Pere Estupinyà estudió química y bioquímica. Cuando se planteó hacer el doctorado en genética se apartó ligeramente de su rumbo y optó por convertirse en divulgador científico. La ciencia es su mundo. Es un depredador voraz de información científica que, tras fagocitarla y digerirla, la transforma en libros accesibles para el público lector, en los que aborda temas de interés y que nos rodea. Es lo que ha hecho con su última publicación, La ciencia del sexo, una adaptación de aquel otro volumen titulado S=EX2 que publicó hace diez años.
Estupinyà pasó por Sevilla hace unas semanas y pude conversar con él sobre ese tema tan universal, desconocido, lleno de prejuicios y sombras como es el sexo. Os dejo con nuestra charla.
Marisa G.- Pere, bienvenido a Sevilla, encantada de volverte a ver otra vez. Estos días he estado con tu libro, leyéndome partes, fragmentos, porque, como tú dices en la introducción, el lector puede abordar la lectura de este libro de la manera que le apetezca, leyendo aquí y allá, aquello que más le interese.
Pere E.- Claro. No es una historia, que tiene que empezar por un principio y terminar por un final. Hay contenidos, hay aspectos de la sexualidad que no tienen un orden necesario.
M.G.- Así lo he leído yo. Hay cuestiones que me interesan mucho, de las que te voy a preguntar pero antes, quería saber algo. Tú escribes sobre ciencia. Ese es tu mundo y sobre el que escribes libros divulgativos. La ciencia, para algunos estudiantes como yo, siempre fue una materia que se nos atragantaba un poco. ¿Tú cómo abordas la materia en tus libros para llegar al público de a pie?
P.E.- Le quito protagonismo a la ciencia. Es decir, la ciencia en los libros o en la divulgación es la fuente de información, pero el protagonista verdadero es la propia información. Yo cuento cosas interesantes. Lo que pasa es que yo solo cuento cosas que vienen de la ciencia porque las otras no sé si son verdad o no. ¿Me entiendes? Si me encuentro con un sexólogo que me dice que las mujeres son así o son de este otro modo, basándose en su experiencia, pues bueno, es su experiencia propia. No es algo riguroso. A lo mejor, otro sexólogo opina otra cosa distinta porque también se basa en su experiencia. Pero la ciencia intenta ser objetiva. Creo que es la fuente de conocimiento más rica y más precisa que tenemos.
Yo no es que hable de ciencia. Hablo de sexo, de sexualidad, de comportamiento humano, de cómo funciona nuestro cuerpo. Eso es lo que a la gente le interesa. Si hablara de ciencia como protagonista, entonces explicaría la metodología, o cómo se trabaja en los laboratorios,... Bueno, también hablo de eso porque no me puedo resistir.
M.G.- Tú ya abordaste esta materia de la ciencia y el sexo en otro libro previo. ¿Este libro es como una adaptación, una actualización, a raíz de la aparición de nuevos conceptos, de esta especia de revolución sexual que vivimos?
P.E.- Sí, aunque tiene dos cosas diferentes respecto al primer libro. La base es la misma. Así que, si un lector se ha leído el primero, no hace falta que se lea este. Lo digo de manera honesta.
Este libro es un poco más corto. El primero, con cuatrocientas ochenta páginas, asustaba a ciertos lectores. Así que, lo hemos hecho más corto, quitando algunos capítulos que quizá no eran tan relevantes. Y luego, también cuenta con algunas actualizaciones en algunos ámbitos, aunque no son muchos. Porque la ciencia de la sexualidad tampoco ha cambiado tantísimo en diez años. Lo que sí ha cambiado son cosas en la cultura. O sea, el tema de género está mucho más presente y la gente cada vez es más abierta. Tuvimos una pandemia con gente confinada que también cambió algunas cosas de nuestra sexualidad. Durante la pandemia, no después. También se conocen más cosas sobre enfermedades,... Así que hay algunas novedades que he ido incorporando, pero no es que haya una diferencia enorme.
M.G.- Vuelves la mirada al sexo. El sexo está muy presente en el mundo en el que vivimos, pero también es un gran desconocido, ¿no? Sabemos lo básico y encima estamos llenos de prejuicios.
E.P.- Claro. Yo me pregunto: ¿cómo sabemos de sexo?, ¿Cómo adquirimos información sobre sexualidad? A través de la experiencia, ¿no? O sea, eres jovencito y tienes relaciones con uno, o con otra, o lo que sea, y vas aprendiendo sobre la marcha lo que te cuentan los otros, los amigos y tal, que suele ser sesgado.
