Autora
Mercedes de Vega es socióloga y escritora. Nació en Madrid en 1960. Ha residido y trabajado en Nueva York y Barcelona. Cursó estudios de literatura en la Universidad Complutense de Madrid y participado en numerosos talleres de escritura creativa. Colabora en revistas literarias como Resonancias y Los papeles de Iria Flavia. Ha publicado la novela El profesor de inglés (Huerga y Fierro Editores); el libro de relatos Cuentos del sismógrafo; artículos y publicaciones, y diversos relatos en antologías colectivas. Ha sido galardonada por dos años consecutivos (2013 y 2014) en los Premios del Tren "Antonio Machado".
www.mercedesdevega.com
Sinopsis
Una excepcional novela sobre el amor y el destino, la memoria y los secretos de familia.
En los albores de la Segunda República, Lucía Oriol es una joven esposa aristócrata en una sociedad en plena transformación, cuya vida da un vuelco cuando conoce a Francisco Anglada, viudo empresario de origen judío, que compra una residencia a la familia Oriol en la calle Pintor Rosales. Lo que comienza como una tórrida aventura amorosa, se enreda cuando aparece Jimena, la conflictiva hija de Francisco. La relación entre Jimena y Lucía, la doble vida de ésta y el pasado oculto de los Anglada destaparán un torbellino de celos, venganza y traición de los que nadie saldrá indemne.
El amor de Lucía Oriol por un hombre atrapado en el laberinto del pasado y la necesidad de contar la verdad y de hacer justicia, alimentan este retrato de dos linajes, inspirado en hechos reales, en un Madrid convulsionado al borde de la Guerra Civil.
Con la riqueza de una sobresaliente prosista, Mercedes de Vega bucea en nuestra historia más personal para mostrar que en todas las familias se esconden secretos que pueden resultar letales. Cuando estábamos vivos no es solo la historia de una mujer que debe elegir entre la razón y el corazón, también es el fresco de una época y de una ciudad que marcarán los destinos de sus protagonistas.
[Biografía y sinopsis tomadas directamente del ejemplar]
Mercedes de Vega es pura energía. Basta oírla hablar para contagiarse de su entusiasmo y su vitalidad, especialmente si te habla de su última novela, Cuando estábamos vivos, una saga familiar cuyo argumento contiene retazos de su propio pasado.
Como antesala al inicio de la Feria del Libro en Sevilla, pude sentarme a charlar con ella de la trama y los personajes sobre los que se sustenta esta novela llena de emociones y sentimientos en un Madrid que renace con un mundo en pleno cambio. Esto es lo que nos contó.
Marisa G.- Mercedes, esta novela supone para ti tu puesta de largo porque, si no me equivoco, tú vienes del relato y de la novela corta, ¿verdad?
Mercedes V.- Sí. Yo vengo de relatos y luego pasé a la novela corta con El profesor de inglés. Y luego volví a los relatos y sigo con ellos. Es que es mi medio, donde yo me siento en mi salsa.
M.G.- Y el cambio a una mayor envergadura, ¿qué supone?
M.V.- Pues es un reto enorme pero es que yo quería contar esta historia. Sabía que, tarde o temprano, esta novela iba a surgir. No es que yo me propusiera escribir una novela larga, con una estructura más clásica, sino que simplemente surgió de una investigación personal, genealógica, que llevé a cabo durante muchos años. Estuve investigando sucesos familiares pero como algo personal que no tenía nada que ver con la escritura. Lo que pasa es que al final vi tanto material narrativo que no pude resistirme y en un momento dado empecé a escribir un argumento que llega casi hasta el día de hoy. Esta novela trata sobre la vida de dos familias en el siglo XX, los Oriol y los Anglada. Necesitaba contar esa historia y así comencé a escribirla casi de forma espontánea.
M.G.- Sucesos familiares, investigación personal,... El argumento de Cuando estábamos vivos tiene parte de tu propio pasado, ¿no es así?
M.V.- Sí. Esta novela está montada con dos hechos reales y lo demás es ficción.
M.G.- Unos hechos reales relacionados con tu familia, ¿de qué recursos has tirado para conocer esa parte de tu pasado?
M.V.- Mira te cuento. Mi padre murió de una forma espontánea y precipitada. Tras la muerte de una persona querida se te abre una especie de vacío enorme. Mi padre fue un niño de la guerra y se crió en un orfanato, fruto de la obra filantrópica de una aristócrata, porque su madre muere en la guerra, en un hospital, el Hospital Provincial que es hoy el museo Reina Sofía. Se queda huérfano y a partir de estos datos reales monto la historia. Mi investigación me lleva a conocer a toda mi familia paterna, bueno a lo que queda de la familia paterna porque mi padre era hijo único. Yo necesitaba reconstruir una historia y como encontré muy pocos datos, acabé por inventármela directamente (Risas). Cuando empecé a escribir y montar la novela construí una ficción partiendo de dos hechos reales nada más: el paso de mi padre por el orfanato y la muerte de su madre que es Jimena Anglada...
