Editorial: Impedimenta.
Fecha publicación: 2013
Nº Páginas: 280
Precio: 19,95
Nº Páginas: 280
Precio: 19,95
Género: Novela
Edición: Tapa blanda con sobrecubierta.
Edición: Tapa blanda con sobrecubierta.
ISBN: 978-84-15578-22-2
Autor
El verdadero nombre de Edmund Crispin era Bruce Montgomery. Nació en 1921 en Chesham Bois, Buckinghamshire y asistió al St. John's College en Oxford, donde se licencio en Lenguas Modernas y donde fue organista y maestro de coro durante dos años. Cuando ser le preguntaba por sus aficiones, Crispin solía decir que lo que más le gustaba en el mundo era nadar, fumar, leer a Shakespeare, escuchar óperas de Wagner y Strauss, vaguear y mirar a los gatos. Por el contrario, sentía gran antipatía por los perros, las películas francesas, las películas inglesas modernas, el psicoanálisis, las novelas policíacas psicológicas y realistas, y el teatro contemporáneo. Publicó nueve novelas así como dos colecciones de cuentos, todas protagonizadas por el profesor de Oxford y detective aficionado, Gervase Fen, excéntrico docente afincado en el ficticio Sr. Christopher's College. Novelas que le hicieron ganarse un lugar de honor entre los más importantes autores ingleses de novela clásica de detectives. La juguetería errante (1946; Impedimenta 2011), la publicación de la saga de Gervase Fen, que ha continuado con El canto del cisne (1947), y que se completará con otras novelas protagonizadas por Fen: Love Lies Bleeding (1948), The Case of the Gilded Fly (1944), Holy Disorders (1945) o Buried for Pleasure (1949). Crispin dejó de escribir novelas en la década de los cincuenta, pero continuó redactando reseñas de novelas de detectives y de ciencia ficción para el Sunday Times. Murió de un ataque al corazón en 1978.
Sinopsis
Una inteligente, chispeante y divertida comedia de misterio. Un clásico del género, que recupera a uno de los personajes más memorables de la novela inglesa del siglo XX, el profesor Gervase Fen.
Tras el éxito de La juguetería errante, vuelve el profesor de Oxford y detective aficionado Gervase Fen, para resolver otro extraño crimen a puerta cerrada. Cuando una encopetada compañía de ópera recala en Oxford para poner en marcha la primera producción posbélica de Los maestros cantores de Núrember de Wagner, la felicidad que reina en el ambiente pronto quedará ensombrecida por la aparición del odioso y molesto tenor Edwin Shorthouse. Todo el mundo tiene un motivo personal para odiar con toda su alma a Shorthouse, pero ¿quién de los presentes será tan torpe como para acabar con él ahorcándole y apuñalándole en su propio camerino, cerrado por dentro? Como dice Edmund Crispin en la primera línea de esta perspicaz novela: Pocas criaturas hay en el mundo más estúpidas que un cantante.
[Información facilitada por la editorial]
Toco puerto de nuevo en las obras de Edmund Crispin y su particular personaje Gervase Fen, un profesor metido a detective. Ya me estrené con este autor cuando leí su anterior novela La juguetería errante, cuya reseña puedes leer aquí. Me divertí muchísimo con aquella novela y encontré similitudes con Agatha Christie o Conan Doyle, por un lado, y Mr. Bean o los hermanos Max, por otro.
La editorial Impedimenta está rescatando las obras de este autor que hasta ahora no habían sido traducidas al castellano. La saga completa está compuesta por nueve títulos, siendo La juguetería errante la novela que ocupa el puesto número tres, seguida por la que os traigo hoy. Adicionalmente os comento que la editorial ya ha puesto a nuestra disposición la siguiente en la lista, Trabajos de amor ensangrentados, que espero leer en breve pues no me resisto a seguir a este caricaturesco detective.