M.G.- O mentira directamente.
E.P.- O mentira directamente. O ves pornografía, aunque eso suele ser una ficción. Así que, la mayoría de las personas no tenemos información rigurosa. Ya no digo científica, sino información de sexólogos. Entiendo que es algo muy íntimo. En un grupo de amigos, tú hablas de viajes, de comidas, pero ¿de sexo? No te preguntan si has probado el BDSM. Hay toda esta intimidad, estos miedos, esta vergüenza que, junto con la poca información, lo convierte en algo que nos incomoda. Creo que darle esta mirada más científica, muy natural, sin juicios de valor, ayuda a naturalizarlo.
M.G.- Pero todos estos prejuicios proceden de esa cultura, esa educación, que venimos arrastrando. Hay cosas sobre el sexo que son tabú, por eso a la gente le da mucho pudor. Es hora de romper barreras.
E.P.- Que cada uno haga lo que le dé la gana. Esto lo primero. Yo no tengo que decirle a nadie qué tiene que hacer. No hay obligación de romper barreras, aunque sí lo sugiero. Y lo sugiero porque el sexo es algo divertido, algo que une a las personas, algo positivo para nuestro bienestar, para la autoestima e incluso, para nuestra salud. Así que, sí abogo por una visión positiva de la sexualidad, sin estas inhibiciones del pasado, sin estos prejuicios, y estos condicionantes. Y es verdad que tenemos una herencia, lo que dices tú, una herencia en la que la palabra pecado aparece. Y se ve que muchas mujeres no llegan al orgasmo porque sentir mucho placer les parece... Si se dejan llevar, se sienten casi poseídas por el diablo. Ellas mismas se frenan y no llegan al orgasmo. Eso es una pena. Así que sugiero romper un poco con esta visión tan conservadora de la sexualidad. Pero que cada uno haga lo que quiera.
M.G.- Exactamente. En el binomio ciencia y sexo, hablas de un concepto interesante, la biopsicosociología. ¿Esto qué es?
E.P.- En sexualidad, es la aproximación a la comprensión del comportamiento sexual y de las disfunciones sexuales. Es decir, cuando dices que una mujer no ha llegado al orgasmo, que un hombre tiene problemas de erección, o que tiene la autoestima baja o lo que sea, puede ser por factores biológicos, psicológicos y socioculturales. No se puede analizar el problema desde una sola perspectiva porque, puede ser que tenga los estrógenos muy bajos o la proactividad muy alta; o que tenga un problema en el sistema nervioso; o que la musculatura pélvica esté fatal. Y eso le impida el placer. Eso sería la parte biológica. Pero puede ocurrir también que haya tenido una experiencia en el pasado que, casi de manera inconsciente, la está condicionando. Y no me refiero solo a abusos sino a experiencias negativas, invasivas, desagradables, de las que no ha hecho una limpieza psicológica. Y eso influye. Y luego está el área socio-cultural. Si una persona es muy religiosa o muy sexista, o lo que sea, pues también es algo que influye. Así que, cuando analizas cualquier comportamiento, por qué te gusta una persona y no otra, hay una parte biológica, una parte psicológica y una parte socio-cultural. Y todo eso es la parte biopsicosocial del sexo, la que nos permite conocer mejor nuestra sexualidad.
M.G.- Este libro contiene estadísticas, datos científicos, pero también hay casos reales, porque tú has hablado con muchas personas que te han contado experiencias, que sirven para ejemplificar o para demostrar la teoría. De tal manera que el lector puede verse reflejado en lo que leemos o no, porque cada uno es un mundo. Es decir, hay una variedad de actitudes, de situaciones brutales.
P.E.- Sí, pero hay momentos en que los lectores se sienten reflejados. Esto no lo suelo contar pero había un estudio que analizaba el impacto de la lectura de ficción o de no ficción en las personas, sobre sexualidad. Por ejemplo, Las sombras de Grey excitaba a algunas mujeres y a otras, al saber que era ficción, no les impactaba tanto la trama. Pero con estos ejemplos, al saber que son reales, que existen de verdad, y que lo cuentan estas personas es real, se genera una conexión más directa con el lector, con esa historia. Eso hace que se identifique con ella
M.G.- Y aprenda porque claro, muchas veces, no sabemos lo que nos ocurre. Leer sobre una situación o sobre el caso similar de alguna otra persona, consigue que nos comprendamos mejor.