M.G.- A quién está dedicada la novela.
M.V.- Exacto. Porque la novela está dedicada a ella y todas esas mujeres de nuestras familias que no pueden hablar y que no han podido contar su historia en vida. Y fui tirando, tirando de un hilo..., pero ya te digo, encontré muy poco y con solo esos dos hechos reales monté toda la historia, poniendo a trabajar a toda una época, a un montón de personajes sacados de la ficción para contar casi el final, porque curiosamente esta es una de esas novelas que se inician por el final.
M.G.- Y esa investigación que tú llevas a cabo sobre tu familia ¿te acarreó alguna sorpresa? ¿Sentiste algún tipo de inquietud, algún temor por no saber qué te podrías encontrar?
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Cementerio de Milmarcos |
M.V.- Pues sí. Yo sabía que me iba a topar con muy poco porque claro mi padre era huérfano, hijo único,... No había nadie que hablara de él pero yo sí quería hacerlo y casi no pude averiguar nada. Comencé un periplo de investigación a través de registros civiles, de cementerios y llegué a Aragón, al sur, y allí me encontré con la tumba de su abuelo, de Francisco Anglada. Era una simple cruz en el cementerio de un pueblo inhóspito que se llama Milmarcos y dije «Madre mía, hasta dónde he llegado». Pero bueno, poco material pude sacar porque no había testimonio de nadie y al final me quedé como un tanto vacía. No conseguí mucho más de lo que él nos contó. ¿Y qué hice? Pues hacer que aquella aristocráta madrileña que había posibilitado el futuro de mi padre con aquel orfanato en el que él pasó sus años de infancia y juventud, contara la historia. Lo único que sabía de ella es lo que él contaba, que era una mujer que vivía en el extranjero que se encargaba del mantenimiento de un hospicio dirigido por unas monjitas y donde se recogía a aquellos niños que habían quedado abandonados y solos en el mundo. Esa era la historia de mi padre. Y así comenzó. No había ninguna narradora mejor para la novela que aquella mujer y creé al personaje de Lucía Oriol.
M.G.- Fíjate que yo creía que Lucía Oriol era un personaje real.
M.V.- Bueno está basado en un personaje real pero no es real ni su nombre ni su historia porque no pude averiguar nada de su historia. De hecho yo fui al orfanato que se perdió en los años 50 con todos los planes urbanísticos del franquismo. Los únicos testimonios que pude recoger son los que me ofrecieron en una iglesia que había al lado, gente que lo habían conocido pero no me pudieron dar mucha información. Ni siquiera a través de archivos generales pude encontrar gran cosa. Así que me la inventé.
M.G.- Me gusta cuando los autores echáis mano de vuestra familia para narrar parte de vuestro pasado. Eso me hace pensar que, a veces, no es necesario idear argumentos de pura ficción porque tenemos grandes novelas al alcance de nuestra mano. ¿No te parece?
M.V.- Totalmente. Tenemos grandes historias en nuestras familias. Yo creo que nuestra propia vida puede suponer un material narrativo impresionante. Lo que pasa es que todo eso después hay que armarlo.
M.G.- Decías antes que en tu novela hay dos familias, los Oriol y los Anglada. Lucia Oriol, una joven casada, se enamora de Francisco Anglada. Me gusta mucho cómo empieza la novela porque creas una atmósfera de suspense en torno a un hecho luctuoso que ocurre a la hija de Francisco, a Jimena Anglada. Es una buena manera de comenzar.
M.V.- Claro porque la historia de amor no es más que una excusa. La novela va más allá de esa historia de amor. Es una invitación a viajar al pasado, a viajar a Madrid y a la España de la Segunda República hasta el comienzo de la guerra civil. He querido retratar los años 20 y los años 30. Eso es lo que he querido hacer, a través de una historia de amor y no solo eso, sino de la historia de dos familias, con un montón de vicisitudes, de pasiones, de motivaciones, de historias. Al final lo que quiero contar es literatura.
M.G.- En cuanto a los personajes, Lucía Oriol es una dama de la alta sociedad que en aquellos tiempos era muy común que se dedicaran a labores sociales. Con el patrimonio de su familia se encarga de fundar un hospicio y se vuelca totalmente en la institución. Pero al mismo tiempo es una mujer que vive el adulterio, un tema espinoso, de una manera que me ha parecido muy llamativo porque para ella, los momentos que pasa con Francisco Anglada, su amante, son liberadores.
