo intangible. Y dar cuerpo a una historia es lo que ha hecho en La sombra de la tierra, título que ha supuesto su debut literario. Solo con leer la sinopsis ya me sentí atraída por esta historia, pero el día que me senté a hablar con ella tan solo llevaba unas pocas páginas leídas. Terminé la lectura pocos días después, así que hoy vengo a contaros qué me ha parecido la primera novela de Elvira Mínguez.
Para empezar, te diré que la acción se inicia en el mes de marzo de 1896 y abarca hasta marzo de 1898. Villaveza del Agua, municipio de Zamora, es una localidad real. Será en este pequeño pueblo, que hoy cuenta con ciento setenta y cuatro habitantes, donde tendrá lugar el desarrollo de los hechos. No obstante, debo aclarar que lo que Elvira Mínguez narra en esta novela es pura ficción, totalmente fruto de su imaginación, aunque Villaveza exista realmente.
Cuenta la novela que, en este pueblo viven dos mujeres: Atilana y Garibalda. La primera...
«Es una mujer alta y fuerte, de cincuenta y dos años, con pelo entrecano recogido en un moño, facciones marcadas, labios delgados y sufridos y unos ojos negros como un pozo rodeados de profundas ojeras». [pág. 15]
La segunda, la describe así:
«... las carnes que sobresalen por los laterales de la butaca, esos pies abotargados y tumefactos que se escpan por los bordes de unas zapatillas deformadas». [pág. 17]
Garibalda padece obesidad mórbida por eso la llaman «la Gorda». Es la figura más importante del pueblo. No hay nada que ocurra en Villaveza que no llegue a oídos de Garibalda. No hay nada que ella no sepa. No hay nada que se le escape. De hecho, es ella la que dirige los hilos de Villaveza, la que decide cómo, dónde, por qué, para qué,... Todo el que viva en Villaveza tiene que rendir cuentas a Garibalda. Incluso los vecinos, supuestamente de motu propio, acuden a ella pidiendo instrucciones. Un poder desmesurado para una mujer que hace años que no pisa la calle, que vigila el día a día de su pueblo a través de los visillos de una ventana, que no habla por boca propia, sino a través de su hija Tránsito.
El conflicto de esta novela surge pronto. Genaro, el marido de Atilana, al que apodan el putero, ha fallecido. La familia quiere enterrarlo en campo santo. Garibalda y, por consiguiente la mayor parte del pueblo, se niega en redondo. ¿Cómo permitir que un hombre de semejante reputación sea acogido en tierra consagrada? Ni siquiera Agustín, el párroco, puede mediar en este asunto. Aquí se hace lo que Garibalda dicte y mande. Y es que Genaro no era trigo limpio. Tenía deudas de juego, era un maltratador, y se metía en negocios poco claros. Su vida desordenada y poco cristiana da pie a que aparezca Fernando Vacas en la vida de Atilana, pero sobre este asunto no diré más nada.
La cuestión es que la muerte de Genaro deja a Atilana en una situación de extrema precariedad y dificultad. Una transacción del difunto antes de fallecer coloca a Garibalda muy por encima de Atilana, pero esta última es una mujer orgullosa que sabe plantar cara. Para hacer frente a los contratiempos, la mujer contará con la ayuda de sus hijos. Poco a poco, y provocado por diferentes sucesos en el pueblo, se irán uniendo a su causa otras personas.
La sombra de la tierra es la historia de dos mujeres poderosas en un pueblo pequeño. Villaveza es un municipio donde el odio, el miedo, el rencor y la venganza corren entre sus calles, un pueblo en el que no pocos vecinos tienen secretos, donde antaño ocurrieron cosas que se silenciaron pero que todo el mundo sospecha, donde siguen ocurriendo cosas por las que algunos personajes tomarán drásticas decisiones.
Esto es, a grandes rasgos, lo que podemos encontrar en la primera novela de Elvira Mínguez, una historia en la que la actriz y ahora novelista se sumerge en lo más profundo del ser humano para mostrar que, tanto hombres como mujeres, pueden ser auténticos monstruos, y que nos conducirá a un desenlace lleno de sorpresas. Llegando a las páginas finales, el lector descubrirá en una sola palabra la magnitud del odio que se respira en Villaveza, y comprenderá que, en ocasiones, la vida hace justicia, y que los más débiles terminan por encontrar el valor necesario.
