Autor
Miguel de León nació a finales de 1956 en La Laguna, Tenerife. Se crio en el seno de una familia muy humilde, en Valle de Guerra, una zona rural del municipio de La Laguna, a cuya ciudad se trasladó con diez años cuando comenzó la enseñanza secundaria. Desempeñó desde niño múltiples trabajos hasta su ingreso en el servicio militar. A su término, fue vigilante jurado y se formó de modo autónomo como programador informático. Trabajó como programador y analista informático y fue gestor comercial en una importante empresa nacional que abandonó en 1991 para establecer una pequeña empresa en la que ha trabajado hasta hoy. En 2016 publicó en Plaza y Janés con gran éxito de crítica y público su primera novela, Los amores perdidos.
Sinopsis
La familia Altaterra acoge en su seno a un enigmático joven sin nombre, pero tiempo después lo repudia misteriosamente. El expulsado se ve obligado a vagar durante treinta años. Cuando regresa, pasado y presente se confunden, y los amores secretos y las venganzas por saldar se entremezclan con una serie de crímenes cuyo desenlace estará íntimamente ligado al destino de la familia.
La nueva novela de Miguel de León, autor de Los amores perdidos, es una épica historia llena de pasión, morbo, odio, venganza, amor y tragedia, en la línea de las grandes sagas familiares de la literatura.
[Información tomada de la web de la editorial]
Arranco la actividad del blog en este mes de septiembre por la puerta grande, hablándoos de una novela de la que esperaba mucho y que me ha ofrecido incluso más de lo esperado. Mis días de vacaciones y buena parte del mes de agosto los he invertido en la lectura de Almas en el páramo, la que es la segunda novela del autor tinerfeño, Miguel de León, una novela extraordinaria, de una envergadura tremenda, que engulle al lector en una trama muy trabajada, con múltiples líneas y recovecos.
No sé a vosotros, pero cuando me topo con una historia que sobrepasa los límites más básicos de la narración, protagonizada por múltiples personajes, todos ellos con una personalidad abrumadora, complejos, y llenos de luces y sombras, no sé muy bien por dónde empezar a contaros. Quizá, lo más sencillo sería comenzar por eldónde.¿Dónde tienen lugar los hechos que se narran en esta novela? Y a esta pregunta podemos responder con tan solo leer la primera página del libro. En las líneas iniciales, el mismo Miguel de León nos aclara que la acción se desarrolla en Antiqua, una localidad que nace de la imaginación del autor.
«Antiqua es una ciudad imaginaria. Su aire un tanto irreal es intencionado para ambientar el tema de la obra: las almas son ajenas al tiempo y el espacio, son de siempre y de cualquier parte donde haya vida».
Y ciertamente sobre Antiqua flota una bruma de irrealidad, una densa neblina que envuelve a los personajes, casi definiendo la frontera entre este mundo y algún otro en el que los sucesos adquieren otra magnitud; un lugar lleno de símbolos y alegorías. En «la invicta, altiva y misteriosa ciudad de Antiqua» residen familias de prestigio, como los Altaterra; hay barrios privilegiados, como La Umbria; y una casa, La Bella, sobre la que recae una temible leyenda.
«El símbolo más genuino y afín con el temperamento de Antiqua es una casa que se conoce por el nombre de La Bella. Construida a principios del siglo XX en la mejor parcela de La Umbria, el barrio más caro y privilegiado, La Bella había permanecido deshabitada la práctica totalidad de su siglo de vida, perseguida por la leyenda de que había vuelto locos a los que cometieron la osadía de ocuparla. Un cronista de la ciudad hizo más sobrecogedor el misterio cuando cayó en la cuenta de que La Bella había respetado a las mujeres, y que los casos de locura fueron todos de ocupantes varones». [pág. 13]
La Bella parece tener vida propia. Hay noches en las que pareciera como si suspirara, emitiendo aullidos que espantan a los vecinos y que presagian sucesos trágicos, como el que vendrá precedido por una terrible pestilencia que azota la ciudad de Antiqua una mañana de agosto. La aparición del cadáver de una mujer en las inmediaciones de La Bella desatará un misterio que vendrá seguido por otras muertes, siempre mujeres, y que mantendrá en vilo al lector, en una lectura que requiere de cierta parsimonia, que se desgrana con lentitud, y que permite ir desmadejando la historia de los habitantes de Antiqua.
Las primeras pesquisas conducen a un supuesto culpable, a un tipo de aspecto desaliñado, un mendigo al que muchos conocen por el sobrenombre de Doctor. En realidad es Elisario Calante, un hombre que, a pesar de rozar tan solo la cincuentena, está cansado de vivir. Un hombre que amó profundamente y que fue amado en el pasado, pero al que parece que solo le persiguen las desdichas. De ahí que quiera acabar con su sufrimiento, pero de la nada surgirá Lobo, un perro vagabundo que tampoco ha tenido una vida fácil. Hombre y animal cruzan sus caminos. Serán dos almas gemelas que se hacen compañía.