El verdadero nombre de Edmund Crispin era Bruce Montgomery. Nació en 1921 en Chesham Bois, Buckinghamshire y asistió al St. John's College en Oxford, donde se licencio en Lenguas Modernas y donde fue organista y maestro de coro durante dos años. Cuando ser le preguntaba por sus aficiones, Crispin solía decir que lo que más le gustaba en el mundo era nadar, fumar, leer a Shakespeare, escuchar óperas de Wagner y Strauss, vaguear y mirar a los gatos. Por el contrario, sentía gran antipatía por los perros, las películas francesas, las películas inglesas modernas, el psicoanálisis, las novelas policíacas psicológicas y realistas, y el teatro contemporáneo. Publicó nueve novelas así como dos colecciones de cuentos, todas protagonizadas por el profesor de Oxford y detective aficionado, Gervase Fen, excéntrico docente afincado en el ficticio Sr. Christopher's College. Novelas que le hicieron ganarse un lugar de honor entre los más importantes autores ingleses de novela clásica de detectives. La juguetería errante (1946; Impedimenta 2011), la publicación de la saga de Gervase Fen, que ha continuado con El canto del cisne (1947), y que se completará con otras novelas protagonizadas por Fen: Love Lies Bleeding (1948), The Case of the Gilded Fly (1944), Holy Disorders (1945) o Buried for Pleasure (1949). Crispin dejó de escribir novelas en la década de los cincuenta, pero continuó redactando reseñas de novelas de detectives y de ciencia ficción para el Sunday Times. Murió de un ataque al corazón en 1978.
Sinopsis
Una inteligente, chispeante y divertida comedia de misterio. Un clásico del género, que recupera a uno de los personajes más memorables de la novela inglesa del siglo XX, el profesor Gervase Fen.
Tras el éxito de La juguetería errante, vuelve el profesor de Oxford y detective aficionado Gervase Fen, para resolver otro extraño crimen a puerta cerrada. Cuando una encopetada compañía de ópera recala en Oxford para poner en marcha la primera producción posbélica de Los maestros cantores de Núrember de Wagner, la felicidad que reina en el ambiente pronto quedará ensombrecida por la aparición del odioso y molesto tenor Edwin Shorthouse. Todo el mundo tiene un motivo personal para odiar con toda su alma a Shorthouse, pero ¿quién de los presentes será tan torpe como para acabar con él ahorcándole y apuñalándole en su propio camerino, cerrado por dentro? Como dice Edmund Crispin en la primera línea de esta perspicaz novela: Pocas criaturas hay en el mundo más estúpidas que un cantante.
[Información facilitada por la editorial]
La editorial Impedimenta está rescatando las obras de este autor que hasta ahora no habían sido traducidas al castellano. La saga completa está compuesta por nueve títulos, siendo La juguetería errante la novela que ocupa el puesto número tres, seguida por la que os traigo hoy. Adicionalmente os comento que la editorial ya ha puesto a nuestra disposición la siguiente en la lista, Trabajos de amor ensangrentados, que espero leer en breve pues no me resisto a seguir a este caricaturesco detective.
En El canto del cisne, Edmund Crispin coloca a su detective Gervase Fen al frente de otro caso de asesinato y, en esta ocasión, a puerta cerrada y dentro del ámbito de una compañía de ópera.
Adam Langley es un cantante operístico de 35 años de edad que conoce a Elizabeth Harding, una escritora de novelas policíacas de 26 años, durante los ensayos de la producción de la obra El caballero de la Rosa con libreto de Hugo von Hofmannsthal. Mientras los actores, actrices y cantantes ensayan, Elizabeth se impregna del ambiente con el objeto de documentarse para su próxima novela y de paso, termina por enamorarse perdida, irremediable e incompresivamente de Adam. Por su parte, el cantante no queda inmune a los encantos de la joven, y no será el único pues, Edwind Shorthouse, otro tenor de la compañía, también se había fijado en ella, aunque quizás con propósitos menos honestos.
Con la ayuda de otro miembro del elenco, Joan Davis, Elizabeth consigue que Adam conozca sus sentimientos y este, después de vencer su timidez, responde de manera positiva a las pretensiones de la joven y terminan por casarse. La felicidad de la pareja se verá inicialmente enturbiada por la actitud del despechado Shorthouse, aunque será un episodio pasajero pues Edwind cambiará misteriosa y sospechosamente de comportamiento, volviéndose solícito y especialmente agradable.
La compañía se desplaza a Oxford, lugar donde reside el detective, amigo de Adam, para representar Los maestros cantores de Núremberg de Wagner. Los ensayos se vuelven situaciones imposibles en las que Shorthouse interrumpe constantemente el curso de los mismos, peleándose con unos y otros, protestando por cualquier nimiedad.Él solito conseguirá sacar de quicio tanto a los actores y actrices como al propio director de la obra, el joven y debutante Peacock. La solución más lógica sería prescindir del problemático cantante pero esta opción queda totalmente fuera de lugar. Shorthouse goza de mucho prestigio en su profesión, se podría decir que es el mejor en lo suyo, convirtiéndose así en el reclamo de la taquilla por lo que no pueden despedirlo y sustituirlo por otro. Conocedor de esta circunstancia, Edwin se aprovecha hasta límites insospechados y el recelo aumenta cada vez más entre sus compañeros. Muchos serán los que deseen su muerte y todos se convierten en sospechosos pero, ¿se atreverá alguno a perpetrar un asesinato?