P.E.- Sí, sí. Así es.
[Si prefieres oír nuestra conversación, dale al play]
M.G.- Hay diferentes cuestiones que abordas en el libro. Te voy a mencionar algunos epígrafes que llaman mi atención. Por ejemplo, la monogamia es natural, la fidelidad no.
P.E.- Claro. Cuando digo natural, me refiero a que en la naturaleza existe. Los primates, algunos pájaros,... cuando tiene crías y estas son débiles, necesitan a ambos progenitores. En estas especies se desarrolla la monogamia social. Es decir, forman parejas estables. Un pájaro tiene que ir a buscar comida mientras el otro vigila el nido, porque si no, viene un pájaro mayor y se come a la cría.
En nuestra especie, la monogamia es social. O sea, se necesita al padre para que la cría sobreviva, y eso desarrolla una especie de afecto. Pero no hay fidelidad en ninguna especie animal. Se forman parejas estables pero todos, tanto los machos como las hembras, son infieles. Eso es lo normal. Lo normal es ser monógamos, infieles y celosos. Esto es lo más natural. Es decir, querer formar un núcleo familiar, contribuir al cuidado de las crías, intentar tener más crías por ahí pero intentar también que tu pareja no lo haga, porque si lo hace, no cuidará bien a las tuyas. O sea, somos lo peor. Pero tanto nosotros, los chicos, como las chicas.
M.G.- En el libro hablas del confinamiento, algo que nos ha afectó a todos los niveles. ¿De qué manera repercutió esos meses que estuvimos encerrados en la vida sexual de las parejas o de los solteros?
P.E.- A los solteros les afectó más porque, de repente, no tenían personas con las que relacionarse sexualmente. Eso incrementó bastante, y sobre todo al principio del confinamiento, el consumo de pornografía y el cibersexo. Después se observó que los niveles volvieron a un nivel pre-pandémico. Es decir, que terminaron por cansarse.
En cuanto a las parejas, hubo algunos fenómenos interesantes. Si miras estadísticas, se advierte que la gente tiene más relaciones sexuales en fin de semana que durante la semana. Pero durante el confinamiento, los datos se volvieron más planos. Había más tiempo. Las parejas que estaban bien avenidas o que eran más jóvenes, sí tuvieron más relaciones sexuales. Pero las que tenían pocas, siguieron teniendo pocas relaciones. No hubo tantísimo cambio. Y lo interesante es que después del confinamiento, se volvió a la vida tal y como era antes del confinamiento. Es decir, que, y esto se ha visto en más cosas, que cuando estábamos confinados nos decían que todo iba a cambiar, que era un antes y un después, que la pandemia y el confinamiento iba a transformar el trabajo, las relaciones, la educación, y no ha cambiado nada.
M.G.- No, no. Al final, tanto como iba a cambiar las cosas y volvimos a los mismos patrones que teníamos antes.
P.E.- Una cosa interesante del confinamiento fue que los clubs de intercambios de pareja estaban abiertos.
M.G.- ¿Sí?
P.E.- Sí. Pero te hablo de cuando no había confinamiento estricto, sino cuando se inició la apertura gradual. Los bares no podían abrir pero estos clubs sí pudieron porque tenían una licencia diferente. Allí se juntaba la gente. Tenían que ir con mascarilla pero imagínate después.
M.G.- Curioso, no lo sabía.
Y hay otro capítulo que también me parece muy interesante en el que hablas del sexo en los bares. Pones un ejemplo en el que un chico con hambre siente más atracción por una mujer más rellenita que por una delgada.
P.E.- Nuestro estado interno condiciona qué nos gusta en cada momento. Es decir, estando hambrientos, sentimos más atracción por chicas rellenitas que estando saciados. Igual que estando tristes, nos gusta un tipo de chica o de chico, y estando contentos, otro. Tu atracción va cambiando en función de cómo estés y esto tiene mucha lógica.
En ese estudio, pusieron a varias mujeres, de más delgadas a más rellenitas. Los voluntarios que habían comido mucho eligieron a las mujeres más delgadas. En cambio, los que estaban hambrientos, se decantaron por las más rellenitas. Pero esto pasa con muchas cosas. Nos gustan los otros en función de cómo nos veamos a nosotros mismos.