Quizá, Elisario sea el centro de esta historia, el vértice de una pirámide por la que escalan multitud de personajes, que aparecen y reaparecen tiempo después, construyéndose así un estudiado entramado de relaciones que unen y desunen a los personajes. Así conoceremos a los Altaterra, una familia de abolengo en Antiqua, cuyo cabeza de familia será Diego de Altaterra. Viudo tras la muerte de su esposa, como hombre justo educará a sus hijos Gabriel, Eulalia y Fernando bajo los más nobles principios y, sin embargo, unos y otros serán bien distintos. Diego tiene un hijo predilecto. Fernando es el estudiante brillante, el vástago que cada padre quisiera tener, el que pone sus miras en el seno eclesiástico, y al que parece que le espera un futuro prometedor. Pero la vida gira y gira. A veces, se toman decisiones equivocadas. Otras, nuestras propias pulsiones nos condenan para siempre. Mientras tanto, Gabriel será el gestor del patrimonio familiar, cuya vida tampoco estará exenta de contratiempos, y Eulalia, tan enigmática, parecerá un personaje secundario, pero no nos engañemos. De ella, mejor no contar demasiado.
A las puertas de la casa de los Altaterra llegará un chaval que parece solo en el mundo y cuyo origen es un misterio. Sobre el mismo se dice:
«Por el vocabulario, la perfecta caligrafía o alusiones a la cultura general, en las que no erraba, Fernando de Altaterra y Lucila de Mirando creían que provenía de un ambiente de clase media alta. Sin embargo, habían tenido que explicarle hasta los usos más elementales de la rutina social y era de una candidez enternecedora en los asuntos del mundo. Desconocía el precio de las cosas y el valor del dinero, nunca había entrado en un cine y trataba de usted incluso a los de su edad». [pág. 102]
Tan desvalido parece Rafael que los Altaterra lo acogerán como si fuera uno más de la familia, cediéndoles incluso el apellido familiar. Rafael de Altaterra quedará al cargo de Servando, el carpintero de la familia, y el encargado de enseñarle un oficio, el de lutier. Rodeado de instrumentos, el joven demostrará un extraordinario sentido musical, una cualidad nata para la música, lo que le reportará más desdichas que dichas. Su vida se volverá tan desafortunada como la de la Clavelina, la guitarra que Servando le regala.
Almas en el páramo es una historia en la que el tiempo no importa. Hay referencias que nos acercan a nuestra actualidad pero, a la vez, el tono y la esencia de la narración nos trasladan a épocas remotas, donde la vida discurría a otro ritmo. Consigue Miguel de León descontextualizar temporalmente la historia, convirtiéndola en un relato atemporal, con una importante fluctuación entre el presente de la novela y el pasado de los personajes.
Y a pesar de ese discurrir lento al que me referí antes, esta novela no está exenta de giros que nos dejarán con la boca abierta. Te sorprenderás con los sucesos inesperados y trágicos, con las reacciones extremas de sus personajes, con los reencuentros que jamás hubieras imaginado. Son elementos todos ellos que consiguen atrapar al lector y mantener su atención a lo largo de sus casi quinientas páginas. Asesinatos, atropellos, desapariciones, secuestros, pasiones, engaños, venganzas y traiciones te esperan en el nuevo libro de Miguel de León, una novela de factura impecable, en la que la Iglesia y ciertas instituciones nacidas a la sombra estarán muy presentes, girando siempre alrededor de los círculos de poder, pero también en torno a la fuerza del amor. ¿Y dónde queda el alma? Ahora te lo cuento.
Temas
Y aprovecha Miguel de León para sacar a la palestra cuestiones de enjundia. Dado que algún personaje está vinculado al mundo eclesiástico, la religión, la fe y las creencias serán temas de conversación entre los personajes. Se debatirá sobre la existencia de Jesús de Nazaret y, por ende, de la de Dios. Lo que enlaza con un debate sobre la creación de la vida, que enfrenta la teoría científica con la religiosa, dándose así pie al título de la novela, el cual ostenta un significado mucho más extenso. Si algo hay en esta novela, son almas perdidas, errantes, y en el páramo.
«Si somos algo más que materia, si tenemos alma, somos almas en el páramo; almas errantes. En todo caso, no somos sino polvo estelar». [pág. 159]
En paralelo a las cuestiones religiosas, el lector podrá ahondar en el interior de ciertas hermandades que camuflan sus verdaderas intenciones. Fraternidades, sectas, o sociedades que manipulan a sus miembros, los ciegan, los embaucan, y los alejan del amor de sus familias. Esa visión de estas asociaciones, dirigidas por individuos carentes de escrúpulos, me ha resultado muy interesante.