M.V.- Sí, es así. Ella pertenece a una familia muy convencional, a una familia que procede del antiguo régimen, con problemas económicos, muy monárquicos. Conoce a Francisco Anglada, un hombre rico y viudo, y se enamora de él pero también hay que ver el contexto. Estamos en la Segunda República, en los años 30, con una explosión importante de libertades, un momento en el que, por primera vez, se hace una ley de divorcio aunque luego se derogó, quedando en un limbo jurídico todos esos matrimonios que se habían divorciado, pero bueno, eso es otro tema... Solo quería hacerte ver que es una época de libertades para la mujer y Lucía quiere vivir su libertad, y la vive plenamente con este hombre y además es super feliz de hacerlo.
M.G.- Pero rompes un poco el esquema de esa mujer que se lanza a los brazos de un amante porque su marido no la valora. En el caso de Lucía, su marido, Roberto, la adora.
M.V.- La adora, sí que es verdad. Y además Roberto, a pesar de ser un fascista, un camisa negra, un hombre de Mussolini, le da libertad. Aquí también quiero tirar por tierra los mitos, el mito de que una persona tiene que ser de un modo u otro por su afiliación. No. Las personas nos movemos en muchos parámetros en la vida y Lucía es una mujer que tiene muchas contradicciones pero es una mujer del siglo XX y aunque viva en el seno de una familia muy convencional hace lo que quiere y vive su relación con Francisco como un regalo. Ella nos va a narrar en quinientas páginas la historia de un adulterio. Eso es la novela, cómo ella vive ese amor desenfrenado con ese hombre desde 1928 a 1936...
M.G.- Sin arrepentimiento además.
M.V.- Sin ningún tipo de arrepentimiento y además se separa de él porque el contexto la arrastra a separarse por cuestiones políticas y familiares pero no porque ella quiera. De hecho su aspiración es dejar a su marido y cuando surge la ley de divorcio siente que tiene el campo libre pero nunca lo va a hacer. Pero bueno, no te voy a seguir contando más.
M.G.- No, no, mejor no desvelar más.
Y en la familia Anglada, hay como una especie de triángulo, ¿no? El que componen Jimena y su padre, en los ángulos inferiores, junto con David que, para mí, es el vértice más sobresaliente. David mantiene una relación muy especial con su sobrina Jimena frente a la relación más tormentosa que mantiene con su hermano Francisco.
M.V.- La relación entre Jimena y David es muy psicológica. Aquí hay materia para Freud porque son una familia muy compleja. Los Anglada son judíos conversos pero que han mantenido su identidad, su memoria, pero fíjate que David es cura y Francisco es agnóstico aunque poco a poco irá evolucionando en cuanto a su adscripción religiosa y personal. Ellos forman una familia muy conflictiva porque, al igual que en todas esas familias que han tenido que renegar de su creencia y hasta de su raza a lo largo de los siglos, se han ido forjando tensiones que se reflejan en los dos hermanos, puramente antagonistas. Además resulta que están inmersos en un triángulo amoroso con Juliana Roy, que es la madre de Jimena, y con la propia Jimena en sí. Esto es una historia familiar tremenda.
M.G.- Y Madrid casi es un personaje más. Haces un viaje muy descriptivo por la ciudad.
M.V.- Lo que he hecho en la novela no es solamente reconstruir la época de la Segunda República sino también el espacio donde se desarrolla toda la vida de los personajes que es Madrid. He hecho un retrato de cómo era el Madrid de los años 30 y sobre todo, como socióloga, he querido retratar las clases sociales y poner la lupa en esa transformación de estructura social que se produce en la época, incluso también a través del urbanismo. Y así hablo de la zona de Pintor Rosales y esto no es casual, existe un por qué, y es que ahí entra el Frente Nacional y eso va a ser un escenario de guerra y las dos familias se van a ver obligadas a marcharse de allí. También salen en la novela el Parque del Oeste, la nueva Ciudad Universitaria que sustituirá a la antigua,...
M.G.- Y Ciudad Lineal.
M.V.- Sí, Ciudad Lineal también. Es decir, todos esos planes urbanísticos fuera de la almendra central van a ser escenarios de la construcción de una ciudad con una nueva fisonomía. La Ciudad Lineal de Arturo Soria fue un proyecto urbanístico impresionante. Me interesaba mucho rescatarla porque está muy perdida en Madrid. Ahora pasas por Arturo Soria y hay unas casas impresionantes de bonitas y antiguas y no conocemos su historia, así que aprovecho para contar todo esto. Y también aprovecho para contar cómo era la zona hospitalaria donde se desarrolla parte de la acción que hoy lo ocupa el actual museo Reina Sofia.