Y hay otro estudio que muestra que, en una fiesta, si vas a ligar y ves que todos los de tu género son más jóvenes o más guapos que tú, te vas a fijar en la chica menos atractiva. Tú mismo te nivelas, te auto-justificas, diciendo que las muy atractivas, seguro que no te van a gustar. En cambio, si llegas y resulta que tú eres de los más guapetones o guapetonas, entonces irás a por el más guapo. Hay muchos estudios así.
M.G.- Una de las cuestiones que abordas en el libro es la falta de deseo en las parejas. Siempre se ha dicho que la rutina, la monotonía, las preocupaciones destruyen la pasión, las relaciones,... ¿Puede una pareja ser feliz sin sexo?
P.E.- Sí, sí. Si desaparece el deseo sexual en los dos, pueden tener una vida feliz sin sexo. Aunque con sexo, serían más felices. Estarían más unidos porque el sexo, al final, une a las personas. El problema aparece cuando uno de los dos tiene más deseo que el otro porque es lo que tú dices, la rutina es la tumba del deseo y de la libido. Si a ti te da igual, no pasa nada. Pero si tú tienes una edad donde todavía te sientes con energía para hacer cosas, pero tu deseo ha desaparecido y te gustaría recuperarlo, entonces sí hay un problema. Hay que buscar estrategias para recuperar ese deseo. Para ello, habría que romper con la rutina o poner en práctica juegos determinados. Ahora bien, si los dos estáis en el mismo punto y os da igual, pues no hay problemas.
M.G.- También están los asexuales, las personas que sienten cero atracción sexual, aunque eso no quiere decir que no tengan relaciones o que no se masturben. Simplemente es que no se sienten atraídas sexualmente por nadie. Pero pregunto, ¿una persona puede sentir atracción sexual y con el tiempo volverse asexual?
P.E.- Puedes tener una fase asexual, sí. Los que se definen como asexuales, a nivel de orientación, sienten pérdida de atracción. Ellos no ven a nadie con quien les gustaría tener relación.
Igual que alguien heterosexual ve personas de su otro género y sienten atracción, o un homosexual, o un bisexual, los asexuales no ven a nadie de ningún género con el que desearan tener relaciones. Les puede aparecer una especie de deseo espontáneo, como una inquietud, y masturbarse algunas veces, pero no tienen fantasías con otros. Lo hacen por su autoplacer. Es una orientación sexual. Ellos quieren definirse así.
M.G.- Has mencionado la palabra juegos. Y ahora que estamos en estos tiempos en los que están surgiendo muchísimos juguetes sexuales, tanto para hombres como para mujeres, en tu libro leo algo que me llamó la atención. Cuentas que los juguetes sexuales nacieron como herramienta médica para curar la histeria.
P.E.- Sí. Mira hay gente que dice que eso es un mito pero la historia cuenta que, a principios del siglo XX, se asumía que las mujeres no se masturbaban. Esto de la masturbación era cosa de hombres. Y había mujeres que tenían como ataques de histeria. Si no tenían pareja, los médicos decían que era por falta de sexo. Si a u hombre joven y asno, de repente, le dejas un mes sin sexo, estará como histérico. Los médicos hacían esa analogía. Entonces, parte de la terapia para curar la histeria de las mujeres era masturbarlas y para no hacerlo el médico con sus manos, se crearon instrumentos para que las mujeres tuvieran placer y orgasmos y así curarlas de la histeria. Esta historia se ha contado muchas veces y yo la reflejo en el libro. Pero también hay otras personas que dicen que no se saben hasta qué punto esta historia es fiel a la realidad. Es algo en lo que me gustaría profundizar más.
M.G.- ¿Y en qué medida el yoga puede ayudar a mejorar nuestra actividad sexual?
P.E.- Ayuda de varias formas. El yoga tiene una capacidad de focalización muy importante. Si haces yoga, puedes aprender a focalizar la atención en cualquier cosa. También en el placer. Los ejercicios de yoga pueden fortalecer el suelo pélvico. El yoga ayuda a relajarte y eso favorece a disfrutar del sexo.
M.G.- Estamos en el siglo XXI y la tecnología avanza cada vez más. La inteligencia artificial la tenemos hasta en la sopa. Hablas en el libro de este tema y, en algún momento, dejas caer que podrá llegar el día en que podamos tener sexo con un robot.