Este es el planteamiento inicial del argumento y a partir de aquí toda la trama policíaca. Lo que el autor ha hecho hasta este momento es ponernos en antecedentes, colocarnos como espectadores del mundo operístico y teatral para conocer lo que se cuece en este ámbito. Pero está claro que estamos ante una novela policíaca por lo que es obvio que habrá un cadáver (o dos)y posiblemente varios intentos de asesinato fallidos, y es aquí donde entra en juego el excéntrico detective Gervase Fen, quién indagará todas las posibilidades, sospechará de unos y de otros, interrogará a toda la compañía, dudará, notará cómo se le resiste el asunto,... pero al final, dará con la tecla. Lo importante de la trama es ver cómo se va desmadejando el asunto, cómo reaccionan unos y otros frente a los sucesos y de qué manera Fen desentrañará la verdad. Todo esto tienes que averiguarlo leyendo el libro.
Los personajes están perfectamente cincelados tanto en lo que se refiere a su físico como a su psique. Adam Langley es un hombre tímido y confiado con poca experiencia en temas de falda, de ahí que le cueste tanto su acercamiento a Elizabeth. En cuanto a esta, es una mujer de vida holgada, independiente, discreta y sofisticada pero también de mucho carácter. En todo el asunto de su relación con Adam es la que lleva la voz cantante.
Pero si hay un personaje que está especialmente definido ese es Edwin Shorthouse, aparte del propio Gervase Fen al que ya conocíamos de la anterior entrega. Se trata de un individuo grosero, engreído y borracho que sabe de su importancia para la buena marcha de la producción. Su actitud hacen de él un ser despreciable que levanta iras y enojos a su paso. La descripción que aporta el autor es lo suficientemente nítida como para el lector puede hacerse una imagen clara de la pose y el carácter de este personaje.
Este es el planteamiento inicial del argumento y a partir de aquí toda la trama policíaca. Lo que el autor ha hecho hasta este momento es ponernos en antecedentes, colocarnos como espectadores del mundo operístico y teatral para conocer lo que se cuece en este ámbito. Pero está claro que estamos ante una novela policíaca por lo que es obvio que habrá un cadáver (o dos)y posiblemente varios intentos de asesinato fallidos, y es aquí donde entra en juego el excéntrico detective Gervase Fen, quién indagará todas las posibilidades, sospechará de unos y de otros, interrogará a toda la compañía, dudará, notará cómo se le resiste el asunto,... pero al final, dará con la tecla. Lo importante de la trama es ver cómo se va desmadejando el asunto, cómo reaccionan unos y otros frente a los sucesos y de qué manera Fen desentrañará la verdad. Todo esto tienes que averiguarlo leyendo el libro.
Los personajes están perfectamente cincelados tanto en lo que se refiere a su físico como a su psique. Adam Langley es un hombre tímido y confiado con poca experiencia en temas de falda, de ahí que le cueste tanto su acercamiento a Elizabeth. En cuanto a esta, es una mujer de vida holgada, independiente, discreta y sofisticada pero también de mucho carácter. En todo el asunto de su relación con Adam es la que lleva la voz cantante.
Pero si hay un personaje que está especialmente definido ese es Edwin Shorthouse, aparte del propio Gervase Fen al que ya conocíamos de la anterior entrega. Se trata de un individuo grosero, engreído y borracho que sabe de su importancia para la buena marcha de la producción. Su actitud hacen de él un ser despreciable que levanta iras y enojos a su paso. La descripción que aporta el autor es lo suficientemente nítida como para el lector puede hacerse una imagen clara de la pose y el carácter de este personaje.