«Una vez entre nosotros, nada le quedaba que decir a esa chica ni albergar sentimiento fuera de nuestra hermandad, ni siquiera con su padre o sus hermanos. Su única familia somos nosotros». [pág. 205]
Pero no serán los únicos temas que se aborden en la novela. Por supuesto, y en un lado de la moneda, el amor y la importancia de la familia serán pilares fundamentales. En el otro lado, las mentes más mezquinas enredadas en los negocios más turbios, que iremos descubriendo poco a poco. Ahí lo dejo.
Personajes
Almas en páramo es una novela muy coral, en la que intervienen multitud de personajes, de distinto estatus y condición. Miguel de León construye la sociedad antiqueña, mostrando buena parte de su vecindario. Así, Y más allá de Elisario Calante y los Altaterra, conoceremos en primer lugar a Marcelo Cato, el alcalde de Antigua, y a su mujer. La autoridad antiqueña viene representada por Claudio Prego, el comisario, y Máximo Devero, policía de menor graduación, y el que ayuda a descubrir el cadáver con el que arranca la acción. La mano derecha de Marcelo será Darío Vicaria, personaje meticuloso y maniático, al que no amilana la leyenda negra sobre La Bella. Livia Reiner es la viuda del abogado Aurelio Codino, con quien tuvo dos hijos -Aurelio y Valeria-. Junto con los Altaterra, los Reiner también será una familia importante en la trama. Katia Romano y su hermano Nicolás, dos artistas que aparecerán, desaparecerán y volverán a aparecer en la historia. Amalia Nocron es la ahijada de las hermanas de Diego de Altaterra, una mujer que, a pesar de conocer su destino, no quiere renunciar a la pasión. Y Loco, personaje casi fantasma hasta que, al final de la novela, se explica su origen.
Pero serán muchos más los personajes que asomen a estas páginas. Muchos de ellos serán hombres y mujeres flagelados por la desdicha. Algunos parecerán que no tienen mayor trascendencia, pero hay que dejar margen a la narración, dejar espacio a los acontecimientos, para volver a reencontrarnos con ellos. Miguel de León los acoge o los abandona en función de los sucesos que vaya narrándonos, pero ten por seguro que, si un personaje asoma en este relato, será por algo.
Estructura y estilo
Almas en el páramo cuenta con un total de treinta y un capítulo más un epílogo, que se distribuyen a lo largo de tres bloques, en los que, como dije antes, el tiempo avanza y/o retrocede, sin seguir un patrón concreto.
El autor sabe atrapar al lector con su prosa. Su pluma se desliza con elegancia y belleza, denotando el cuidado extremo en la elección de las palabras. Es un placer deslizar la vista por lo escrito, sentirse acunado por un lenguaje que hace justicia al castellano, idioma rico y exquisito, al que acostumbramos a pisotear y vulgarizar.
Me ha encantado la composición del relato, la forma en la que Miguel de León descoloca las piezas de este puzle, animando al lector a trenzar el tapiz que el autor coloca ante nosotros. Alguna vez me he preguntando hacia dónde me quería llevar el autor, o de qué manera pretendía cerrar la historia de manera solvente si, quedando escasos capítulos, seguía presentando nuevos personajes. Pero no temáis porque todo queda bien atado.
Por ir terminando, os parecerá raro pero esta lectura me ha conducido a evocaciones muy dispares. Leyendo sobre los Altaterra se me vino a la mente la fábula del hijo pródigo. Y, a medida que iba sabiendo más sobre la vida de Elisario Calante, mi mente empezó a tararear la canción de Un hombre al piano, que tan bien entona Ana Belén. Conexiones extrañas que hace la mente, pero siempre digo que ahí radica la magia de la literatura, en la capacidad que tiene una historia para enlazarla con otras, con recuerdos, con ideas, con reflexiones. En ese sentido, Almas en el páramo ha superado todas mis expectativas.
Cocida a fuego lento, estamos ante una novela descomunal, con multitud de personajes perfectamente definidos, una trama bien urdida, un buen drama que nos habla de familias, pero al que no le falta el suspense, que cuenta con varios elementos del thriller, pero traspasando los límites del género. Y siempre de fondo, La Bella, a la que volveremos en las páginas finales, donde se aclaran todas las incógnitas que nos han ido surgiendo a lo largo de la lectura.
En definitiva, y para resumir, todo un novelón.
[Fuente: Imagen de la cubierta tomada de la web de la editorial]
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