Qué me ha gustado de la novela
Las tramas que ocurren en pueblos pequeños siempre me han parecido sumamente interesantes. Ya se sabe que, pueblo pequeño, infierno grande. Resulta paradójico que un lugar en el que todos se conocen, en el que las relaciones suelen ser estrechas y cercanas, se convierta a veces en un auténtico polvorín. Quizá ocurra así porque precisamente todos se conocen y porque resulta mucho más complicado pasar desapercibido o engañar al prójimo. Villaveza es un infierno en el que sus habitantes se sienten atrapados y del que algunos pretenderán huir.
Lo que más me gustado de La sombra de la tierra son sus personajes, la construcción de los mismos. Creo que es el punto fuerte de esta novela. Atilana y Garibalda (esos nombres que no están elegidos al azar) son dos mujeres que impactan al lector. Son personajes que rompen totalmente con esa imagen de protección que siempre se le ha asignado a la mujer. Ellas solo piensan en sí mismas, en quedar por encima de la otra, en ostentar el poder. Y los hijos son para ellas meras rémoras, cargas que la vida les ha echado sobre la espalda.
Y aunque ellas dos conformarán el eje sobre el que gira toda la historia, el resto de personajes (abundantes) de los que os hablo más abajo, están igualmente bien construidos, cada uno con su personalidad bien definida, cada uno ocupando un rol específico, cada uno cargando con su propia cruz.
Pero en esta novela no solo vamos a ver la inquina existente entre dos mujeres. Cuando el odio se desborda pude dar lugar al derramamiento de sangre. La parca ronda por las calles de Villaveza. Habrá muertes. Unas, fruto de los ajustes de cuentas. Otras, perpetradas por quienes menos imaginamos y de la forma menos esperada.
No obstante, a pesar del dibujo tan gris que os estoy trazando, el amor se cuela en estas páginas. El retrato que Elvira Mínguez hace del amor en esta novela se aleja de esa concepción romántica que conocemos. El amor en La sombra de la tierra tiene la misma dureza que esos terruños que los personajes tienen que apartar para labrar la tierra. Es un amor de manos agrietadas, de ojos que buscan respuesta, de mujeres de luto, y hombres que anhelan un resquicio de calor. Es un amor que da sin pedir nada a cambio, casi una condena.
Qué eché en falta
Garibalda y Atilana son dos personajes tan potentes que cuando aparecen su presencia lo llena todo. Desde el inicio de la novela veremos cómo una rehúye a la otra. Atilana no ha entrado nunca en casa de Garibalda. Y esta última lleva mucho tiempo sin salir a la calle. Y a medida que las iba conociendo, más ganas sentía de que se produjera un encuentro cara a cara. Dos titanes frente a frente, dos mujeres rivales, luchando por el poder, dos personalidades poderosas echando un pulso. Son dos mujeres tan fuertes que me hubiera gustado verlas juntas en más ocasiones. Quizá sea eso lo que me ha faltado, verlas más frecuentemente una junto a la otra, para comprobar cómo las chispas se convertían en un gran fuego.
Personajes
Estamos ante una novela muy coral, en la que las dos grandes mujeres estarán rodeadas de un elenco de personajes que contribuyen a crear dramatismo y a retratar la atmósfera del pueblo. Por un lado, tendremos a los hijos, que no son más que las verdaderas víctimas de esta historia. La prole de Atilana está formada por:
- Bela, muchacha hermosa, nacida con un ojo de cada color, y de la que su hermana Juventina decía que «con el ojo azul podía ver a las personas por dentro y con el marrón por fuera».
- Juventina (Tina), «fue una niña que se empeñaba en ser una adolescente y ahora es una adolescente de quince años que se empeña en ser mujer». Quizá sea la que viva más al margen de todo el drama que se cuece a su alrededor.