P.E.- Sí, a ver, si es un robot muy, muy, muy realista y la interacción con él o ella es también muy realista, igual nos podríamos dejar llevar. Ahora con las muñecas o muñecos hinchables no tienes ninguna interacción. O sea, no te vas a follar un trozo de plástico. Luego se hicieron muñecas hiperrealistas, con un tacto que parecía de verdad pero no se mueve ni hace nada. Si esto cambia habrá un porcentaje de personas que igual lo prueban., que dices Hombre, el tacto parece de verdad, pero no se mueve ni a la ola ni nada. Pero si esto cambia, no todo el mundo, pero igual hay gente que lo prueba.
M.G.- Y hablando de probar, leyendo tu libro y conociendo tus experiencias, tú te has prestado a un montón de experimentos.
P.E.- Sí, científicos y no científicos.
M.G.- Un poco por vivir en carne propia, lo que después puedes contar en el libro.
P.E.- Sí, sí, sí, claro. Pero eso lo hacía en todos los libros. En el mundo de la ciencia, siempre que hay la posibilidad de participar en un experimento, yo participo. También porque te acuerdas más, porque entiendes mejor el funcionamiento de la ciencia, ese experimento en sí. Y en sexualidad, no fue una excepción. Me masturbé bajo un escáner de resonancia magnética funcional y me hicieron un examen cerebral. Sí, participé en varios estudios. Y luego, también, empecé a visitar clubes de sadomasoquismo, de intercambio de parejas, de sesiones tántricas, con fetichistas y con grupos de personas que se llama sex positive,... Me mezclé con gente de muchas diversidades y conocí de primera mano todos esos submundos de la sexualidad, para documentarme mejor para el libro. Todo eso, indirectamente, también afectó a mi propia sexualidad. Me hicieron ver que había cosas interesantes en todos ellos y algunas cosas que yo pensaba que eran un poco bizarras, pues resulta, aunque son poco habituales, tienen su lógica y su gozo. Están muy bien.
M.G.- Bueno, también te ha hecho cambiar un poco la perspectiva desde que eres padre, ¿no? Con aquel primer libro, tenías una visión y ahora, tienes otra porque tu situación personal ha cambiado.
P.E.- La visión es la misma pero ahora no puedo meterme en clubes de intercambio de manera tan frecuente como antes. No puedes experimentar tanto por varios motivos y uno, sin duda, es que los niños requieren mucho tiempo y mucha energía. Cuando publiqué el primer libro no hablé de mí. Yo quería hablar del libro, no de mí. Pero en esa época hice de todo. Cuando me lo preguntaban era reacio a hablar. Ahora no tanto porque ya ha pasado mucho tiempo. Hice de todo con un montón gente y que me quiten lo bailado.
M.G.-Pues como última pregunta, cuéntame algo de ese proyecto teatral que llevas adelante.
P.E.- Soy muy amigo de Patri Psicóloga, desde hace tiempo. Un día me invitó a ver una obra teatral que tenían sobre la ansiedad y le propuse hacer algo parecido pero con sexo. Le pareció una buena idea y escribimos una obra de teatro sobre una pareja que pierde el deseo. Hay varias escenas muy humorísticas en las que se va recuperando ese deseo. Ellos empiezan a adquirir conocimientos y comienzan a atreverse a probar cosas nuevas. La obra tiene mucho humor, algo de ciencia, y picardía. Está funcionando muy bien. La gente no solo se lo está pasando bien sino que, después de ver la obra, tienen conversaciones.
M.G.- Interesante. Bueno, Pere, pues te dejo ya. Muchas gracias por atenderme, por venir a Sevilla. Un placer.
P.E.- Muchas gracias.
Sinopsis: El libro más riguroso, ameno y completo jamás escrito sobre la sexualidad humana. Por amor a la ciencia, Pere Estupinyà se sumerge en una novedosa investigación: participa en un estudio sobre disfunción eréctil y el orgasmo masculino; habla con asexuales, fetichistas, mujeres multiorgásmicas, intersexuales y estrellas porno; acude a un club de swingers de Nueva York y eventos sadomasoquistas, y revisa la ciencia LGTBI.
Acompañado de una exhaustiva bibliografía sobre la atracción, el sexo online, nuestra naturaleza polígama versus la monógama, el placer y el dolor, y mucho más. La ciencia del sexo reúne infinidad de anécdotas históricas, consejos prácticos, reflexiones profundas y respuestas sobre el disfrute de la actividad que más nos interesa, pero que paradójicamente la ciencia tiene más reparos en explorar. Esta lectura es un placer que no termina con el orgasmo.