Como en el caso de la novela anterior,El canto del cisne rezuma ironía entre sus líneas. Ya desde los primeros párrafos, Edmund Crispin, mordaz y de lengua viperina, saca su lado más sarcástico para arremeter contra actores y cantantes, catalogando a estos últimos como especialmente susceptibles, demasiado irritantes y con gran vacío intelectual, algo que se recrudece si encima desarrollan su labor sobre un escenario, es entonces cuando se vuelven más obtusos e insufribles. No deja de ser curiosa esta apreciación teniendo en cuenta que el autor estaba muy relacionado con el mundo de la música, o quizás más que curiosa sería mejor considerarla como acertada, pues es de suponer que él sabía de lo que hablaba.
E ironía también hallamos en los diálogos. El jefe de policía de Oxford, Richard Freeman, nos aporta momentos muy divertidos y comentarios muy impertinentes que te sacarán una sonrisa, así como las discusiones entre el compositor Charles Shorthouse (hermano del tenor asesinado) y su amada Beatrix Thorn, que tampoco quedarán atrás.
El humor (del caro) es otro de los pilares de El canto del cisne. Tal y como comenté en la reseña de La juguetería errante, las alocadas y disparatadas escenas recuerdan mucho a las de los hermanos Max. ¿Acaso no resulta hilarante que Gervase Fen se entretenga en pintarse un bigote enorme mientras escucha los detalles del hallazgo de un cadáver en el interior de un camerino? No por ello deja de ser un detective avispado, resuelto, inteligente y tremendamente eficaz.¿Y qué hay de ese camarero chipriota que interrumpe una y otra vez la declaración de amor de Adam? Es fácil imaginárselo con un enorme bigote y fumando un tremendo puro si pudiera. Y es que las novelas de Edmund Crispin son muy divertidas, rozando el absurdo y la caricatura, aunque para mi gusto esta me ha hecho reír algo menos que la anterior.
¿Qué distingue a esta novela de su predecesora? Obviamente todo el argumento pero también hay detalles que alejan una obra de otra. Para empezar, en La juguetería errante el lector contaba con un mapa que ayudaba mucho a hacernos una composición de lugar de las idas y venidas de los distintos personajes por las calles de Oxford, algo de lo que carece esta novela en cuestión y que yo he echado en falta.
E ironía también hallamos en los diálogos. El jefe de policía de Oxford, Richard Freeman, nos aporta momentos muy divertidos y comentarios muy impertinentes que te sacarán una sonrisa, así como las discusiones entre el compositor Charles Shorthouse (hermano del tenor asesinado) y su amada Beatrix Thorn, que tampoco quedarán atrás.
El humor (del caro) es otro de los pilares de El canto del cisne. Tal y como comenté en la reseña de La juguetería errante, las alocadas y disparatadas escenas recuerdan mucho a las de los hermanos Max. ¿Acaso no resulta hilarante que Gervase Fen se entretenga en pintarse un bigote enorme mientras escucha los detalles del hallazgo de un cadáver en el interior de un camerino? No por ello deja de ser un detective avispado, resuelto, inteligente y tremendamente eficaz.¿Y qué hay de ese camarero chipriota que interrumpe una y otra vez la declaración de amor de Adam? Es fácil imaginárselo con un enorme bigote y fumando un tremendo puro si pudiera. Y es que las novelas de Edmund Crispin son muy divertidas, rozando el absurdo y la caricatura, aunque para mi gusto esta me ha hecho reír algo menos que la anterior.
¿Qué distingue a esta novela de su predecesora? Obviamente todo el argumento pero también hay detalles que alejan una obra de otra. Para empezar, en La juguetería errante el lector contaba con un mapa que ayudaba mucho a hacernos una composición de lugar de las idas y venidas de los distintos personajes por las calles de Oxford, algo de lo que carece esta novela en cuestión y que yo he echado en falta.
Por otra parte, considero que el personaje de Gervase Fentiene menos presencia en esta ocasión. Su figura no aparecerá hasta la página 61 (la novela cuenta con 280) por lo que la atención inicial de los lectores recaerá en otros personajes que comparten protagonismo con el detective. No obstante esas primeras páginas no desmerecen en absoluto frente a las siguientes. Además se da el caso, que en esta nueva investigación no se hace acompañar por su compañero poeta Richard Cadogan que aportaba también su toque humorístico. Lo he echado de menos.
Por último, y esto tiene que ver con el propio argumento, En La juguetería errante se hacían infinidad de referencias a autores y personajes de la literatura y en esta ocasión, como ya he aclarado, todo gira en torno al mundo de la música y sus compositores. Así sabremos que las obras de Wagner estuvieron prohibidas durante la guerra y que por la mente de algunos surcaba la idea de que aquel compositor fue responsable del surgimiento del nazismo. Pinceladas históricas que no caen en saco roto.