- Baldo tiene una relación muy estrecha con Bela. Ambos saben lo que las paredes de su casa llevan años silenciando. Atilana dirá que es su hijo predilecto, aunque eso podría hacernos pensar erróneamente en una relación madre-hijo basada en el amor.
- Amparo es para mí el personaje más inquietante. Los silencios de Amparo provocan mucha desazón porque es de pocas palabras, pero su forma de mirar despierta los más profundos recelos.
«Por mucho tiempo que haya pasado en esa casa, a Fernando le cuesta aceptar las maneras que Atilana tiene con su hija, pero en los segundos que Amparo le clava la mirada oscura, a él se le enfría el alma». [pág. 47]
Los hijos de Garibalda serán Demetrio, el único capaz de hacer frente a su madre y el único que actuará en contra de los intereses de la misma; Tránsito, que mira a su madre sin comprender por qué Garibalda no los ha querido nunca; y Braulio, al que su madre le encarga la misión más difícil que se le puede encargar a un hijo.
Hijos que no saben querer porque nunca han recibido el amor de una madre. Hijos que quieren huir porque de otro modo temen ser arrastrados a los infiernos.
Por otra parte, tendremos a los vecinos: a Herminia y a su marido Saturio, que regentan la única abacería del pueblo, y no a todos despachan con la misma disposición; a Casilda, que lleva en el pueblo poco tiempo pero que ya conoce a la sombra de qué árbol cobijarse, aunque no puede evitar sentir cierta compasión por Atilana; a Baltasara y a Aquilino, el alguacil; o a Edelmira. Y luego están los hombres de Monte Coto, ese campamento apartado del pueblo en el que residen los hombres que dejaron atrás a su familia para venir a trabajar en las vías del tren. Todo quedó en un sueño que se desvaneció pero que ha dejado atado a los hombres a esa tierra, a la espera de que se cumpla lo estipulado en sus contratos.
«Monte Coto está formado por un conjunto de seis chamizos en los que se percibe el tiempo que llevan sus habitantes viviendo en ellos; ropa tendida fuera, leña apilada contras las paredes del chamizo y algún mueble desvencijado que necesita reparación». [pág. 61-62]
Y casi como otro personaje más, el propio pueblo. Villaveza del Agua como reflejo de una época en la que las diferencias sociales eran tan evidentes, donde la miseria era el pan de cada día en las familias, una tierra a la que era complicado extraerle el fruto, gente con hambre, gente sin trabajo.
Estilo y estructura
Con un narrador omnisciente y estructurado en capítulos de corta extensión, se nota que Elvira Mínguez procede del teatro y el cine. Llevar años leyendo guiones le habrá ayudado mucho a ser tan concisa en las descripciones. A veces dibuja las situaciones como si fueran acotaciones de un texto teatral que, con cuatro palabras, configuran perfectamente la escena.
A ello se une la elección del tiempo presente para describir los sucesos, como si el lector fuera un testigo inmediato de lo que acontece en Villaveza. Eso nos proporciona la sensación de ser parte del lugar, un vecino más, que va a contemplar atónito lo que ocurre en el pueblo.
El léxico está muy cuidado. Estamos en 1896, en un entorno rural, y Mínguez procura que los personajes suenen como sonarían los hombres y mujeres en ese tiempo y en ese lugar. La autora se encarga de seleccionar palabras y expresiones propias de aquellos tiempos, y que ya se han dejado de oír.
«A pesar de ser mayor que Tina, no hay en su cuerpo nada que anuncie que vaya a manchar pronto». [pág. 21]
Además, y para facilitar la lectura, el volumen cuenta en sus páginas iniciales con lo que solemos llamar un dramatis personae, un listado de personajes que nos recuerda quién es quién en la trama.
La sombra de la tierra creo que es un debut digno. Estamos ante una historia dura que mostrará las vilezas del ser humano, dentro de los límites de un pueblo en el que todo se vive con más intensidad. Un elenco importante de personajes bien construidos y un cúmulo de secretos que llevan ocultos durante años consiguen que esta novela se lea con ganas.
[Fuente: Imagen de la cubierta tomada de la web de la editorial]
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