M.G.- Mercedes, has mencionado que los Anglada son judíos conversos y recuerdo una escena en la que la madre de Francisco y David, Miriam de Vera, está totalmente obsesionada, quiere que David se haga cura a toda costa, como para tapar ese pasado pero al mismo tiempo, en la intimidad de su hogar, mantienen ciertos rituales judíos.
M.V.- Sí, pero eso nos pasa también a nosotros, a los católicos y cristianos. Nosotros tenemos un doble rasero que se aprecia en todas las culturas y en todas las tradiciones, salvo los que son muy puristas, pero en el resto de las familias hay una especie de sí pero no. Y más los judíos conversos que han tenido que soportar a la Inquisición hasta el mismo siglo XIX. Los judíos, incluso en la época en la que transcurre la novela, han sentido siempre miedo a perderlo todo, a ser estigmatizados. Ese miedo está ahí, en la memoria colectiva de las familias porque hay familias judías que han sufrido mucho como los Anglada, y claro, la madre quiere echar toda la tierra que puede sobre ese pasado de la familia y por eso manda a un hijo a que entre en la Iglesia. Además te digo una cosa, una de las instituciones que recibe más judíos después de 1492 y después de los Reyes Católicos es la Iglesia para tapar, tapar, tapar,... Así que David es el encargado de tapar ese pasado de la familia, lo que pasa es que también tenemos a Francisco, un personaje totalmente opuesto y él se opone tremendamente a que su hermano haga eso pero es que entre ellos hay mucha tensión y mucho conflicto.
M.G.- Sí, la familia da mucho juego.
En cuanto a la estructura de la novela, vas alternando voces narrativas y eso da mucho dinamismo al argumento. Por un lado, la narradora principal, Lucía Oriol, nos habla en primera persona sobre sí misma y lo que le ocurre con Francisco y con Jimena. Y por otro, hay otros capítulos que cuentan la vida de los Anglada y que se narra en tercera persona. Me gusta que hagas esto porque me das una perspectiva de Jimena muy completa.
M.V.- Claro. Es que no podía hacerlo solo con la primera persona. Si uso solo una voz narrativa en primera persona me quedo muy corta a la hora de contar de otros personajes. Como narradora me gusta la libertad. No quiero estar encorsetada pero claro hay que hacerlo bien. No puedes volver loco al lector con las voces sino facilitarle la comprensión de la historia y estar dentro del personaje, saber qué le pasa por la mente. La tercera persona funciona muy bien en indirecto libre porque te puedes meter en la cabeza del personaje desde fuera. Me gusta mucho ese juego. Fue complicado a la hora de elegir las voces narrativas porque enfrentarse a una saga familiar que se desarrolla en tantos años, con una primera persona hubiera sido muy complicado y tampoco quería un omnisciente que lo sepa todo, de todos los personajes, a cualquier hora. Yo quería usar un narrador más personal y por eso usé a Lucía como primera persona, como testimonio, y luego a un indirecto libre para los demás. Además te diré que hay cartas que se escriben entre ellos y que también es una forma de narrar hechos.
M.G.- Y cambiando de tema. La edición es preciosa. Los libros que vienen tan bien presentados enriquecen la historia. Esta fotografía que aparece en las gualdas es una maravilla.
M.V.- Esta foto está tirada desde el Círculo de Bellas Artes donde se inicia la novela.
M.G.- Sí, donde Lucia se cita con Roberto, su marido.
M.V.- Eso es. En esa escena ellos debe estar viendo esa imagen. Cuando Alberto, el editor, me mandó la gualda me dijo que había encontrado la foto que definía el principio de la novela.
M.G.- También se aportan unos árboles genealógicos que son muy ilustrativos.
Bueno Mercedes, yo voy a seguir leyendo el libro que ya te adelanto que me está gustando mucho.
M.V.- Yo espero que te guste. El final está muy logrado, es muy catártico, ya verás.
M.G.- Pues nada, me voy a casa corriendo a seguir la lectura. Muchas gracias Mercedes por todo y espero que tengas mucha suerte.
M.V.- Gracias a vosotros.
Hasta aquí la conversación con Mercedes de Vega. Sé que algunos ya habéis leído Cuando estábamos vivos y os ha encantado. En mi caso, me está pareciendo una historia preciosa que espero poder terminar en breve.
[Ilustraciones e imágenes tomadas de Google]