Desde cualquier punto que lo mires, leer a Edmund Crispin supone un auténtico placer. Una, como lectora, advierte la armonía en su prosa y la habilidad a la hora de elegir palabras para transmitir emociones y sensaciones, en una comunión perfecta.
Los capítulos, de extensión corta a media, están numerados sin contar con título introductorio. Sin embargo, sí se aprecian divisiones internas que permiten saber lo que varios personajes hacen a la misma hora en puntos distintos de la ciudad, dando así un enfoque global a la narración.
En relación a los capítulos me gustaría resaltar algo característico de la manera de narrar del autor, al menos, en lo que a esta novela se refiere. Resulta llamativo comprobar que algunos finalizan a la mitad del desarrollo de un diálogo, continuando el mismo en el siguiente. De este modo tan poco habitual, los capítulos quedan engarzados unos con otros constituyendo un todo.
Otro detalle importante es la escasez de información adicional, accesoria e innecesaria. Edmund Crispin no es partidario de marear al lector con detalles que no aportan absolutamente nada a la narración y así nos lo deja ver en la página 34:
«El resto del elenco, presente en el ensayo, no iba a estar directamente implicado en los acontecimientos de los quince días posteriores, así que no hay ninguna necesidad de mencionarlos aquí específicamente».
También son frecuentes las Notas al pie que nos aclaran la diversas referencias musicales que se hacen el texto, así como las traducciones de varias frases en alemán y francés que salpican las 280 páginas de la novela. Algunos personajes son de nacionalidad extranjera y hacen uso de su lengua natal en ocasiones para dar credibilidad a su papel.
En cuestiones de edición, y por no reiterarme más, no voy a hablar del trabajo que hace la editorial. Creo que ya ha quedado lo suficientemente claro lo que opino de sus publicaciones.
Y antes de concluir, ¿de dónde procede el título de esta novela? Leyendo información en internet, encuentro la siguiente explicación muy acorde con los hechos que se narran en esta novela:
En conclusión, no puedo sino recomendar encarecidamente la lectura de El canto del cisne, así como de la anterior novela, La juguetería errante. Como ya he comentado, quizás la primera me pareció más divertida que esta otra, con más golpes de humor, pero en cualquier caso, esta segunda no me ha decepcionado ni lo más mínimo. Gervase Fen se está convirtiendo en uno de mis detectives favoritos y por ese motivo me seguiré asomando a sus investigaciones siempre que Impedimenta me lo permita.
Si te gustan las novelas policíacas diferentes, en las que se combina el género negro con la comedia, Edmund Crispin es tu autor y Gervase Fen, tu detective.
Agradezco a Impedimenta el envío del ejemplar.
En cuestiones de edición, y por no reiterarme más, no voy a hablar del trabajo que hace la editorial. Creo que ya ha quedado lo suficientemente claro lo que opino de sus publicaciones.
Y antes de concluir, ¿de dónde procede el título de esta novela? Leyendo información en internet, encuentro la siguiente explicación muy acorde con los hechos que se narran en esta novela:
«Se refiere a la última obra o actuación de una persona, generalmente utilizada cuando dicha acción fue positiva. Puede decirse que el cisne no canta nunca, sino que produce un sonido parecido a un graznido, como un ronquido sordo, pero la cultura popular sostiene que, justo antes de morir, este animal emite un canto llamativamente melodioso como premonición de su propia muerte. Poetas como Virgilio y Marcial, en algunas de sus obras, han colaborado en la consolidación de esta creencia».[Fuente: Significado y origen de expresiones famosas]
En conclusión, no puedo sino recomendar encarecidamente la lectura de El canto del cisne, así como de la anterior novela, La juguetería errante. Como ya he comentado, quizás la primera me pareció más divertida que esta otra, con más golpes de humor, pero en cualquier caso, esta segunda no me ha decepcionado ni lo más mínimo. Gervase Fen se está convirtiendo en uno de mis detectives favoritos y por ese motivo me seguiré asomando a sus investigaciones siempre que Impedimenta me lo permita.
Si te gustan las novelas policíacas diferentes, en las que se combina el género negro con la comedia, Edmund Crispin es tu autor y Gervase Fen, tu detective.
Agradezco a Impedimenta el envío del ejemplar.